Diversión en el castillo

47 5 1
                                    

G!P Donna


–¿Te lo has pasado bien? –preguntó Donna, cuando por fin terminó aquel té en el castillo.

Normalmente lo único que hacías con tu novia era estar en casa, disfrutando de tardes tranquilas. Pero esa rutina tranquila se rompía de vez en cuando para visitar a los demás miembros de esa curiosa familia.

Ese día tocaba ir al Castillo Dimitrescu, un lugar que no te gustaba precisamente. La mujer alta que vivía allí te daba escalofríos, de diferentes tipos.

–Sí... –respondiste no pudiendo evitar bostezar. –¿Dónde está Angie?

–Ahora vendrá, sabes que se divierte mucho con las chicas –dijo Donna, caminando junto a ti por los pasillos del castillo. –Espera un momento

–¿Qué pasa? –preguntaste cuando la dama de negro se detuvo, mirando a su alrededor a través de su velo.

–Creo, creo que no se salía por aquí... –suspiró.

Tú la acompañaste en ese suspiro cansado, aunque a decir verdad, no tenías ni idea de dónde estabas. Confiabas en que tu novia conociera el castillo. No parecía ser así.

–¿Te has perdido? Tal vez si te quitaras esa horrible tela de la cara podrías ver mejor –dijiste con un tono burlón. Odiabas que escondiera lo que para ti era maravilloso.

Una mirada fría y abrupta te dijo que no le gustó ese comentario. Tú extendiste las palmas de las manos en señal de rendición.

–No he dicho nada –dijiste con la voz cansada, tratando inútilmente de situarte en ese lugar, cosa imposible. –¿Recuerdas que te hablé de los teléfonos móviles? Este era un buen momento para usarlos.

–Tonterías. Sólo, sólo tengo que... Pensar –dijo, rechazando de nuevo tu oferta para fingir que no vivías en una aldea sacada del siglo XIX.

–Pues piensa rápido, este lugar me da escalofríos –exigiste.

–(Y/N), no me pongas nerviosa –dijo tu novia, temblando, augurando una crisis y evidenciando tu falta de cuidado. A veces olvidabas lo sensible que era la pobre Donna.

–Lo siento –te disculpaste, poniendo una mano en su hombro, que ya empezaba a temblar. –¿Y si preguntamos a alguien?

Las dos asentisteis al mismo tiempo, buscando con la mirada en esos oscuros pasillos. Sólo faltaba un grillo para enfatizar la cómica soledad en la que os encontrabais.

Suspiraste cansada, empezando a ponerte un poco nerviosa.

–Vale –dijiste, encogiéndote de hombros. –Será mejor que echemos un vistazo –decidiste, caminando de nuevo por el pasillo.

Una puerta entreabierta llamó tu atención. El crepitar del fuego era distinguible en la madera. Si la chimenea estaba encendida, significaba que allí podría haber alguien.

–¿Hola? –preguntaste, asomándote a la habitación. –Perdón pero Donna y yo nos hemos perdido y... Vale –tu tono de voz se desvaneció cuando comprobaste que no había nadie en ese lugar.

La chimenea era imponente, acogedora. Junto a ella, una cama enorme, demasiado grande para una persona normal. Entonces lo entendiste, estabas en los aposentos de la mismísima Alcina Dimitrescu.

–Oh... Donna, ven –llamaste a tu novia, que corrió junto a ti mientras te adentrabas en ese lugar.

–Genial, (Y/N), ya sé dónde estamos. Vamos –dijo ella, con una pose satisfecha, agarrando tu mano.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now