Sentirme tuya

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G!P Donna


–Oh, Donna... –suspiraste, dejándote caer en la cama, exhausta por otra de vuestras noches de besos, caricias, de pasión, de amor absoluto.

La morena te sonrió y abrió sus brazos para que te pudieras acomodar en su pecho, como siempre, tu parte favorita de hacer el amor.

–¿Has disfrutado, tesoro? –preguntó en voz baja, también recuperando el aliento. Tú asentiste con los ojos brillantes, con una sonrisa de alivio.

–Sí... Eres la mejor –susurraste, haciendo que ella riera de forma tímida.

Si te dijeran hacía un año que ibas a terminar en un romance con uno de los jerarcas de la aldea, probablemente le preguntarías qué sustancia prohibida había ingerido. Pero era la realidad. Después de tus visitas obligatorias a la hacienda, debidas a tu trabajo como comerciante suplente del Duque, decidiste que no querías marcharte, que querías quedarte allí.

Donna Beneviento era una mujer solitaria, que no tenía interés en las relaciones sociales. Era una ermitaña, encerrada en su vieja casa y dedicándose sólo a sus muñecas.

Pensar que tú, una aldeana cualquiera, pudo cambiar eso, te hacía sentir afortunada, la chica más afortunada del mundo. Acomplejada, atormentada, avergonzada por lo que el regalo de Madre Miranda provocó en su cuerpo, Donna vivía como un alma en pena, como un fantasma que se volvió tangible cuando tú le dijiste lo hermosa que eras.

No querías más, no pedías más. Sólo pasar el resto de tu vida junto a ella, junto a Angie, junto a lo que desde hacía algún tiempo llamabas, familia.

–(Y/N), ¿puedo preguntarte algo? –dijo Donna, sacándote de tus pensamientos. Tú la miraste brevemente y asentiste.

–Claro –dijiste, tirando de las sábanas para cubriros a las dos y apagando la luz, dispuesta a relajarte y a dormir.

–¿Cómo se siente? –preguntó la morena, con un tono intrigante, curioso.

Tú frunciste el ceño y te acomodaste en tu lado de la cama, girando tu cabeza hacia ella.

–¿A qué te refieres? –quisiste saber, cerrando los ojos y procurando mantenerte despierta. EL tono de su voz era como un somnífero, como una infusión relajante para tus oídos.

–Bueno, ya sabes...– murmuró Donna, jugando nerviosa con una de tus manos.

Parecía una pregunta interesante, así que te olvidaste del sueño por un momento, riendo divertida.

–Pues no, Donna, no sé a qué te refieres –dijiste con una sonrisa, disfrutando de la timidez tan impropia de un jerarca como ella.

–Cuando, cuando te hago el amor... ¿Qué sientes tú? –preguntó después de unos segundos. No podías verla en la oscuridad, pero imaginabas que sus mejillas ya se habían sonrojado.

–¿Qué siento? Oh, bueno, es una pregunta complicada –dijiste parpadeando incrédula por esa curiosidad. Donna era tímida, siempre lo fue. Aún recordabas lo nerviosa que estaba en vuestra primera vez. –¿Por qué quieres saberlo?

–Bueno yo... Tengo, tengo curiosidad –dijo con un tono de voz que delataba lo nerviosa que estaba por preguntar algo así.

–A ver... Es, no sé, como si estuviera... Ya sabes, llena de ti –explicaste con delicadeza, arrastrando su cuerpo tembloroso muy cerca del tuyo, para ofrecerle algo de tranquilidad. –Cuando te siento dentro de mí es... No sé, es como si fuera capaz de entender que soy tuya.

–Oh... –suspiró ella, sonando algo decepcionada por la respuesta. –Supongo que eso te gusta.

–Pues claro que me gusta –dijiste de inmediato, desviando cualquier pensamiento negativo de su mente. –Sentirte de esa manera me vuelve loca, Donna. Sentir que soy tuya.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now