Tómame en la iglesia

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G!P Donna


–Dame otra –dijo la muñeca Angie, fingiendo pensar en cuál iba a ser su jugada maestra en un juego tan sencillo.

–Como quieras... –canturreaste tú, divertida por su falta de cuidado, cogiendo otra carta del pequeño montón. –Mm, 23, te pasaste, vuelvo a ganar.

–¿Qué? 23 en mayor que 17 –protestó la muñeca, indignada por tu invencible lista de victorias. Tú rodaste los ojos y barajaste de nuevo las cartas.

–Te lo he dicho miles de veces, Angie. Si te pasas de 21, pierdes –explicaste, volviendo a poner una carta en frente de cada una.

–¡Tramposa! –chilló la marioneta, enfurecida por que era incapaz de derrotarte. Tú reíste divertida, aprovechando para dar un suave empujón al títere.

–Yo nunca hago trampas... Sólo en el amor –bromeaste, mirando tu carta y acercando el resto a Angie.

–A Donna no le gustará saber eso... –Amenazó la muñeca, a lo que tú arqueaste la ceja.

–Dame una carta y cállate –dijiste, haciendo otro intento de desestabilizar el frágil equilibrio de Angie.

¿Qué por qué estabas jugando al blackjack con una muñeca de porcelana? La respuesta era de todo, menos sencilla.

Nacida y criada en una remota aldea, tu vida nunca fue interesante. Sólo ese extraño culto, esas criaturas, podían hacer que estuvieras viviendo algún tipo de aventura. Pero ni siquiera la adrenalina que tú y tus amigos experimentabais al correr huyendo de unos Lycans podía compararse a la que sentiste aquel día, el día en que el tus ansias de exploración te llevaron a recorrer lugares prohibidos.

Nadie sabía qué era exactamente lo que había tras ese blasón de una luna y un sol. Nadie sabía exactamente qué o quién era Donna Beneviento. Ella era una jerarca, al servicio de la bruja suprema, de Madre Miranda. Su figura oscura y misteriosa dio pie a muchas leyendas, a muchos rumores, cada uno más extravagante que el anterior.

Supusiste que debías sentir temor al encontrarte con ella, cuando te pilló husmeando en sus terrenos. Todo lo contrario. Ese aire de misterio, esa pose estoica, esa tela negra ocultando su rostro. Miedo era lo último que sentiste.

Seguramente esa actitud tuya de ignorar o evadir los problemas con una buena dosis de carisma, fue lo que asustó a Donna, al menos tanto como para no matarte al poner un pie en su hacienda.

A partir de ahí la curiosidad se convirtió en atracción. Una simple aldeana, eso eras, pero una que no le tenía miedo, una que no dudó en sonreír con su presencia. Salvarte la vida fue el primero de sus milagros. Enamorarte, fue el segundo.

Tímida, enferma y solitaria, Donna no tenía nadie a nadie aparte de su muñeca, alguien que quisiera hablar con ella, o intentarlo al menos. Tú llegaste a su vida de la misma manera que ella llegó a la tuya, de forma accidentada, pero no por eso era algo pasajero. No, para nada era pasajero.

Las charlas se convirtieron en una rutina. Incluso dejaste a tus amigos de lado para adentrarte cada día en ese bosque oscuro, cada vez más y más interesada por ella, hasta que el interés se convirtió irremediablemente en atracción.

Donna tenía mucho que aprender. No sabía anda del amor, de tratar a las personas. No eras una chica especialmente paciente, pero con ella, era diferente. Después de un tiempo inocente, de besos, de caricias, del miedo que Donna tenía a mostrar su rostro, llegó la tarde lluviosa en la que tus labios hicieron su trabajo, chocando con los suyos en ese momento expuestos. "Eres hermosa", dijiste al mirar su rostro herido, la belleza que ocultaba esa horrible tela negra.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now