Pasar la noche

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G!P Donna


–Y entonces le dije: Si no te gusta el retrato, píntalo tú mismo. Seguro que esa nariz que tienes te sirve como pincel –dijiste divertida.

Donna rió tímidamente, como de costumbre, negando con la cabeza.

–¿Así es como tratas a tus clientes? –preguntó con la voz baja, siempre sutil, pero con al sonrisa adornando su rostro.

–Bueno, a los que no me pagan sí –afirmaste, jugando con el tenedor.

–No me trataste así cuando fui a verte –suspiró la dama de negro, bebiendo un sorbo de su copa de vino.

Tú suspiraste divertida, arqueando las cejas.

Tu trabajo como retratista no prosperaba mucho en esa aldea tenebrosa, pero al menos hacía que te ganaras la vida. Gracias a ese peculiar trabajo, conociste a Donna Beneviento. Una de las jerarcas de la aldea, al servicio de la misma Madre Miranda. Era una mujer tímida, que ocultaba su rostro tras una tela negra. Al parecer, se le había acabado la pintura con la que decoraba esas extrañas muñecas de porcelana que fabricaba.

Ella volvió días más tarde, utilizando esa misma excusa. Tú sabías que era no era más que eso, una excusa, ya que el Duque te confirmó que seguía entregándole todos esos materiales. Algo le había llamado la atención de ti, y, por supuesto, no pudiste evitar que ella también te llamara la atención.

Una mujer complicada, con problemas que no tenían solución, pero, que al mismo tiempo era amable, tímida y muy lejos de lo que los aldeanos pensaban de ella. Al menos contigo.

La relación creció de forma natural. No sabías por qué exactamente. Ella no solía hablar directamente contigo. La muñeca Angie solía ser siempre el altavoz de vuestras conversaciones.

Poco a poco, esa absurda timidez fue desvaneciéndose hasta que, después de que te desvelara su rostro y pudieras contemplar su auténtica belleza, empezarais a tener una relación mucho más especial. Los besos tímidos y citas nocturnas no tardaron en llegar.

Ella nunca dijo que fuera tu novia o algo parecido, pero a ti te gustaba pensar que así era. Con el paso de los meses, te diste cuenta de que en verdad lo eras, y de que querías serlo.

–Oh, Donna... Esto está... –dijiste relamiéndote, disfrutando, como cada vez que cenabais juntas, de su asombroso talento para la cocina. –Está tan bueno que me quiero morir.

–No digas tonterías, (Y/N) –dijo la dama de negro, con una mirada un poco más seria.

Es verdad que tenías que tener mucho cuidado con las cosas que decías. Su mente estaba dañada, en parte debido a los traumas de su pasado. Muchas veces se te olvidaba que había temas que podían provocar pequeñas crisis, que Donna perdiera el control. La muerte era uno de esos temas.

–Oh, bueno, lo siento –dijiste en tono de disculpa, bajando la cabeza. –No lo decía literalmente, ya sabes, es una manera de hablar. Lo que quiero decir es que me encanta como cocinas.

–Yo... Gracias –respondió ella, sonrojándose por el cumplido. ¿Cómo una peligrosa mujer al servicio de Miranda podía sonrojarse por algo así? Nunca dejaría de sorprenderte.

–¡Susto!– una voz chirriante chilló demasiado cerca de ti, asustándote, haciendo que derramaras un poco de vino sobre tu vestido nuevo, vestido que habías comprado especialmente para esa cena romántica.

–¡Mierda! ¡Angie! –dijiste intentando quitar la mancha de la tela blanca.

La muñeca huyó del lugar riendo de forma infantil, refugiándose detrás del escritorio del salón.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now