Emparejamientos

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–Cerezas, naranjas... –dijiste en voz baja, repasando el encargo que siempre llevabas al castillo. Por mucho que llevaras tiempo haciendo de proveedora de fruta de la aldea, aún no te acostumbrabas a ser tratada con respeto entre los jerarcas. –Creo que está todo.

La doncella que te acompañaba echó un vistazo a las cestas y asintió con una sonrisa.

–La señora dice que las manzanas que trajiste la semana pasada fueron excelentes –comentó la joven Ingrid, haciendo que tu orgullo volara por los aires.

–Oh, eso es bueno, supongo –comentaste divertida, tachando las tareas realizadas en tu pequeña agenda.

–Desde luego, (Y/N), dudo mucho que siguieras aquí si no lo fueran –rió la doncella, divertida. Tú parpadeaste, sintiendo un nudo en el estómago. A veces se te olvidaba para quién trabajabas.

–Ya... –suspiraste, cogiendo una pequeña con mermeladas caseras.

–Era una broma –dijo la chica, avergonzada por haberte recordado que un solo error y toda la sangre de tu cuerpo desaparecería. Tú sonreíste y asentiste de manera comprensiva, antes de que el crujido de la puerta llamara vuestra atención.

–Oh, Señora Beneviento –dijo la doncella, haciendo una reverencia educada a la figura negra que entró en el almacén.

La mujer misteriosa asintió y tú tuviste que hacer un gran esfuerzo por ocultar una sonrisa y los rápidos latidos de tu corazón.

–Ingrid –dijiste, llamando la atención de la doncella, aún cabizbaja, intimidada por la presencia de la fabricante de muñecas. –Deberías informar a Alcina de su llegada, ¿no? –preguntaste arqueando una ceja, a lo que la joven asintió profusamente, saliendo del almacén.

Tú te asomaste a la puerta para comprobar que la doncella se había ido y te acercaste a la dama de negro, que también parecía algo nerviosa.

–Me honras con tu presencia –susurraste, mordiéndote el labio y cogiendo una cereza de la cesta, caminando de forma petulante hacia la dama, que rió tímidamente bajo su velo. –Deberías probar esto... Es de las mejores que he entregado.

Con la sonrisa no desapareciendo de tu rostro, pasaste la mano debajo del velo negro, metiendo la cereza en la boca de la dama, que rió de nuevo, alargando su brazo para alcanzar tu mano y sostenerla entre las dos, balanceándose.

Tras mirar a ambos lados, comprobando que no había nadie, te acercaste despacio, levantando el velo negro y besando lo labios de la jerarca despacio, algo que le hizo jadear y llevar sus manos a tu rostro, caminando erráticamente hasta que tu espalda chocó con la pared.

–¿Me has echado de menos, Donna? –preguntaste de forma cariñosa, contemplando la belleza de su rostro descubierto, la belleza de su sonrisa. Ella asintió, antes de atacar de nuevo tus labios con un beso un poco más áspero, más ansioso.

–¿Pensaste acerca de lo que te propuse? –preguntó con un hilo de voz, bajando sus manos a tu cintura.

Tú sonreíste todavía más y fingiste rodar los ojos.

–No sé... Dejar mi mugrosa cabaña para vivir en una mansión junto a la mujer de mi vida... –murmuraste, colgándote de su cuello, impregnándote de su perfume de lavanda.

–¿¡Qué tienes que pensar?! Di que sí ya y vamos al castillo, quiero jugar con las chicas –dijo la muñeca Angie, tirando impacientemente del vestido de su dueña.

–Angie, siempre tienes que estropear el romanticismo, ¿eh? –protestaste, negando con la cabeza. La mano pálida de la dama desvió tu mirada de nuevo hacia ella, que esperaba tu respuesta de manera aún mas impaciente que la muñeca.

Donna Beneviento Tumblr Oneshots (x lectora femenina)Where stories live. Discover now