Capítulo 6

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–Hemos atravesado las puertas del castillo hace dos horas. Creo que es oportuno que hables ahora.

Ashton ignoró a Kyan y continuó con la mirada al frente, fija en el horizonte. La primera media hora después de dejar atrás Glenley, habían cabalgado como si el demonio los estuviera persiguiendo. Después de un breve descanso, habían retomado el ritmo. Y, si no fuera por la firmeza de Kyan sobre dejar reposar los caballos, él no estaría en ese momento escuchando. De hecho, si tan solo pudiera alejarse lo suficiente y dejarlo atrás...

–No estarás pensando en huir, ¿cierto?

Ashton miró al cielo. No parecía que hubiera una tormenta cercana. O eso esperaba. Igual, lo sabía, no llegaría a tiempo.

Maldijo por lo bajo y sacó la daga que llevaba en el cinto. Tomó una rama de un árbol cercano y empezó a quitar las hojas lentamente.

–Sería estúpido que lo hicieras. De los dos, quien conoce esta región como la palma de su mano soy yo.

–Estúpido.

–¿Qué dijiste?

–No sé por qué te esfuerzas en advertirme. Soy un idiota y sabes que haré exactamente lo contrario de lo que pidas. Además, no confío en ti.

–Creía que ya había quedado claro que no tienes opción.

–Tienes razón. La tenía y la desperdicié confiando en ti. Algo que no volveré a hacer jamás –soltó con un deje de resentimiento.

–Asthon, debes comprender que no pensé que... bien, sí lo pensé, pero...

–¿Tú se lo dijiste? ¿A MacAuliffe?

–No exactamente.

–¿Qué rayos quieres decir? Habla claro por una vez, ¿puedes? Estoy tan cansado de estos juegos.

–No es ningún juego lo que está sucediendo –reprendió Kyan en tono duro.

–¿Crees que no lo sé? ¡Mi maldita familia está en riesgo! –Ashton soltó una carcajada seca, rota por el dolor–. ¿Dije "está"? Probablemente ese ya no sea el caso y lo que estén es muertos.

–Ashton...

–No. Si tienes algo de honor, ayúdame a llegar a mi casa lo más pronto posible.

–Ayudaré.

–Bien. ¿Podemos volver a cabalgar? Estoy demasiado inquieto o el lugar está inusualmente tranquilo.

–Ah, eso. Es porque nos están siguiendo –contestó Kyan con toda calma, mientras montaba y dirigía su caballo de regreso al camino.

–¿Qué?

–Nos siguen. Hace media hora. ¿Qué esperas?

–Demonios, sí que eres un buen guerrero.

–Lo soy. Ahora, vamos a despistarlos –gruñó. Azuzó su caballo e hizo una maniobra que los alejó del camino principal e hizo que atravesaran la espesura del bosque.

Cuando se detuvieron, Ashton no tenía ni la más mínima idea del lugar en que se encontraban. Ni tan siquiera estaba seguro de que aún estuviera en la compañía del joven guerrero.

–Sí que sabes cabalgar –soltó Kyan, atravesando unos matorrales cercanos–. Por un momento pensé que no podrías seguir el ritmo.

–¿Acaso tenía opción?

–No. Me alegra que te mantuvieras en la montura. Habría sido vergonzoso si hubiera tenido que ir en tu rescate.

–Cállate, Kyan –gruñó Ashton, mirando a su alrededor, buscando algo familiar. Lo que fuera–. ¿Dónde estamos?

Solo una promesa (Drummond #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora