Capítulo 14

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–Lady Eilidh.

Llamó alguien a sus espaldas mientras recorría el pasillo y giró, extrañada. Se sorprendió al encontrarse con la mirada de la joven.

–¡Oh, Adriana, has vuelto! –exclamó Eilidh, alargando la mano hasta la seria muchacha–. ¿Has venido nuevamente de visita? ¿Con tu familia esta vez?

–Sí, milady. Todos estamos hospedados en la aldea.

–¿De verdad? Me encantaría visitarlos –Eilidh la tomó del brazo– cuéntame cómo han sido estos años para ti, todo lo que has visto fuera de las murallas del Castillo.

–Siempre he vivido fuera de las murallas de cualquier castillo –le recordó, aunque su voz sonaba divertida.

–Yo también lo hice una vez. Y lo extraño constantemente –su mirada se tornó pensativa– ¿crees que mi abuelo me dejaría visitarte un día?

–¿Le gustaría hacerlo? –preguntó, sorprendida– pero, aquí tiene todo lo que necesita y...

–Las cosas no siempre son lo que parecen –dijo Eilidh y haló a Adriana– ahora vamos a la aldea, quiero conocer a tu numerosa familia.

Eilidh estuvo encantada con lo ruidosa y llena de energía que era la familia de Adriana. Tomó el té con ellos, escuchó novedades de otras tierras y distrajo su mente de aquellos asuntos que durante los últimos meses la habían ocupado por completo.

–Gracias, Adriana, ha sido una tarde maravillosa.

–O agotadora, milady –apuntó, divertida.

–¿Puedo pedirte que me llames por mi nombre? ¿Sin el título?

–Pero, eso no estaría... bien –culminó.

–Por supuesto que lo estaría. Somos amigas –declaró Eilidh con una gran sonrisa– aunque supongo que para ti será difícil considerar como amiga a alguien tan joven.

–¿Cuántos años tiene, milady?

–¿Lo ves? ¡Sabía que me veías como una niña!

Eso hizo que Adriana sonriera abiertamente. Luego sacudió la cabeza y soltó un suspiro de resignación.

–De acuerdo, Eilidh. Seamos amigas si eso es lo que desea.

–Mucho. Y trátame informalmente también. Somos amigas ¿recuerdas?

–Sí que lo somos –accedió Adriana y del brazo de su ahora amiga continuó el camino hasta el Castillo MacAuliffe.

Al despedirse, Eilidh hizo una reverencia en correspondencia a la de Adriana y a sus espaldas, dijo:

–¡Doce!

–¿Eilidh?

–¡Tengo doce años! –declaró alegremente mientras se alejaba hasta la voz que la llamaba, recordándole que llegaba tarde para sus clases.

Dioses, realmente los tenía. Doce años. Y, hacía un año y diez días que había visto por última vez a Ashton Drummond.


***


–¿Eilidh está aquí? –Ashton exclamó, incrédulo, saliendo de la tienda en que se encontraba, seguido de Kyan– ¿qué está haciendo aquí? ¿cómo diablos llegó hasta aquí?

–No está sola –dijo, reprimiendo la risa–. Dioses, sabes que MacAuliffe jamás la dejaría...

–¡Eilidh no necesita que nadie le deje hacer nada! ¿Acaso no sabes ya eso? –soltó Ashton, caminando sin saber hacia dónde debía ir. Se detuvo– ¿dónde está?

Solo una promesa (Drummond #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora