Capítulo 8

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–¿Ashton? –una voz se elevó desde el rincón. La mirada de Kyan se dirigió hacia allí, aun cuando la espada no había bajado del todo–. ¿Realmente eres tú?

–Wes –exclamó Ashton acercándose–. Este es Kyan del Castillo MacAuliffe –señaló.

–¿Un guerrero de Glenley? ¿Qué hace contigo? –mientras decía eso, Weston los estudió alternativamente, esperando una explicación.

Kyan no pudo evitar sorprenderse al observarlo con atención y entendió a qué se había referido Ashton. Si bien Weston era un hombre alto, su contextura era frágil y, por si eso no fuera suficiente, lucía extremadamente pálido, lo que hacía suponer que realizaba escasa actividad física y no acudía a exteriores casi nunca. ¿Qué clase de hombre...? Incluso Ashton, siendo apenas un adolescente, lucía mucho más fuerte que ese joven.

–Asumo que no explicaste mi condición –sonrió levemente Wes, encontrándose una vez más con la mirada fija de Kyan. Éste se sonrojó. Wes se dispuso a continuar con el asunto que los preocupaba–. ¿Hay noticias de Artem?

–No, aún no –Ashton se dejó caer en un asiento de la habitación de su hermano–. ¿Por qué estás encerrado, por cierto?

–¿Y por qué no lo estaría? Es lo que han hecho con todos –pronunció, sin perder la sonrisa.

–No hay cerradura que te detenga, así que asumo que hay una razón diferente para que sigas aquí –aclaró el menor de los Drummond.

–Estrategia, Ashton. Simple estrategia.

–¿Tienes algún plan, Wes?

–Oh, claro que sí.

Ashton sonrió un poco. La frágil apariencia de su hermano engañaba a la mayoría de las personas y hacía que lo subestimaran. Esto ciertamente jugaba a su favor, pero no todo era una actuación. Su hermano mayor podía ser fácilmente superado en un combate o en casi cualquier disciplina que requiriera un mínimo de esfuerzo físico. Por esa razón siempre estaba acompañado de su guardia personal y, el hecho de que el joven guardia no estuviera ahí era aún más particular, pues no se separaba de Weston por voluntad propia.

Y menos si eso significaba dejarlo a merced de ella. La pequeña fuerza de la naturaleza a la que el joven guardián de Wes llamaba hermana.

–¿Tu plan incluye a Garrett? –inquirió Ashton. Ante la impaciencia de Kyan, añadió–. Es el guardia personal de mi hermano.

–En realidad, es más un amigo, pero... –protestó Wes, mirando a la niña–. Es igual. Sí, Garrett está incluido y por eso se ha marchado.

–Bien. ¿Puedo ayudarte en algo? –Ashton ladeó el rostro, esperando.

–En realidad, creo que yo soy quien puede ayudarlos –Wes señaló a su lado–. Siéntense y coman algo. Apuesto a que tienen hambre y sed.

–Tu hermano me agrada –Kyan esbozó una media sonrisa–. Parece que finalmente hemos encontrado al Drummond inteligente.

Ashton puso en blanco los ojos ante aquel comentario. La niña rió por lo bajo y empezó a servir la comida, al tiempo que Weston se disculpaba y cerraba los ojos, dispuesto a dormir. Kyan sonrió ampliamente cuando un trozo de pan y queso fue colocado entre sus manos, luego una copa fue servida y suspiró, feliz.

–¿Comer te ha puesto de buen humor, Kyan? –Ashton lo fastidió. El joven guerrero asintió.

–Del mejor posible. Ahora sí podremos empezar a idear una manera de escapar.

–En eso también puedo ayudarlos –pronunció Wes, aun cuando mantenía los ojos cerrados–. ¿A dónde se dirigirán?

–Artem –dijo Ashton.

Solo una promesa (Drummond #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora