Eilidh continuó cabizbaja durante todo el sermón que su abuelo había preparado para ella, nada más llegar. No dijo nada, hacía mucho tiempo había aprendido que, mientras menos dijera, más rápido terminaba.
–¿Entendido, Eilidh? –tronó MacAuliffe.
–Sí, milord.
–Bien, puedes retirarte.
Eilidh hizo una leve reverencia y se retiró en completo silencio. Cuando cerró la puerta tras de sí, tomó aire un par de veces y sonrió. Había sido sencillo.
Ahora, si había algo que no lo sería, era precisamente aquel asunto con el hombre que venía en su dirección, sin ver, probablemente convocado por su abuelo.
–¿No se fija por donde va, milord? –soltó, bromista.
–¿Eilidh? –Ashton la miró, sorprendido– pequeña... ¿qué haces aquí?
–Lord MacAuliffe requirió mi presencia nada más llegar.
–Ah.
–Sí. Ah –dijo Eilidh, elevando las cejas, con una leve sonrisa–. ¿También te llamó?
–Sí... –contestó y había cautela en su tono al añadir– ¿tienes idea por qué...?
–No. Buena suerte –Eilidh posó su mano brevemente en el brazo de Ashton y se alejó. Pensando, pensando tanto en sus siguientes pasos.
Todo un año. Durante un año había intentado acercarse a Ashton, a través de su familia y de seguirlo, siempre que podía, en sus exploraciones a otros territorios. Él toleraba su presencia, muchas veces hasta parecía disfrutarla, pero eso era todo.
La toleraba. Y, últimamente, parecía que apenas y eso.
Estaba distante, distraído... apagado.
Ashton, empezó a pensar, se iba distanciando mentalmente de algo que físicamente no podía. La inminencia de su boda con ella.
Pronto cumpliría la mayoría de edad. Y, aunque no lo dijera, sabía que Ashton lo temía.
No había una mejor manera de expresarlo. Él estaba aterrado de esa posibilidad, de eso que limitaría para siempre su libertad, su lugar en la guardia real... que cambiaría su vida y lo volvería en un mero accesorio de la futura regencia de Glenley.
Como ella misma. Sólo que Eilidh lo había aceptado. ¿Ashton? No, él no.
Así que no sabía qué debía hacer. Ella quería a Ashton, era la persona más importante en su vida. Él la había rescatado, la había animado, incluso, sin proponérselo, la había integrado a una familia, llena de hermanos y sobrinos, ruidosa y maravillosa.
Quería... dioses, quería tanto ser algo... hacer algo.
Cerró los ojos, tomó aire y asintió lentamente.
Sabía lo que tenía que hacer. No quería, pero había llegado el momento. Era, quizá, lo único que realmente podría hacer por él.
La había salvado. Y ahora, ella protegería su libertad a toda costa.
***
–¿Mi hermano está aquí? –inquirió Ashton, sorprendido por las palabras de Kyan–. ¡Dioses! –exclamó, sintiéndose alarmado por aquello. Heath, siendo el regente de Savoir, debía tener una razón muy poderosa para alejarse del Castillo Drummond.
Corrió hasta el salón, donde su hermano estaba entregando su equipaje y agradeciendo el refrigerio que le habían ofrecido. Lo miró atentamente, cuando giró y encontró sus ojos, pero no halló nada demasiado alarmante.
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Solo una promesa (Drummond #5)
DragosteTodo inició con un impulsivo rescate... Ashton Drummond, el hijo menor de lord Wulfric Drummond, se encontraba en búsqueda de ayuda cuando se encontró con una pequeña siendo atacada. Y, sin pensarlo demasiado, se lanzó a su rescate. Sin saber que a...