Prólogo

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–¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?

Ashton miró los ojos grises de su hermano, tan idénticos a los suyos, y sonrió, divertido ante su gesto grave. Pocas veces había visto aquella expresión en el mayor de los hermanos Drummond.

–Sí, Heath. Es lo que quiero –respondió, por no sé qué número de vez– y, antes de que sigas, sí, también es lo que Eilidh quiere. Estoy seguro –añadió.

–Deberías tomártelo en serio.

–Lo hago –Ashton exclamó, legítimamente sorprendido–. ¿De verdad crees que no lo he considerado? ¡Es mi vida!

Y lo era. Su futuro. Lo que quería que fuera su vida. O, bueno, lo que ahora podía hacer que fuera. Finalmente.

–Lo sé, pero pensé que... –Heath sacudió la cabeza, lentamente, como dándose por vencido– no importa. Si estás decidido...

–Heath... –soltó, impaciente.

–De acuerdo, de acuerdo –claudicó su hermano mayor–. Iré a firmar el acuerdo con lord MacAuliffe.

Ashton no lo siguió hacia la estancia. ¿Para qué? De todos modos, los asuntos financieros de la familia siempre estaban en buenas manos con Heath. Esbozó una leve sonrisa, mientras iba caminando con energía por el pasillo. Y casi se la lleva por delante. La estabilizó, antes de encontrar sus ojos verdes.

Eilidh MacAuliffe había estado llorando.

–¿Eilidh? ¿Qué sucede? –inquirió, preocupado.

Ella sacudió la cabeza. Luego tomó aire y se encogió de hombros, aprovechando el ademán para alejarse de sus manos.

–¿Estás...?

–Estoy bien –habló finalmente, con voz firme–. Como tú... milord.

–Eilidh...

–No, tenías razón. Es mejor que nos tratemos con formalidad. Así que, permiso, lord Drummond.

–Eilidh –Ashton empezó a seguirla– ¡milady! –llamó, cuando ella no se detuvo. Eso hizo que girara– ¿eso significa que ya no somos amigos?

–Hmmm –Eilidh lo consideró y luego sonrió, aunque su sonrisa no se reflejaba en sus ojos–. Supongo que lo seremos... eventualmente.

–¿Eventualmente? ¿Qué quiere decir...?

–Milord, no es conveniente que nos vean juntos, a solas. Podría dar pie a especulaciones, sí, más que antes, y prefiero evitarlo.

–¿Por qué? ¿Podría arruinar tus posibilidades matrimoniales? –soltó, bromista.

–Bueno... sí. Para empezar, eso –contestó Eilidh, seria–. Me alegra que esté claro, milord.

–Yo... –Ashton no sabía qué decir–. ¿Y a dónde vas?

–¿A dónde? Están arreglando asuntos de mi futuro. Me gusta estar presente, pues siempre tengo algo que decir –dijo, sorprendida por la pregunta.

–Eso es cierto –respondió Ashton... al aire, pues ella no había esperado a escucharle antes de seguir rápidamente hasta el despacho, abrir la puerta y cerrarla inmediatamente.

Ashton sintió... algo. No supo qué y no quiso examinarlo demasiado tampoco. En esos momentos, no era tan importante. Pues había obtenido lo que quería.

Su libertad. Y pensaba disfrutarla sin ningún arrepentimiento.

Fue hasta las caballerizas, dispuesto a cabalgar hasta el arroyo cercano. Pero se topó con los ojos oscuros y serios de Kyan.

–¿Qué? –inquirió Ashton, impaciente–. Ahora ¿qué te sucede?

–¿Estás seguro de lo que estás haciendo?

–Dioses, no tú también –pidió, poniendo en blanco los ojos–. ¿Qué es lo que les ha dado a todos estos días? Además, pensé que tú, de entre todos, lo entendería.

–Hmmm.

–Eres un guerrero ¿no? ¿O acaso ahora tu lado nobiliario está ganando la partida?

–¿Cómo demonios sabes que tengo un... "lado nobiliario"?

–Sé que eres originario de Regem. Así que tienes un título nobiliario ¿no? ¿Por qué no lo utilizas?

–Porque siendo capitán de la guardia real me va bien –contestó y bufó–: ¡No cambies el tema, maldita sea!

Pero Ashton ya estaba sobre el caballo. Le hizo un gesto burlón con la cabeza, de despedida, y se alejó, riendo al escuchar que Kyan seguía maldiciéndolo.

Libertad. A sus veintitrés años, era libre. Y no había nada ni nadie que pudiera quitarle el sabor de ese triunfo.

Azuzó el caballo, elevó su espada al aire, imprudente, lo sabía, pero sintiendo cómo todo se ponía en su lugar.

Después de casi una década de aquel encuentro, había pensado que nunca sucedería. Que no habría manera... y la hubo.

Libre. Para ser sólo él. Sin compromisos. Un joven más. Dioses, qué bien se sentía.

**Y este ha sido el inicio de la historia de Ashton. Está dividida en dos partes, por lo que a continuación, vamos a saltar varios años antes en los primeros capítulos. Nos leemos pronto. Abrazos.**  

Solo una promesa (Drummond #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora