Aun cuando la guerra había terminado, Eilidh no se encontraba del todo feliz con el regreso de los guerreros a Glenley. O, más concretamente, con el regreso de un guerrero en particular y los rumores que lo perseguían. Dioses, por mucho, hubiera preferido no saberlos, o, si era totalmente sincera, que no hubieran existido en primer lugar.
Pero eran lo que eran y todos los deseos que pudiera expresar no cambiarían aquello. Ashton Drummond era un maldito traidor.
–¿Y ahora qué ha sido lo que te ha molestado, pequeña? –soltó Ashton sentándose a su lado, en el claro del bosque. Ella suspiró– has hablado muy poco desde que regresamos. ¿Qué sucedió?
–He hablado. Solo que no tengo mucho que decir.
–¿No? ¿En general? O...
–Ashton...
–¿No tienes mucho que decirme a mí en particular?
Eilidh se encogió de hombros y fijó su mirada en el horizonte. El sol pronto se ocultaría y parecía que habría un hermoso atardecer.
–Eilidh.
Su tono serio hizo que encontrara sus ojos grises y suspiró. Aquí venía.
–No pienso hacer excusas sobre...
–Entonces no las hagas –cortó.
–Pero...
–Ashton, ¿cuántos años tienes?
–¿Y a qué viene eso?
–Que LO SÉ. Sé que no es fácil para ti.
–No lo entiendo.
–Por supuesto que lo haces. Y hacerte el inocente no te va.
–Ah. Bien, en ese caso... ¿qué debería hacer según tú?
–Nada. No lo sé. Da igual.
–¿Qué planes tienes para mañana? –preguntó Ashton, intentando cambiar de tema.
–¿Por qué?
–¿No vas a contestar? –soltó, con un leve toque de humor.
–Bueno, no lo sé. Supongo que habrá alguna clase de celebración por el regreso a salvo de ustedes.
–Asumo que será así. ¿Quién lo organiza es tu abuelo entonces?
–O alguien a quien él haya delegado. No importa.
–¿No te entusiasma un festejo? ¿Por qué?
–Es uno más.
–¿Y cómo fue en tu cumpleaños?
–¿Qué quieres decir?
–¿Qué hiciste este año en tu cumpleaños?
–Nada. A todos les pasa –le recordó. Luego se recostó en la hierba– no importa.
–Importa –contradijo Ashton– ¿tienes algún deseo?
–No.
–Tan rápido. Esa negativa... ¿cuál es ese deseo entonces?
–Te dije que no tengo ninguno.
–Ah, pero yo creo que sí –Ashton se cernió un poco sobre ella, impidiéndole ver el cielo– cuéntame.
–¿Para qué?
–Tienes razón. Es mejor que te guardes tus deseos. Así quizá los dioses les den respuesta.
–O no. A veces siento que nunca escuchan.
Ashton volvió a su posición anterior, mirando hacia el Castillo MacAuliffe.
–Sí. Sé a qué te refieres –musitó.
–De todos modos, si hubiera tenido alguno, mi cumpleaños ya pasó, ahora tengo quince años, y no sucedió nada en absoluto –objetó.
–Hmmm...
–Ashton...
–¿Sí?
–¿Vas a cumplir mi deseo?
–¿Puedo hacerlo?
Eilidh no respondió. Se incorporó y lo miró largamente, antes de asentir.
–Bien pues, ¿qué es?
–Lo sabes.
–No, no lo sé.
–Ashton...
–Eilidh, pequeña...
–No me digas así.
–Pero eso es lo que eres –Ashton alargó una mano hacia ella. Eilidh se la apartó de un golpe– ¿y eso por qué ha sido?
–Entonces, Ashton, ¿mi regalo?
–Eilidh...
Ella sacudió la cabeza y, antes de perder valor, posó su mano sobre los labios de él, acallándolo.
–Ashton, ¿qué esperas para darme un beso? –soltó y apartó la mano.
–Eilidh, eres demasiado joven.
–¿Para un beso?
–Para... todo.
–Dioses, Ashton, estoy cansada de... –pero se mordió la lengua antes de continuar. No, no podía seguir por allí– está bien.
–Eilidh –Ashton tomó su mano y depositó un beso en el dorso– quiero que seas feliz, muy feliz –murmuró contra sus dedos.
–¿Por qué me haces esto?
–Vamos a casarnos.
–Así que lo sabes. Pensé que lo habías olvidado.
–No lo he olvidado.
–Parecía que sí.
–Pues no.
–No es lo que escuché.
–No creas todo lo que escuchas.
–Seguro.
Su tono de resentimiento fue tan patético, incluso para sus oídos, que se rió de sí misma, en voz alta.
–Dioses, seguro estás pensando que no era esto a lo que te hubiera gustado volver.
–Yo solo estoy bastante satisfecho de haber vuelto –dijo Ashton y acarició su mejilla – extrañaba escucharte reír.
–Vaya, así que me extrañabas.
–No dije eso.
Eilidh le dio un golpe suave en el pecho al ver la risa danzando en sus ojos grises.
–También estoy satisfecha de que hayas vuelto –soltó Eilidh, retomando sus palabras.
–¿Sí?
–Sí.
Ashton sonrió de lado y se quedó mirándola fijamente. Eilidh no supo si era una invitación o no. Y no estaba dispuesta a esperar a que lo fuera.
Sin pensarlo más, se impulsó hacia el rostro de Ashton y lo besó en la boca.
Y nunca supo cómo lo hizo, porque Ashton no la rechazó, pero tampoco hizo gran demostración de corresponderle. Dejó que ella lo besara unos segundos, antes de elevar la mano para acariciarle un mechón de cabello en la frente.
Eilidh se separó. La mano de Ashton seguía en su cabello, recorriéndolo, como si la estuviera calmando, con mucha ternura.
Eso no se sentía... bueno, no sabía cómo debería sentirse, pero no parecía que debiera ser así. No entre dos personas que se suponía iban a casarse.
Esta vez, Eilidh no hizo esfuerzo siquiera de apartar la mano de Ashton antes de incorporarse de golpe y marcharse sin mirar atrás.
**Un capítulo más y, de momento, el último que llevo escrito. Espero poder retomar pronto esta historia. Gracias por seguir ahí. Buen fin de semana 💜**
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Solo una promesa (Drummond #5)
RomanceTodo inició con un impulsivo rescate... Ashton Drummond, el hijo menor de lord Wulfric Drummond, se encontraba en búsqueda de ayuda cuando se encontró con una pequeña siendo atacada. Y, sin pensarlo demasiado, se lanzó a su rescate. Sin saber que a...