Ashton recorría los alrededores del Castillo de Ealaín, incrédulo aún de lo que había presenciado durante el día. En verdad, su hermano, estaba vivo. Y no, no solo vivo, sino... saludable. Quizá no totalmente recuperado, pero sin duda, Weston no había estado tan bien en más de una década.
Su recuperación era sorprendente. Si creyera en ello, lo atribuiría a la magia. Pero, siendo práctico como era, le bastaba pensar en que la señora de Nox realmente era una curandera con dotes increíbles, para gran suerte de Wes.
Sonrió, mirando la extensión de los bosques que rodeaban aquella fortaleza. Su hermano lo merecía. Se alegraba tanto de que fuera real, que todas las misivas que habían recibido de Wes no hubieran sido más que la verdad.
Eilidh, al igual que sus hermanos, tenía sus dudas al respecto. En varias ocasiones había intentado cruzar las fronteras de Nox para verlo por sí misma, pero el estado de los caminos y el fuerte invierno los habían mantenido alejados. Hasta hacía unas semanas, alcanzar la alejada frontera norte de Nox habría sido una misión imposible, ni aun contando con un caballo fuerte, mucho menos con un carruaje.
Exponiendo aquello había logrado detenerla. Y las noticias recibidas habían detenido al resto de sus hermanos también, por el momento. En cambio él, se había ofrecido a realizar la travesía apenas fuera factible hacerlo.
Cuando fue así, dejó atrás a Eilidh atentamente vigilada por Kyan, de visita, como de costumbre, en el castillo Drummond, y se marchó con una pequeña delegación de soldados de Glenley que estaban bajo su comando para visitar Nox, tierras que todavía se consideraban peligrosas.
A él no le habían parecido particularmente peligrosas, en realidad, se veían algo descuidadas y más pobres que el resto del reino, eso era todo. Aunque, desde luego, tampoco era raro, dado que habían sido declarados traidores y todavía había algo de recelo para reestablecer el comercio y las ayudas desde la Corte para aquel territorio.
Dioses, era tan extraño pensar que estaba allí, como un invitado, en aquel lugar que la mayoría de los pobladores del reino preferirían no pisar ni aunque su vida dependiera de ello.
–Buenas noches, milord –escuchó a sus espaldas. Ashton había estado tan concentrado que no se había percatado de que lo seguían.
–Buenas noches, Garrett –respondió con una amplia sonrisa– dioses, ¿alguna vez dejarás la formalidad? ¡Nos conocemos de casi toda la vida!
–¿Preferiría que lo llamara por su título militar? ¿Capitán Drummond? –soltó, con una nota de diversión en la voz.
–Preferiría que me llamaras por mi nombre a secas –apuntó, innecesariamente– aunque sé que no lo harás. Ni siquiera lo haces con mi hermano y creo que es la persona más cercana a ti después de tu hermana.
–Sí, lo es.
Ashton continuó caminando a su lado con Garrett, el capitán de la reducida guardia que custodiaba a Wes en aquellas tierras que por un capricho del monarca se habían convertido en su nuevo hogar.
–Está recuperándose –exclamó, sin poder suprimir del todo la emoción.
–Sí.
–Me parece tan irreal... difícil de creer.
–Lo sé. Apenas puedo creerlo yo y he estado aquí durante todo el... proceso.
–Wes... la ama.
–Eso dice.
–¿Y ella?
–¿Por qué debo ser yo quien responda este tipo de cosas? –gruñó Garrett, evidentemente incómodo. Ashton rió– creo que sí –respondió.
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Solo una promesa (Drummond #5)
RomanceTodo inició con un impulsivo rescate... Ashton Drummond, el hijo menor de lord Wulfric Drummond, se encontraba en búsqueda de ayuda cuando se encontró con una pequeña siendo atacada. Y, sin pensarlo demasiado, se lanzó a su rescate. Sin saber que a...