Capítulo 3

19 3 0
                                    


Lina
*****

¿Angelito, a qué se refería con eso?

Pasaron dos semanas y media desde que no había vuelto a ver a Marc, dos semanas y media desde que Ezra me había ayudado.

Dos semanas desde que no lo veía, pero aun así pensaba en él.

Después de mi fiesta de egreso, me había alejado de todo y de todos. Mis amigas estaban estudiando sus respectivas carreras y la mayoría de mis amigos estaban ahora en el ejército.

Me sentía más sola que nunca, estaba sola de no ser por una de mis amigas.

Una de mis amigas, Abi, está estudiando una carrera en enología, y eso le dejaba muy poco tiempo para sus cosas, pero siempre que puede me escribe y conversamos de la vida.

Ella es realmente especial.

Ella es ese tipo de persona que te ayudaría a desenterrar un cadáver si fuera necesario.

Admiro su forma de ser y cómo es capaz de todo por conseguir lo que quiere. La admiro por tratar de mantener nuestro grupito unido.

Aria, otro amigo, ahora estaba en el ejército. Lo llevaron un año a otro pueblo y no lo veía desde hace un año.

Hoy, de repente, tocó a mi puerta diciendo que tenía vacaciones, pero no quería ir a la casa de su madre.

Me pidió si podía quedarse en mi casa y no vi por qué no, de todos modos mi mamá casi nunca estaba y cuando estaba, venía acompañada de alguien.

Lo único malo de todo esto es que en mi casa solo había dos camas, la mía y la de mi madre, y no creo que Aria quiera dormir con mi madre.

Y el sillón es muy incómodo y pequeño, así que él tendría que dormir conmigo.

-Zanahoria, no me vayas a destapar porque hace frío en las noches -soltó una leve risa.

-Mejor quédate quieto porque te tiro de la cama -respondí tratando de contener la risa-, y no me llames zanahoria, no me gusta.

-Está bien, naranjita.

Qué apodos de mierda, pero me hacía gracia cómo los decía y cómo sonreía con malicia al verme enojada.

-¿No hay chance de que no me digas ningún apodo, verdad? -pregunté.

-Hay solo una chance y ya sabes cuál es.

-Ya te dije que no lo haré.

-¿Pero por qué? -interrogó.

-Porque irme a vivir contigo y que tú seas mi sostén no está bien.

-Gracias por decirme de la manera más bonita que no te caigo bien.

-No es eso, sabes que te quiero mucho, pero no puedo irme a otro lado donde no conozco nada ni a nadie -suspiré-. Además, yo no estoy estudiando y tampoco tengo ánimos de trabajar.

-Zanahoria, nunca dije que tendrías que trabajar o estudiar para vivir conmigo, puedo mantenernos a ambos.

-Pero sabes que no pienso ser una carga para nadie, ahora estoy sobreviviendo con la plata del seguro de mi padre.

-Sabes que para mí no serías una carga, además podrías ayudarme en mi casa con la limpieza y podrías cocinar.

-Ya veo para qué me quieres llevar, pretendes que sea tu sirvienta y poder decirme qué hacer -hice como si eso me ofendiera-. Qué feo de tu parte, Aria.

-Sabes que cuando quieras puedes ir, mi casa es tu casa.

Me tomó por sorpresa recibir un abrazo de su parte. Ambos nos quedamos en silencio y todo fue demasiado incómodo, hasta que en un momento sentí ruidos cerca de la ventana de mi habitación.

Tormenta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora