Capítulo 9

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Lina
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Ese beso fue tan, tan especial. Sentí que me ardían los labios con cada roce, y pensé que no podría detenerme.

-Lina, ¿ya está la comida?

Ese pequeño y molesto grito me trajo de nuevo a la realidad, sacándome del recuerdo del beso y volviéndome a mi infierno personal.

-Sí, está en el microondas, sólo tienes que calentarla.

Cierto, lo había olvidado: debía decirle que me iba a quedar con Aria por un tiempo.

-Me había olvidado de contarte que me voy de la casa por un tiempo.

-¿Cuánto tiempo? ¿Piensas volver? ¿Vas a llevarte el dinero?

-No sé por cuánto tiempo quiero quedarme. Aria me invitó a vivir con él y, por ahora, solo iré por un tiempo.

-¿Vas a llevarte el dinero?

Mujer, disimula, finge que te intereso.

-No, si eso te preocupa, no. Te daré la tarjeta el sábado en la mañana y a la tarde él vendrá por mí.

Esperaba algún tipo de respuesta de su parte, pero lo único que conseguí fue una media sonrisa al saber que "no me llevaría" el dinero.

Pasaron los días, y ya era viernes por la tarde-noche. En unas horas llegaría Aria y todo acabaría. Tendría un tiempo lejos de esta mujer y en paz.

Ezra no había dejado de escribirme desde que pasó eso, desde el beso.

[¿Aún sigues en tu casa?] Preguntó Ezra por mensaje.

[Sí, aún estoy aquí. En una hora Aria vendrá por mí.]

[Sal un ratito por favor. Necesito hablar contigo antes de que te vayas.]

[Estoy exactamente afuera ahora y no te veo. ¿Dónde se supone que estás?]

-Hola, Lina -dijo Ezra.

¡Qué susto! Casi me muero del susto. Había aparecido de la nada detrás de mí.

Me di vuelta y lo primero que vi fue su torso desnudo, su cuerpo lleno de tatuajes. Llevaba solo sus pantalones. Es invierno, debe estar congelándose.

-Vamos adentro, por favor, debes tener frío.

-Está tu madre; no quiero que tengas problemas por mi culpa.
Su mirada estaba perdida, miraba todo menos a mí. Indiscretamente evitaba verme a los ojos.

-Mi madre los viernes llega a las doce de la noche, pasemos por favor.

Le tendí mi mano y él la tomó. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué estaba así?

-Necesitarás una manta -dije e intenté dirigirme a mi habitación en busca de una, pero él me detuvo.

Tomó mi mano y la colocó en su pecho. Mi respiración se altero tanto que me dio miedo. Sentí el calor de su piel; su pecho se movía con cada respiración y, con él, mi mano.

-No tengo frío, puedes sentirlo.

-EFECTIVAMENTE LO SIENTO-.

-Pero estamos en invierno, vas a enfermarte.

-Lo que necesito ahora mismo es que no te vayas, necesito que te quedes aquí, necesito poder venir a tu casa y verte, aunque sea desde lejos.

-Tengo que irme, quiero irme.

-¿Pero por qué?, ¿Por qué con él? ¿Te irás a vivir a su casa?

Estos eran... no, realmente no podrían ser... o sí, parecen ser... pero, ¿y si no son...? ¿Por qué serían celos? No tenemos nada, apenas si nos conocemos, y él no me conoce nada.

Tormenta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora