Capítulo 13

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Ezra
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Las cortinas están cerradas, la luz apagada, y la sala apenas está iluminada por el fuego de la estufa. Ella está atada a una silla en el centro de la sala, con los ojos rojos de tanto llorar. Su cuerpo está apenas cubierto por unos pantalones cortos y una remera sin mangas.

Mi respiración era completamente normal. No había hecho esto de torturar antes, pero me gustaba.

Delante de ella había una mesita, sobre la cual comencé a colocar una serie de elementos que podrían generar miedo: unos cuantos cuchillos, una cadena, un pequeño encendedor, una picana eléctrica, entre otras cosas.

Su mirada se clavaba en cada uno de aquellos objetos, y luego la dirigió hacia mí, suplicando que no le hiciera nada, rogando piedad.

Era mejor que ella se preparara mentalmente para el dolor que vendría.

Tomé la picana y apreté el botón. La pequeña luz azul iluminó su rostro; la acerqué a su pierna y la dejé unos segundos sobre ella. Sus músculos se contrajeron, y un pequeño grito ahogado por la mordaza apenas se dejó oír.

Entonces le susurré al oído algo que no sabía si había entendido:

-No vas a volver a dañar a un ángel -fue casi intangible-, mi ángel.
La habitación se llenó de susurros y jadeos. Con uno de los cuchillos comencé a trazar una línea por su brazo.

-¿Vas a volver a maltratar a Lina? -pregunté, sin dejar de cortar su piel en aquella línea delgada.

Le saqué la mordaza de la boca, mientras el cuchillo ahora se encontraba en su cuello, demostrando que, si ella gritaba, moriría.

-¡Responde, mierda! -dije, tratando de no gritar.

-Yo no... déjame ir -dijo titubeando.

-Respuesta incorrecta. Pregunté si vas a volver a maltratar a Lina, no si quieres irte o qué piensas -hago lo posible por no matarla, pero no coopera-. Tienes una oportunidad más, solo una.

-No la voy a maltratar nunca más, pero por favor, déjame irme -respondió.

-¡DIJO QUE NO LA TRATARA MAL NUNCA MÁS! ¿YA ESTÁ, NO?-

Todavía hay algo que tiene que entender; luego dirá unas cuantas palabras.

-Cuando yo me vaya, vas a llamar a Lina y pedirle perdón. Vas a rogarle que te perdone y dirás que esta fue tu manera de lidiar con el duelo -expliqué, alto y claro-. Vas a pedirle que vuelva y que ya nada será como antes, ¿entiendes? -pregunté con el cuchillo aún en su cuello.

-Llamarle y pedirle perdón, sí, entendí -respondió, aún con el recelo de las lágrimas.

-Te faltó una cosa: pedirle que regrese aquí.

-Lo haré, pero por favor, ya no me lastimes. Ya no más -suplicó.

Obviamente tendría que usar todos los elementos que traje; de lo contrario, sería en vano. No los traería solo a pasear.

Usé cada uno de aquellos artefactos que tenía para ella. No fue para tanto; solo era dolor físico. Aquella perra pareció perder la conciencia del dolor, levantó su cabeza y se quedó mirando hacia el techo.

Cuando terminé, ella quedó en un estado de semiinconsciencia, su cuerpo temblando, sus ojos rojos y su cuerpo semidesnudo lastimado y enrojecido por la sangre.

La desaté y me fui.

Salí de su casa, pero no me iría del todo; aún quería ver si ella hacía lo que yo le había dicho.

Después de aproximadamente media hora, recobró la conciencia, se levantó de la silla y empezó a ver su cuerpo lastimado.

-¿Y SI AHORA LA ODIA MÁS, CREYENDO QUE ELLA TE MANDÓ?-

Y tengo una sola opción: matarla.

Se metió al baño y salió luego de otra media hora. Se había bañado y había quitado los restos de sangre de sus piernas y brazos.

Llámale o entraré nuevamente.

Ella tomó su celular y llamó a alguien.

-SI LLAMA AL LINA, NO LE CONTESTARÁ. PENSARÁ QUE ES POR EL DINERO-

Espero que esta vez conteste.

Al parecer nadie le contestó, pero ella volvió a intentarlo dos veces más. Lo hizo una última vez y parece que tuvo éxito. Se sentó en el sofá mientras miraba para todos lados, supuse que estaba esperando que yo no siguiera por ahí.
-Por favor, Aria, pásame con Lina.

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