Sombras del pasado

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Capítulo 9

Estoy en mis dominios, envuelto en la ensoñación que yo mismo tejo. Cada rincón de este reino onírico es una extensión de mis pensamientos y emociones, donde los sueños cobran vida y la realidad se disuelve en la imaginación. Aquí, el tiempo no tiene peso y los límites entre lo posible y lo imposible se desvanecen con la sutileza de una brisa nocturna.

Sin embargo, la paz en mi reino es interrumpida por una presencia familiar. Hypnos, mi hermano mayor, se materializa con su calma habitual, su silueta difuminándose entre la neblina de los sueños. Su sola presencia infunde un sosiego profundo, pero en sus ojos hay una inquietud que rara vez lo aqueja.

—Morfeo —dice con su voz serena, el eco de sus palabras deslizándose por el espacio intangible—. He notado algo inusual en Okníton últimamente. Sus acciones son cada vez más erráticas... más oscuras.

Sus palabras caen con un peso que no puedo ignorar. Okníton... nuestro hermano menor, el más turbulento de los tres. Siempre ha caminado en la frontera entre los sueños y las pesadillas, pero Hypnos no es alguien que se preocupe sin motivo.

—¿Qué tipo de cosas, Hypnos? —pregunto, mi voz teñida de una inquietud que intento disimular.

Él suspira, su esencia vibrando con la gravedad de su pensamiento.

—Está tejiendo sueños perturbadores. No son como los nuestros, Morfeo. No meras pesadillas pasajeras, sino algo más... malevolente. Como si estuviera sembrando terror con un propósito.

Frunzo el ceño. Okníton siempre ha tenido una inclinación por lo inquietante, pero esto suena distinto. Más premeditado. Más peligroso.

—Debería hablar con él —murmuro, aunque mis palabras son más para mí mismo que para Hypnos.

Él asiente con gravedad. Ambos sabemos que Okníton es impredecible, pero esto es algo que no podemos ignorar.

—Ten cuidado, Morfeo —advierte antes de desvanecerse en la neblina onírica—. La oscuridad que acecha en sus sueños podría ser solo el principio de algo mucho peor.

Y así, con el eco de sus palabras aún pesando en mi mente, cruzo el umbral de mis dominios y me interno en el reino de Okníton.

El aire cambia en cuanto atravieso la frontera invisible que separa nuestros mundos. Donde mi reino es un tapiz de sueños etéreos, este lugar es una vorágine de sombras vivientes. Niebla densa y oscura se enrosca a mi alrededor como serpientes hambrientas, susurrando en lenguas que no deberían existir. Aquí, la luz no se extingue; es devorada. Okníton me espera en el corazón de su dominio. Su presencia es un vacío que absorbe todo a su alrededor, como si incluso la esencia de los sueños fuera repulsada por su existencia. En sus ojos arde una chispa de algo frío, inhumano.

—Morfeo, el soñador —susurra, su voz deslizándose por el aire como el filo de una daga—. Qué sorpresa verte por aquí. ¿A qué debo el honor de tu visita?

Me mantengo impasible, aunque la atmósfera opresiva de este lugar me cala hasta los huesos.

—Hypnos me ha hablado de tus sueños, Okníton —digo, observándolo con cautela—. Sueños que no son propios de nosotros. No meras pesadillas, sino visiones que amenazan con desestabilizar todo lo que conocemos. ¿Qué es lo que tramas?

Él sonríe, pero no hay calidez en el gesto. Solo un deleite oscuro.

—¿Qué estoy tramando? —repite, como si saboreara las palabras—. Poder, Morfeo. Control absoluto sobre los reinos de los dioses y los mortales. Zeus y los demás olímpicos son débiles, atrapados en su arrogancia y ceguera. Es hora de que alguien con verdadera visión tome el control.

𝑺𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑶𝒍𝒊𝒎𝒑𝒐: 𝑼𝒏 𝒅𝒊𝒐𝒔 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒎𝒐𝒓𝒕𝒂𝒍𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora