V E I N T I C U A T R O

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"La lealtad se paga con Lealtad,La traición con lágrimas".

Los meses pasaban, las horas seguían golpeando los talones de cada persona dentro del bosque

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Los meses pasaban, las horas seguían golpeando los talones de cada persona dentro del bosque. A pesar de que el reloj seguía pasando y poco a poco empujaba con sus manecillas a los refugiados entre los altos pinos, Tobías no estaba asustado. En cambio, el paso del tiempo le relajaba; era una manera disimulada de saber que todo había terminado.

Ahora estaba con personas que lo trataban bastante bien. Las burlas habían puesto un punto final desde que sus pies salieron de esa cabaña, pero había algo raro.

Y es que no podía sacarse de la mente la cabaña, el olor a terror que siempre la invadía. Extrañaba entrar tarde a casa y ver a Brian durmiendo en el sofá. Extrañaba todos esos encuentros, jugar cartas y las pocas risas que llegaron a compartir. En silencio, seguía echando de menos todo. Incluso al de máscara.

¿Estaba volviéndose loco? Masky lo había tratado mal, había hecho de su enamoramiento una tortura y correa. De hecho, había sido por él que terminó saliendo a la primera oportunidad de allí. A veces la mente es extraña, se acostumbra tanto a algo que lo echa de menos, sin ver realmente qué tan bueno es eso.

Acostumbrarse a algo malo era volverse prisionero de un círculo de maltrato, casi como la droga: imposible de dejar aunque te pierdas y desaparezcas lentamente.

Estaba realmente sumergido en sus pensamientos que no había notado su falta de movimiento en la comida; se había quedado mirando un buen rato el servilletero sin servilletas que tenía frente a él. Había durado tanto haciendo esto que no pasó desapercibido por Kathe, quien, en su defecto, llevaba un buen rato mirando al castaño.

Tuvo tiempo suficiente de escanearlo, observar cada pequeño detalle y molécula del menor antes de que éste se percatara de su mirada y pudiera sonreír de manera tímida. La chica se mantuvo seria bajo la máscara un poco y después sonrió. Extraño.

¿Estás bien? — preguntó. Claro, su preocupación venía del tiempo en que el castaño tardó en notarla —. Por favor, dime que no eres así de distraído en las misiones — suplicó en voz alta. Realmente sería un problema.

Tobías la observó un momento. Una sonrisa diminuta se escapó de sus labios, entendía la preocupación de la chica. Después de todo, era como un soldado que se negaba a matar, casi tan incompetente como un chef que temía al fuego. Para estar donde estaba, tenía que ser bueno con los reflejos y sentidos. No entendía por qué su cuerpo había tardado tanto en notarla. Tal vez había una distracción más grande.

Tranquila, simplemente estoy algo distraído. No pensé que fuera realmente importante estar alerta en casa — soltó y claro tendría razón de no ser por omitir un detalle tan diminuto como gigantesco.

Claro, podemos relajarnos, pero tú estás desarmado. ¿Tus hachas dónde están? Tobías, este no es un campamento, en cualquier momento puede suceder algo. Si yo hubiera querido hacer una rebelión, ya te hubiera asesinado — mientras hablaba, la mujer metió una mano en su sudadera.

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