T R E I N T A Y UNO

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"Me apuñalaste cien veces y finguiste ser tu quien sangraba".

"Me apuñalaste cien veces y finguiste ser tu quien sangraba"

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Sus pasos marcaban un antes y después. Sentía sus lágrimas descender rápidamente por su piel casi pálida, se sentía infeliz. Sucia, incluso. ¿Cómo había sido tan estúpida, tan cobarde para callar? Se sentía humillada y utilizada. Sentir todo esto le causaba aún más repulsión hacia su propia presencia. Ni siquiera había sido ella la víctima y actuaba como una. Qué asco, se repitió.

Abió la puerta y el humo del cigarro golpeó su nariz, casi con la misma fuerza con que ella tomó al hombre arrojándolo al suelo. El que acepta guardar silencio no siempre es tan malo como realmente aparenta, solo está asustado. Pero eso no justifica sus acciones. Si puedes ayudar a alguien, hazlo; no hay sensación más linda que sacar del agua a alguien que se está ahogando.

¡Qué mierda hiciste, eres un cabrón! — gritó tan alto que casi llegó a creer que su garganta se había rasgado. Su voz sonaba quebrada, pero en ningún momento tambaleó su molestia—. No eres más que un sucio idiota. Las personas como tú me dan asco.

Dicen que las personas molestas mienten con aquello que dicen porque los sentimientos les controlan, pero eso es mentira. El sentimiento y los pensamientos negativos son reales, aunque sea por un instante; eso no significa que no estuvieron ahí. Una persona molesta dice lo que siente sin tacto.

¿Cómo yo? Somos iguales, Kathe — habló. Intentó ponerse de pie, pero un golpe en el pecho le impidió llegar más allá, pues la mujer le había pateado, manteniendo su cuerpo contra el piso.

¿Iguales? No, Cat. No somos iguales — siguió—. Daño a personas por intentar mantenerme con vida, eso se llama supervivencia. Tú lo haces por placer, eso es sadismo — continuó. El cigarrillo permanecía a un lado del mayor; el humo volaba mezclándose en el viento que en ningún momento dejó de soplar.

Parecía molesto, como si quisiera arrancar los árboles de raíz, destruir todo a su paso y volver a empezar. Un pensamiento que seguramente todos tuvieron en algún momento: la oportunidad de tener una nueva vida donde obtener lo que les fue negado en esta. La idea era tentadora, pero no para Kathe. Estaba harta simplemente; no importaba que le prometieran ser feliz en una vida alternativa, siempre negaría. Era suficiente para ella, simplemente quería irse.

No le importaba morir sin saber qué era una amistad, aunque ahora temía que la tuviera y la hubiera perdido. No le interesaba enamorarse, pues los ejemplos que veía pasar por sus ojos la tenían aterrada. Si solo eres tú, es imposible que te dañen.

Entonces, ¿qué harás, Kathe? —balbuceó—. ¿Vas a ayudarlo? Lo dudo —siguió. Sabía demasiado bien qué decir para darle un poco más de dolor a la mujer, sin saber que el arrepentimiento no era su emoción dominante en ese momento.

No, no lo ayudaré. Porque no puedo hacerlo — estas palabras hicieron que la sonrisa en el rostro del contrario creciera con un toque de burla y satisfacción—. Pero tú deberías ser consciente de algo, Cat.

El hombre la miró serio mientras intentaba adivinar a qué se refería. No sabía de qué debía ser consciente, siempre fue planeando las cosas una por una para encargarse de unirlas cuidadosamente y lograr que todas encajaran entre sí. Una mentira siempre toma tiempo. Una venganza siempre quita más a la persona que la busca que al sujeto que debe.

Tú deberías saber cuánto tiempo lleva una venganza, Cat. No somos amigos. Nunca lo fuimos, ¿te das cuenta? Solo consigues que te amen cuando eres totalmente contrario a lo que eres en realidad, ¿eso no te dice nada? —murmuró cada palabra con odio, y era cierto. El hombre solo era atractivo cuando mentía con su actitud.

¿Planeas matarme? soltó. Este comentario le puso inquieto y no negaría que dañó su ego levemente. Después de todo, una verdad siempre arde.

La mujer caminó un poco mientras sentía el frío viento golpear sin tanto tacto su cuerpo, pues este mismo le despeinaba jalando su cabello y haciéndolo volar en las corrientes salvajes de aire que arrasaban con las ramas de algunos pinos. El estruendo era grande, pues incluso a su distancia se escuchaba dentro del bosque.

Yo no, Cat — habló. Su comentario quedó flotando en el aire, uno que comenzaba a faltarle al felino. Este se sentó en el suelo. La tierra estaba suelta, así que no fue difícil para él agarrar un puñado.

La mujer se había metido a la casa, pero por alguna razón él era incapaz de imaginarse siquiera regresando ahí. Tal vez su propio recuerdo le atormentaba, la manera repugnante de su actuar. Tal vez se arrepentía.

O tal vez solo fingía de nuevo.

Planeó levantarse, pero justo en ese momento pudo ver cómo el polvo comenzaba a humedecerse. La lluvia había llegado. Se sentía acompañada, pues en otra zona había otra persona que lloraba con ella, aunque con mucha más intensidad. No importaba, ella callaría sus gritos hasta que la luna llegara a besar su frente y dejarlo caer en el mundo de los sueños.

Su mandíbula se tensó y cuando se puso de pie, la tierra (ahora barro embarrado en sus manos) despertó recuerdos en su mente que le hicieron estremecer. Lo recordaba. La manera en que salió del auto de policía de su padre. Cómo intentó escapar mientras era seguido por un adulto extraño de máscara. Era un niño, obviamente se cansó rápidamente y cuando este intentó atraparlo, un estruendo de bala se escuchó. Su padre gritó su nombre.

— "¡Rodrigo!" —el chico tapó sus oídos mientras se encorvaba. Sus ojos se mantenían increíblemente abiertos y los recuerdos no dejaban de aparecer—." ¡Vuelve al auto!"

"Papá" la palabra se repetía en su mente. Luego todo siguió. Pudo ver cómo el encapuchado aparecía detrás de su padre, detonando un arma, dejando libre una bala que acabó con la vida de su progenitor.

Su cuerpo temblaba y no era por el agua fría, era por el recuerdo. Su mente jugaba con él y los recuerdos. Gracias a eso, el operador le había tomado, un siervo por un siervo. Aunque esto no tenía sentido. Masky no murió en ese momento, ya tenía su inmortalidad por mano ajena y al parecer les era imposible envejecer, pues habían pasado casi trece años desde aquel día.

Trece años fingiendo, trece años creando una personalidad que todos amaran, para desviar la atención de sus verdaderas intenciones. Dejaba que su sonrisa distrajera a todos del odio que dejaban ver sus ojos. Entonces, si la venganza era con Masky.

¿Por qué tomo a Tobías?.

¿Por qué tomo a Tobías?

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