C A T O R C E

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"Tal vez si dejas de decirte a ti mismo que estás roto,puedes comenzar a sanar".

"Tal vez si dejas de decirte a ti mismo que estás roto,puedes comenzar a sanar"

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La mañana trajo consigo nuevos aires. La lluvia no se había detenido en toda la noche y ahora parecía estar más calmada.

Tobías se había despertado temprano. Cat se lo había pedido para que pudieran aprovechar el día, dar una ronda temprano y en la tarde la segunda, de esa manera aprovecharían la sombra.

Aunque, siendo honestos, el sol no aparecería, tampoco sería persistente.

—  ¿Estás listo? — preguntó el hombre mientras se abrochaba las cintas de sus nuevas botas. Era un milagro que ambos hombres calzaran del mismo número.

—  Lo estoy. Creí que te levantarías más temprano para tomar café. Te preparé uno y esperé a que bajaras, pero no llegaste — dijo el castaño mientras apuntaba con su dedo la taza que reposaba en la mesa de madera.

El olor a humedad era algo fuerte, pero acostumbrados casi era invisible para ambos.

Sí, bueno. Me quedé dormido, apenas pude levantarme hace minutos, me superaste chico — soltó. Su mirada se enfocó en su acompañante.

El hombre abrió la puerta y analizó un poco. Odiaba la lluvia, aun así, sonrió y dejó salir al castaño para poder ir detrás.

El clima es genial, ¿no lo crees? — dijo mientras miraba el cielo. Un pequeño toque de disgusto se posó, obligándolo a arrugar la nariz, para después volver a su antiguo semblante.

Lo es, adoro la lluvia, es lo mejor — el chico sonrió mientras extendía su mano, dejando que el agua hiciera contacto con ella.

El hombre colocó su máscara de manera correcta y caminó. Después de unos pasos, se giró extendiendo ambas manos a sus costados mientras disfrutaba el clima.

Vamos, Tobías, acompáñame — soltó una risa que fue correspondida por el castaño, quien no se la pensó tanto y le siguió.

Todo el tiempo que duró la vigilancia estuvo repleta de risas, chistes y momentos donde solo se observaban mutuamente.

¿Sabes qué es lo que más amo de la lluvia? — preguntó Cat, mientras se arrodillaba para volver a atar las cintas de sus botas.

Qué raro, estas estaban en un nudo perfecto que fue disuelto por el mayor antes de que Tobías pudiera observar y darse cuenta de este detalle.

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