11. El mejor equipo.

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Las cavernas se extendían por debajo de la superficie de la tierra, sus pasadizos tortuosos y oscuros. Narumi y Asumi se abrieron camino a través de las sombras, sus trajes brillando con un débil resplandor en la oscuridad. El eco de sus pasos rebotaba contra las paredes de roca y se perdía en la negrura.

Narumi se adelantó, su mirada alerta y fija en el entorno. La temperatura comenzó a bajar a medida que descendieron, el aire se hizo más frío y húmedo.
Asumi se presionó contra Narumi, su voz suave y preocupada.

—¿Qué crees que vamos a encontrar aquí? —preguntó, su mirada agazapada.

Narumi y Asumi avanzaban cautelosamente, sus miradas fijas en el terreno irregular y resbaladizo que se extendía ante ellos. El eco de sus pasos resonaba en las oscuridades y sombras cavernas, como un ritmo de tambor latente.
Narumi se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Asumi.

—Necesitamos mantenernos cerca—, dijo Narumi, con sus palabras entusiastas y profundas. —No podemos permitir que nada nos separe.

Asumi se acercó a Narumi y miró sus ojos, su rostro lleno de determinación.

—¿Qué te preocupa? —preguntó, su voz suave y cargada de preocupación.

Narumi suspiró y cerró sus ojos, su corazón latiendo contra su pecho.

—Necroza es peligroso—, dijo, con sus palabras cariñosas y apremiantes. —No podemos permitir que nos haga daño.

Asumi le pasó la mano por la mejilla y le dio una suave sonrisa.

—Confía en mí—, dijo, su voz baja y tierna. —Sé cómo cuidarme.

Narumi y Asumi prosiguieron su camino, cada paso más confiado y seguro que el anterior. Entonces, algo se movió en las sombras y Narumi dio un paso adelante, listo para defenderse.
Pero antes de que pudiera reaccionar, algo se movió con rapidez y los soldados se encontraron agarrados por varias manos oscuras.

—¡Alto! —gritó Narumi, su voz alta y entusiasta. Pero sus protestas fueron ignoradas y ambos se encontraron arrastrados hacia el fondo de las cavernas, sus voces amortiguadas por las palmas de las manos.
El sonido de los latidos de su corazón se hizo más fuerte en sus oídos, los ojos de Narumi se desplegaron con emoción mientras intentaban liberarse.

Ambos se despertaron en una caverna oscura, sus trajes y sus armas habían sido desmontadas y sus manos y pies estaban atados.

Narumi se debatió contra sus ataduras y miró a Asumi, su voz apremiante y resuelta.

—¿Estás bien?—preguntó, sus ojos llenos de preocupación.

Asumi trató de incorporarse y se volteó para mirar a Narumi.

—Creo que me di un golpe en la cabeza—, dijo, su voz débil y aturdida. —¿Dónde estamos?

Narumi bajó los ojos y cerró los ojos.

—Estamos cautivos en las cavernas de Necroza—, dijo, sus palabras lentas y pesadas.

Mientras Narumi trataba de procesar su situación, una voz extraña y fría salió de la oscuridad.

—Bienvenidos a Necroza—, dijo la voz, sus palabras resonando en la caverna oscura. —Hemos esperado hacerles una visita.

Narumi se irguió y miró al hombre que apareció en la sombra, sus ojos oscuros y sombríos.

—¿Quién eres? —preguntó Narumi, con voz firme y entusiasmada. —¿Qué quieres?
El hombre se rió, su risa fría y sin tono.

—Soy el científico jefe de Necroza—, dijo, sus palabras lentas y mortecinas. —Y lo que quiero es continuar los experimentos de Kafka Hibino.

Amor sin límites: Hoshina y YuzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora