15. Cada vez más cerca

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El tercer día desde su captura, Narumi había logrado abrir la cerradura de su celda parcialmente, aprovechando cada momento de silencio entre las patrullas de los guardias. Sin embargo, el sonido de pasos resonó en el pasillo, alertando a ambos prisioneros.

El guardia se detuvo frente a la celda, su linterna barriendo el interior con cuidado.

—Todo parece estar en orden aquí—, murmuró para sí mismo, antes de continuar su ronda hacia las celdas vecinas.

Narumi y Asumi se miraron con alivio contenido.

—Por poco...—, susurró Narumi en voz baja mientras volvía a cerrar la cerradura parcialmente antes de que los descubrieran por completo.

Pasaron las horas, y la desesperación comenzó a filtrarse en sus corazones. Narumi se dejó caer contra la pared de la celda, mirando al techo con frustración.

—No puedo creer que estemos atrapados aquí. Todo esto es una pesadilla. —dijo Narumi con desesperanza en su voz.

Asumi, siempre la voz de la razón, se acercó y se sentó junto a él.

—Narumi, hemos pasado por cosas peores. Saldremos de esto también.

— Lo sé, pero cada día que pasa siento que se nos acaba el tiempo.

Asumi puso una mano en su hombro, su toque cálido y reconfortante.

—No estamos solos. Tenemos que mantenernos fuertes el uno para el otro.

Narumi giró la cabeza para mirarla, viendo la firme determinación en sus ojos. Una emoción inesperada comenzó a crecer en su pecho, algo que no había sentido con tanta intensidad antes.

—Asumi, no sé qué haría sin ti. Te has convertido en mi soporte.

Asumi sonrió suavemente, sus ojos brillando con un afecto que había estado allí todo el tiempo.

—Y tú me das fuerza, Narumi. Juntos podemos superar cualquier cosa.

En medio de la desesperación y el caos de su cautiverio, un vínculo más profundo comenzaba a formarse entre ellos. La cercanía física y emocional en la celda fría y oscura les ofrecía un refugio inesperado, un lugar donde podían encontrar consuelo y esperanza en los brazos del otro.

—Prométeme que saldremos de esto juntos.

Asumi tomó su mano con firmeza, entrelazando sus dedos con los de él.

—Lo prometo, Narumi. No te dejaré solo.

En la penumbra de su prisión, Narumi y Asumi se aferraron el uno al otro, encontrando en su conexión emocional la fuerza para seguir adelante.

Narumi y Asumi estaban agotados, física y emocionalmente. Narumi había logrado abrir parcialmente la cerradura, pero cada intento de escape se veía frustrado por la vigilancia constante de los guardias. Sin embargo, lo peor estaba por venir.

Ese día, los guardias entraron en la celda y, sin previo aviso, arrastraron a Asumi fuera. Narumi luchó con todas sus fuerzas, pero fue rápidamente reducido y atado a una silla en una sala contigua, donde una gran pantalla mostraba lo que sucedía en la habitación de al lado. Sus gritos de protesta resonaban en el pasillo, pero fueron ignorados.

En la pantalla, Narumi vio cómo Asumi era asegurada a una camilla, rodeada de máquinas y tubos. En la sala, apareció Horie, su expresión fría y calculadora.

—¡Déjala en paz! ¡Asumi no tiene nada que ver con esto!

Horie se acercó a la pantalla y miró a Narumi con una mezcla de curiosidad y desdén.

Amor sin límites: Hoshina y YuzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora