20. El final de nuestra historia.

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El sonido de una nueva explosión fue ensordecedor. Un destello de luz inundó el campo de batalla cuando el núcleo del kaiju finalmente detonó, atrapando a Soshiro Hoshina en el epicentro. Yuzu gritó su nombre, intentando correr hacia él, pero la onda expansiva la lanzó lejos, golpeándola contra los escombros.

—¡Hoshina! —su voz se quebró en el aire mientras los escombros y el humo envolvían la zona.

Kikoru la sostuvo por los hombros, impidiéndole avanzar más allá de la zona de peligro. Pero Yuzu apenas podía respirar. El hombre al que amaba, el único con quien imaginaba su futuro, estaba allí atrapado en la destrucción.

Los minutos que siguieron fueron un caos. Los equipos de rescate llegaron de inmediato, pero nadie pudo confirmar si había sobrevivido. Con cada segundo que pasaba, la esperanza se desvanecía un poco más. Yuzu temblaba, con lágrimas silenciosas recorriendo sus mejillas, aferrándose a la posibilidad de que aún estuviera con vida.

—Él no... —empezó, pero Kikoru la interrumpió, firme.
—No te atrevas a rendirte. Es más fuerte de lo que cree.

En medio del Colapso
Dentro de la zona cero, Hoshina yacía bajas toneladas de escombros. Sus costillas ardían y la sangre goteaba por una herida en la cabeza. El impacto había sido devastador, pero en el último segundo, había usado su espada para desviar parte del núcleo en explosión, protegiéndose con una barrera improvisada de metal y concreto.

Cada respiración era una lucha, pero estaba consciente. "No es así como termina", pensó, con los labios ensangrentados pero la voluntad intacta. Con movimientos lentos y precisos, como si estuviera en una batalla más, empezó a empujar los escombros que lo aplastaban.

El dolor en su cuerpo era punzante, pero la imagen de Yuzu esperando afuera lo impulsaba a seguir. "No puedo dejarla sola", se repetía, casi como un mantra.

Pasaron horas hasta que los rescatistas lograron abrir un pasaje hacia donde Hoshina estaba atrapada. Entre el polvo y la oscuridad, los buscadores apenas pudieron distinguir su figura cubierta de heridas y sangre seca.

—¡Aquí! ¡Está vivo! —gritó uno de los oficiales, encendiendo una bengala.

Soshiro fue sacado lentamente, su cuerpo magullado pero su mirada tan firme como siempre. A pesar del agotamiento, sus labios se curvaron en una sonrisa tenue cuando vio a Yuzu entre la multitud, corriendo hacia él.

—Te dije que no me desearías de mí tan fácil —susurró Hoshina con voz ronca mientras Yuzu lo abrazaba con fuerza, ignorando las lágrimas que caían sin control.

—Idiota... —murmuró ella, aferrándose a él—. Pensé que te había perdido.

—Nunca me perderás, Yuzu. No mientras tenga algo por lo que luchar.

Tras días de recuperación, Hoshina fue dado de alta del hospital, aunque con un brazo vendado y algunas costillas rotas. Pero el guerrero seguía en pie, con más ganas de vivir que nunca. Esa explosión había sido una prueba más, y como siempre, había sobrevivido. Porque sabía que el amor era más fuerte que cualquier amenaza.

Yuzu y él nunca hablaron mucho sobre la explosión después de eso. No necesitaban hacerlo. La mirada que compartían cada día era suficiente: ambos sabían que, sin importar los desafíos, siempre volverían el uno al otro.

Y así, Hoshina sobrevivió, no solo a la explosión, sino también al miedo de perder lo más importante: su amor por Yuzu y la promesa de un futuro juntos.

Kikoru y Yuzu habían regresado al campo de batalla que había quedado en ruinas. Los últimos ecos de las explosiones se desvanecían en la lejanía mientras las fuerzas de defensa recogían los restos del último kaiju. Yuzu respiraba profundamente, con la espada aún temblando en su mano. A su lado, Kikoru Shinomiya, su hermana mayor, la observaba con una mezcla de orgullo y alivio. Ambas habían enfrentado la amenaza juntas, como hermanas que no solo compartían lazos de sangre, sino también el destino de proteger al mundo.

Amor sin límites: Hoshina y YuzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora