Me movía silenciosa, como una serpiente que espera al acecho de su presa. Bueno, lo haría de no ser por las monedas que tintineaban en torno a mis caderas. Mi objetivo era un brujo amante de su dios y de conducta intachable. Solo tuve que indagar un poco para descubrir que repartía su amor con mucha alegría.
Le encantaba ir a burdeles, en especial al Terranaire, un local muy exclusivo con fama de tener muchachas exóticas. Y allí me encontraba yo, con una túnica ligera y un velo que me cubría el rostro de forma que fuese imposible identificarme. De todos los lugares posibles, aquel era en el que más gente me podría reconocer.
Mientras que avanzaba a paso presuroso, atisbé a unas cuantas caras conocidas hasta llegar a mi destino. Pasé a la habitación y le vi sentado en la cama, con una barriga exuberante y rojo por el vino aromático que me inundó las fosas nasales.
Me quité el velo y sonreí fingiendo inocencia, y él me miró lleno lascivamente.
-Ven, acércate, no seas tímida. Te aseguro que vas a disfrutar.
-Te aseguro que yo sí lo haré, reí mostrando mis colmillos.
Me senté en el suelo, satisfecha del resultado. Creo que soy bastante creativa, y mi obra lo demostraba.
Estaba tendido en el catre como su dios lo trajo al mundo. Pobre, no llegó a verme ni un centímetro de piel. En su cuello estaba el velo, que había usado para estrangularle. Le había dibujado la marca que en su religión se tatuaba a aquellos que habían cometido un pecado tan grave que se les condenaba al infierno.
Ya solo faltaba el toque final, me acerqué y puse en su pecho una rosa del color de la noche con grandes espinas en su tallo. Me giré sobre los talones y me marché tras encargarme del primero de la lista.
Vestida de nuevo como una joven dama me aproximé a la muralla con paso firme y los guardas me dejaron pasar sin molestarme. Pasaba por los establos cuando oí unas voces procedentes de allí. Entré para encontrarme con una pequeña pelea, aunque las espadas eran de madera y los combatientes no eran muy hábiles en su manejo. Lo que me sorprendió es que uno de ellos era una chica, la mejor de los dos sin duda.
No era el mejor duelo que había presenciado ni mucho menos, pero me quede absorta viéndolos luchar entre gruñidos y gritos de frustración. Entonces el chico se percató de mi presencia y se paró un instante, su desconcentración en esa fracción de segundo le sirvió ala chica para ganarle.
-¿Se puede saber que te pa..? comenzó ella, pero al verme empalideció y cerró la boca. El chico, claramente asustado, salió corriendo y yo me quedé algo perpleja.
-Parece que a tu amigo no le gusto mucho, dije con voz suave, rompiendo un tenso silencio que se había establecido en el ambiente.
-Siento mucho su comportamiento, mi lady, él no pretendía ser maleducado, pero tiene miedo de que le harían si descubren que el encargado de los establos pelea conmigo.
-¿Cuál es tu nombre?
-Lady Beth, mi lady. Hicimos una absurda reverencia y el incómodo silencio se adueñó otra vez del lugar.
-Se lo suplico, no diga nada de Carl o de que practico con espadas, mi padre se enfurecería conmigo y me tendría todo el día con las lagarta..digo damas de la corte.
-No sería justo acusarla de algo que yo misma hago, mi lady, dije sintiendo pena por aquella chica con la cara manchada de tierra y ropa de hombres. Más tarde o más temprano, la casarían con un hombre estúpido y rico y tendría a sus hijos.
Sus ojos se iluminaron de alegría y dejó de lado los formalismos.
-¿De verdad? ¿Tú peleas? ¡por fin alguien a quien no le interese hablar de hombres y vestidos!
Estuvimos hablando un rato de lo idiotas que era la nobleza en general y de nuestras armas favoritas. Ella se inclinaba por la espada, yo por una daga.
-¿Naya? me giré para ver que quería.
-Antes de irte...solo quería avisarte de que tienes la mejilla manchada de rojo. Asentí con una sonrisa algo tensa y me restregué el puño contra la cara, rezando para que se me quitase, pues dudaba que los demás fuesen tan inocentes o despreocupados como ella.
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Ojos de sangre
FantasyVaya a donde vaya, siempre dejo una estela de muerte, dolor y destrucción a mi paso. ¿Por qué? Porque soy un demonio vengador. He recibido multitud de nombres a lo largo de mi existencia: ladrona de vidas, viuda negra, hija de la muerte, y por el qu...