Cap 24: I AM COMING

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Como comenté en el último capítulo iba a tomarme un descanso de la historia (y bien largo ha sido) y siento muchísimo haberlo hecho, pero las buenas noticias son que, si seguís interesados, voy a actualizar la historia de forma regular hasta tenerla terminada. Gracias a todos los que me leéis por vuestro apoyo y por lo feliz que me habéis hecho sentir a lo largo del proceso de creación de esta obra: vuestros comentarios y apoyo me dan mucha alegría.

La velada transcurría con naturalidad: muchos eran los que se habían sumado al baile y los que no se encontraban sentados charlando amigablemente entre ellos, una aparente alegría y armonía reinando en el ambiente. Pero yo tenía un instinto muy desarrollado, y había algo, no podría señalar exactamente qué, que me hacía pensar que algo muy grande estaba por venir.

Y esas sensaciones que se agolpaban en mi pecho, todas ellas tenían un origen, más o menos claro: Nius. Algo en él no cuadraba, era como contemplar las piezas de un puzzle, saber que estaban mal colocadas y sin embargo ser incapaz de formar con ellas el rompecabezas. Simplemente había que observar el rostro de ese príncipe brujo que se había vuelto un obstáculo en mi maldito camino: una sonrisa perenne le ocupaba el rostro, haciendo que todas las jovencitas del baile suspirasen en nuestra dirección: ¿desde cuándo el chico que yo había llegado a conocer algo en las últimas semanas, siempre tan serio y cínico, exhibía una sonrisa sincera?

¿Sonrisas falsas? Creo que no he conocido a hombre más falso que él, y sin embargo no parecía ser capaz de contener la alegría en ese momento. Para que alguien como ese maldito estuviese tan feliz algo gordo se avecinaba: y lo más probable es que si para él era algo bueno, es que para mí fuese algo malo.

-¡Naya!- comenzó a gritar Beth, para al instante siguiente taparse la boca- digo...lady Naya- rectificó al ver la mirada de desaprobación de los que nos rodeaban- ¿Juegas un rato a las cartas? A las damas de mi grupo de juego nos falta una integrante. Hermano, te tendré que robar la acompañante.

Justo lo que necesitaba: tenía la sensación de que el brujo planeaba algo y su hermana me apartaba de él, impidiendo poder así controlarme por si intentaba algo. Menuda compenetración que tenía la mocosa, no podía venir en cualquier otro momento.

La acompañé a la mesa de juego, y ya allí intenté tener bajo mi mirada a Nius, pero a cada minuto que pasaba le notaba más contento y yo me ponía más alerta. ¿Qué narices estaba planeando?

-Beth, necesito hablar contigo.

-¿Qué?

-En privado, susurré con urgencia. Lo que estaba a punto de hacer era una humillación total, pero por algo dicen eso de: en tiempos desesperados, medidas desesperadas.

-¿Qué me querías decir, que tanta prisa tenías que me has arrastrado hasta aquí?- me pregunta una vez nos hemos alejado de la mesa y nos encontramos en un rincón aislado. Suspiré para prepararme para lo que estaba a punto de decir.

-Eh, Beth...tú sabes que me encanta estar contigo (francamente, eso es muy cuestionable) pero resulta que mi intención en esta fiesta era estar con tu hermano porque... tengo cierto interés en él (es cierto, aunque no de la manera en que crees humana).

Vi cómo los ojos se le llenan de lucecitas, y esbozó una sonrisa que pretende ser pícara y llena de complicidad que no me gusta nada. Venga Nayisah aguanta...por el bien de la misión, si tienes que fingir que te gusta el principito malvado, lo haces- me repetía internamente para darme ánimos.

-¿Te gusta mi hermano?- oh dios no, no insistas.

-Siento...cierto interés en él, sí, así que si puedes inventar alguna excusa para que pasemos un rato juntos, te lo agradecería enormemente- casi noté la humillación filtrarse en mi tono, logrando reprimirla a duras penas.

-Oh, por supuesto. ¿Si no...para qué estarían las amigas? me contestó con un guiño cómplice, y me sentí algo culpable por esta humana. Algo irritante sí, pero adorable en cierta manera.

Me arrastró hasta llegar a un lateral del salón en el que Nius entablaba conversación con una pareja de aspecto respetable. Se giró al oír nuestros pasos y, en vez de parecer molesto como hubiera esperado, sonreía igual de relajado que antes. Era peor de lo que pensaba...

- Hermano, lamento molestar, pero lady Naya parecía algo aburrida jugando a los naipes con nosotras y no he podido evitar sentirme algo culpable por habértela robado hace un rato, en mitad de vuestro baile. ¿Danzaríais con ella?

-Por supuesto, si me disculpan- se volvió para despedirse de la pareja y me llevó al centro de la sala, donde el resto bailaba. 

-Dime, ¿qué es lo que hace que frunzas el ceño de esa forma? Pareces preocupada, y esta velada es demasiado buena como para no disfrutarla. Es más, presiento que va a ser...inolvidable- me preguntó nada más comenzamos a girar.  

¿Inolvidable? Nunca me habían gustado las sorpresas, y menos viniendo de él... Apartó la mirada un momento y seguí la dirección de sus ojos hasta una figura que se movía en dirección a la salida: era un sirviente, si sus ropajes daban alguna pista de su identidad, y su celeridad no parecía presagiar nada bueno.

Justo en ese momento, un grito paralizó a la sala entera.

-¡El rey ha sido envenenado! ¡Que alguien llame a un médico!- todos posamos la vista en el rey, y el espectáculo era grotesco: espumarajos saliendo de su boca, los ojos acuosos inyectados en sangre, una mano posada sobre su garganta al mismo tiempo que de ella salían desagradables ruidos. Un médico llegó justo a tiempo de ver cómo el borrachuzo se caía desplomado y en un estado de rigidez: ya no había nada que hacer.

Una muerte poco digna para alguien de la talla de un rey, aunque bueno, poco digno había sido también en vida, por lo que en lo que a mí respecta, poco se podría quejar desde el otro lado. 

El salón se había sumido en un absoluto silencio, nadie saliendo del estado de estupor: sin asimilar lo que acababa de ocurrir. Yo, sin embargo, tenía una muy buena idea de quién era el responsable de la lamentable escena que acababa de presenciar. Fijé la mirada en Nius, que contemplaba la situación con un rostro inexpresivo, pero yo sabía mejor: detrás de esa cara de póquer, se escondía un semblante victorioso: mis sospechas confirmadas cuando vi un ramalazo de satisfacción pasar por su mirada.

Justo entonces, se volvió en mi dirección. Había estado tan ocupada intentando descifrar lo que escondía su rostro, que no me había dado cuenta de poner mi fachada en pie: y lo supe.

Supe que él sabía que yo lo sabía: que yo sabía que el cadáver que descansaba a pocos metros de nosotros había sido su obra. Lo supe cuando vi cómo sus ojos se estrechaban en una mirada peligrosa. Y yo estaba metida en un buen lío.

Ojos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora