Cap 22

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Creo que estar entre humanos me está afectando porque me sentí algo...¿nerviosa?. Yo, nerviosa, por cenar con los nobles de palacio cuando he estado ante situaciones que harían estallar el corazón del hombre más tranquilo y ni he pestañeado.

Me alisé el vestido y miré mi imagen en el espejo: elegante, segura y mi cara no revelaba ni emociones ni daba a entender que era un demonio planeando una retorcida conspiración. Bien.

En ese momento llegó un mayordomo que se prestó con gran educación a acompañarme hasta el salón en el que se celebraría la velada y puse mi sonrisa más encantadora. La verdad, no sabía exactamente en que consistía una velada. ¿Cena con algo de música para que los silencios no fueran tan incómodos? ¿O habría baile?. No había sido algo sobre lo que interrogar a Beth, porque por mucho que fuera una princesa rebelde a la que le gustase pelear con espadas y ensuciarse de barro; sospecharía.

Y no podía sospechar, porque entonces metería las narices donde no debiera y al final descubriría algo y yo tendría que matarla. Una princesa muerta da muchos problemas, aparte de que me cae bien y sería una lástima tener que cortar su cuello.

Tampoco había podido comunicarme con Mariett. Al parecer, estaba de viaje en un sitio perdido de la mano de Dios para respirar aire fresco o algo por el estilo. Sonreí al imaginarme a la siempre perfecta y estirada Mariett olisqueando una margarita o corriendo tras una mariposa. No, seguramente antes una rana criaría pelo antes de encontrarla de esa guisa.

El discreto criado comenzó una agradable charla, en la que en realidad me describía con todo lujo de detalles a los asistentes de esa noche, sus nombres y una breve explicación de su carácter. En mi interior se lo agradecía profundamente, porque en este tipo de estúpidas reuniones sociales se supone que debes conocer a todos antes siquiera de que lo hayas visto en persona.

No tiene sentido que te presenten a alguien y ya den por hecho que tengas que conocer de entrada hasta el nombre de su abuelo. Cuando me quise dar cuenta, estábamos de pie frente a una pequeña compuerta flanqueada por dos corpulentos guardas que lucían unas relucientes y por lo que vi, afiladas lanzas.

Era una habitación de la que estaba segura que no había pisado antes. Amplia para que un número reducido de personas pudieran moverse con total libertad y acogedora a la luz de los candelabros, perfecta para un pequeño festín.

Había varios grupos diversos por la estancia y rápidamente Heidi acudió a saludarme con su inseparable hermana. Eran muy parecidas físicamente y lo cierto es que no podría decir quien tenía el orgullo de portar el título a la más insufrible del año, estaban a la par.

En seguida llegó la familia real y todo el mundo agachó la cabeza ante la entrada del monarca, que pasaba olímpicamente del gentío y miraba con un ansia mal reprimida la fuente de muslos de pollo que acababan de depositar en una de las mesas.

-¿No está vuestro hermano lord William?intenté que la pregunta sonara despreocupada aunque un toque de ansiedad tiñó mi voz, ya sentados todos en sus correspondientes mesas. No quería denotar mucho interés pero la perspectiva de pasar una cena que podía alargarse un buen par de horas sin una cara agradable cerca era poco alentadora.

-¿Will? preguntó Heidi extrañada, como si le acabase de contar que me comía niños en el desayuno. Aunque bueno, si supiese lo que soy no habría nada capaz de hacerla pensar lo contrario. Después de un par de segundos, se llevó una mano a la boca disimulando una risilla e intercambió una mirada cómplice con su hermana.

-Oh, a Will no le gustan mucho los eventos de esta...clase-señaló a su alrededor y sacudió la cabeza con vehemencia seguramente pensando en lo loco que estaba él-le diré de tu parte que te has interesado por...él.

Ojos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora