Cap 21

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-¡Una invitación para la velada privada de esta noche! Veo que estás jugando tus cartas bien-la cara de Mariett mostraba satisfacción, y pensé que quizás aquella era la primera vez que la veía contenta.

-Bueno, la pequeña Beth es fácil de complacer y solo quiere lo que todas las adolescentes: una amiga a la que contar sus secretos. Y cuando necesite contarme algo, allí estaré yo. Eso solo si no me vuelve a hablar del maldito ayudante de Aidan.¡ Es solo un niñato con los dientes torcidos!

-¿La princesa? creía que había sido su alteza quién te había invitado-Mariett se desplomó derrotada sobre el mullido sillón.

-No quiero disgustarte, pero sin miedo a exagerar puedo asegurarte que espero antes de ese una invitación a la guillotina que a un baile o velada.

-Pero mira que eres bruta. Solo digo que es más valiosa la amistad con él que con una mocosa que juega a ser espadachín. En fin, te ha servido para entrar. Ya puedes desplegar todos tus encantos esta noche y que acabes pronto con este juego. Cuanto antes te vayas, mejor.

-Pero mira que eres brusca, dije imitando su voz. Has herido mis sentimientos-me llevé una mano al pecho fingiendo un dolor horrible-me voy a donde sí me quieran.

5 minutos después, esperaba sentada en la sala de entrenamiento a William cuando un muchacho con la cara llena de acné y una mirada muy digna apareció.

-Lord William me envía para informarle de que se encuentra indispuesto así que no podrá acudir a su encuentro y le pide que acepte sus más sinceras disculpas.

Despedí al criado con un breve mensaje y miré a la sala. No tenía nada mejor que hacer y no me vendría mal entrenar un poco.

Tras algo de ejercicio, recogí unos cuchillos del arcón y me coloqué a una distancia prudente de la diana. Eché el brazo para atrás y con un lanzamiento suave la punta del cuchillo se clavó limpiamente en el centro. 

Había estado tan absorta que hasta ese momento no me di cuenta de que no estaba sola. Sentía una presencia en la entrada de la sala. Aspiré con fuerza y me encontré deleitándome con el aroma que me llegó.

Sorprendida, abrí los ojos y seguí disfrutando por unos segundos de la fuerza y poder que desprendía aquella persona. El olor era exótico, una mezcla de clavo y lavanda. No pude evitar poner los ojos en blanco al ver quién era el portador de aquella esencia tan imponente: Nius.

Rápidamente, disimulé mi gesto de desagrado con una sonrisa pero pude ver que él lo vio cuando entrecerró los ojos. Esa invitación a la guillotina se aproxima.

-Tengo que decir que esto es lo último que me esperaba de alguien como tú

-Creo que no nos conocemos como para que sepa que esperar de mí, alteza- al momento de decir eso me mordí la lengua. Ni queriendo hubiera podido ser más impertinente. Aumenté la presión de mis dientes para no reírme al pensar en las palabras de Mariett. 

"Despliega tus encantos", desde luego que lo estaba haciendo.

Pero entonces, cuando Nius abrió la boca de la sorpresa y yo esperaba a que el apocalipsis llegase, él hizo lo último que yo esperaba que hiciera en ese momento, algo que no le había visto y mucho menos dirigido a mí.

Rió. Pero no con una sonrisa falsa, no, de esas que te muestra un tendero cuando te dice que la fruta está muy buena y luego te encuentras las manzanas podridas. Era una risa franca, acompañada de una amplia sonrisa. Y qué sonrisa más bonita.

Rebobina un minuto. ¿En serio ese pensamiento ha salido de mi cabeza?

Contuve a duras penas las ganas de darme una buena bofetada, porque solo faltaba que se pensase que estaba loca. Y me juré a mi misma que no tendría contacto con la dichosa Beth en al menos dos semanas, hasta que el recuerdo de ese estúpido pensamiento no me diera ganas de matarme a mí misma. Bueno, menos esa noche que era la velada.

-Creo que en mi vida me habían hablado de esa forma-replicó el chico cuando se calmó. La mirada que me dirigió era de curiosidad...No, de algo más grande. Era la mirada de aquel que ha encontrado un gran misterio que descifrar a toda costa. Y esa mirada no me gustaba nada.

-El...don de la palabra no es una de mis habilidades-contesté con toda la cautela posible.

-Para no ser uno de tus fuertes, has escogido muy bien tu respuesta. Además, me da que solo un imbécil dudaría de tus habilidades.

¿Qué se supone que quiere decir con eso?

Como si me hubiese leído el pensamiento, señaló con un gesto a la diana en la que mi cuchillo impactó un rato antes.

-Después de todo, resulta que Beth está en lo cierto, sí que eres una caja de sorpresas-susurró más para sí mismo que para mí. A pesar de eso, yo le escuché con perfecta claridad y por segunda vez en el día me sorprendí. Y después de tanto tiempo en este mundo es complicado impresionarme.

-¿Beth te ha hablado de mí?

-No recuerdo haberte pedido que me tuteases.

Al oír esto último, recordé delante de quién estaba: el príncipe brujo, mi enemigo.

Me puse tiesa y cuando abrí la boca para emitir alguna disculpa para nada sentida me interrumpió-pero te lo pido ahora.

Asentí y un escalofrío me recorrió al notar como su voz siempre tan gélida era ahora cálida. Sacudí la cabeza decidida a salir de allí antes de que ocurriese algo aún más raro que mi mente diciendo chorradas pero en ese momento su brazo me retuvo.

-Mi hermana habla de ti, por supuesto. Eres su única amiga y siempre te halaga. Pero hasta a mí me costó no sentirme impresionado cuando me contó que habías podido leer la profecía original. No es uno de los muchos pasatiempos femeninos hablar lenguas muertas.

-He tenido mucho tiempo para aprender-respondí encogiendo los hombros. Seguramente, aquella frase era la más sincera que decía desde que vivía allí.

-Hay algo...especial en ti

Créeme, no quieres saberlo

-Dudo mucho que se me pueda considerar especial si me comparan contigo. De la realeza y brujo y con fama de ser el mejor guerrero del reino. Aunque esto último...fruncí los labios mientras negaba con la cabeza-yo soy la mejor guerrera.

Aunque mi intención era irritarle, él tan solo parecía divertido. Con una carcajada grave acompañada de una sonrisa de lado se inclinó para delante, de forma que la fragancia masculina tan agradable que llevaba inundó mis fosas nasales.

-Por fin sé cuál no es una de tus cualidades

-¿Cuál?-pregunté, con mucho más interés del que pretendía aparentar, tanto a él como a mí misma.

-La humildad-murmuró con voz queda, rozando mi oreja con sus labios.

 Dicho esto, se apartó mientras gritaba:-te veré esta noche.

No, desde luego que esa no sería una velada aburrida, pensé con una sonrisa queriendo aparecer en mis labios.



Ojos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora