Cap 19

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Estoy en una sala amplia que jamás había visto antes, algo en el ambiente hace que surja cierta inquietud en mí.

Es una sensación desconcertante, una opresión en el pecho que me indica que algo malo acecha desde las sombras. De pronto reparo en un espejo y me asombra no haberme percatado antes de su existencia, dadas sus proporciones descomunales.

Avanzo hacia él sintiendo una fuerza hipnótica que me arrastra y miro mi reflejo. Llevo un vestido blanco vaporoso, cuya parte superior se ajusta a la perfección a mi pecho ensanchándose a partir de la cintura para formar mil pliegues etéreos, que parecen moverse con vida propia. Las mangas son anchas, imitando las alas de una mariposa.

Sonrío, sintiéndome feliz. Pero cuando muestro los dientes al esbozar una sonrisa están teñidos de rojo, y al abrir más la boca mis colmillos salen goteando un líquido carmesí: sangre.

Me apartó de un salto y al contemplar mis manos también están bañadas en sangre. Las froto vigorosamente contra la tela del traje empapándolo del reluciente líquido.

Las miro otra vez y para mi frustración siguen igual. Cuando levanto la vista hacia el cristal solo puedo ver una cosa: el rojo. Me salpica las mejillas, mi vestido rezuma el fluido de tal forma que se forma un charco a mis pies. Mis ojos pasan desapercibidos, algo que nunca había considerado posible, entre aquella carnicería.

No sabría decir que cara tengo en estos momentos, a pesar de que estoy segura de que no sonrío. A si que cuando veo a mi reflejo en el espejo sonreír de forma salvaje y diabólica, me alejo.

Ahora me encuentro acurrucada en un rincón sumido en la más absoluta penumbra, al que no alcanza la luz espectral de antes. De un momento al otro, la sala estaba a rebosar de gente, cada uno con una mirada distinta pero que en el fondo destilaba la misma repulsa: ojos llenos de odio, de reprobación, de desprecio, desdén..

Mi mirada se poso en una mujer tan colmada de dolor que partía el alma. Sollozaba de una manera que daba a entender que no había consuelo posible para su desolación; la costaba incluso hacer que las palabras saliesen de su boca, aún así yo comprendí a la perfección.

-¿Por qué traes este dolor? Muere, necesito la paz que me niegas. Semilla del mal...repetía una y otra vez, meciéndose con expresión enloquecida.

Todos hablaban al mismo tiempo, con sorprendente compenetración; como un rito para echar al mal.

-Niña de sangre

-Niña de muerte

-Semilla del mal

-Corazón podrido


Me desperté con el corazón en un puño, aunque no fuese la pesadilla lo que me hubiese alterado así. Había sido el hecho en sí de tener una pesadilla. Nunca soñaba, menos aún con situaciones que me atormentaban.

Si de algo estaba segura, era de que tenía la conciencia totalmente tranquila. Como demonio casi nunca había deseado dormir, pero al hacerlo no había experimentado eso. Y precisamente era eso lo que me producía aquella desazón. ¿Acaso fingir ser humana me estaba afectando de tal modo?

Necesitaba tomar el aire fresco, por lo que me despejé de los efectos de aquella maldita siesta y salí de aquella habitación que me recordaba a una prisión. 

-Oh, lady Naya, no sabe las ganas que tenía de verla, dijo una joven que hablaba apresurada y torpemente. No entendía como nadie se podría alegrar de verme y me maravillé de la maestría con que mentían los humanos. Eso o que realmente sí me encontraba agradable, lo que resultaba aún más inquietante.

Reconocí la cara de la chica tras unos segundos de reflexión. La guerrera de los establos. Enseguida comprendí el por qué de haber dejado de lado aquella familiaridad con la que me trataba desde el primer instante en que me vio: una señora de porte adusto la contemplaba esperando el menor fallo para reprochárselo.

Tras sostener la mirada desabrida de la mujer durante unos instantes, consideré algo más razonable la alegría que sentía al verme.

Hablamos de banalidades, mientras yo me divertía a costa de la pobre chica al pensar que era más torpe que yo "socializando" a pesar de ser ella una humana que habría pasado su vida entera allí. Además, la cara de la mujer antes de que abrieras si quiera la boca no tenía precio.

-Según tengo entendido, madre quería verte, susurró una voz grave a mi espalda. Aquellos ojos azules que aterrorizaban a tantos, de los cuales yo no me podría haber olvidado,  se mantenían fijos en mí con una frialdad impresionante, yo que me creía la reina de hielo, aunque su frase no iba dirigida a mí.

Si la doncella que estaba con nosotros tenía una media naranja, esa sería el príncipe. Ambos con el aspecto de haber olido algo realmente asqueroso y con el ceño fruncido. No sabía que era lo que le pasaba a aquel hombre conmigo, pero rayaba el odio.

Me crispaba la idea de que me hubiese calado, más aún el que él pudiese demostrar su aversión de una forma tan evidente y yo tener que ser amable.

Pero a mi irritación se sobrepuso la satisfacción de descubrir que mi rebelde nueva amiga era la princesa. Para hablarme de estupideces sí, pero para decirme algo tan importante como que era hermana del patán ese no. Menuda paciencia.

-No lo he olvidado, repuso ella algo desconcertada y molesta por el tono usado. O sea, que simplemente era yo la que había caído en desgracia con él. Cuando le matara iba a querer haberse portado mejor. 

-Date prisa, dijo rígido y me pregunté si no llevaría un corsé para ir tan encopetado. Se despidió con escasa cortesía y solo le faltó escupirme en un ojo. Dándose la vuelta para que la vieja no nos oyera me murmuró: Mi hermano no es conocido por su simpatía, pero no suele ser tan descortés. Te pido disculpas por su comportamiento.

-¿Cómo no me dijiste que eras la princesa? la pregunté ignorando sus disculpas pues pasaba de mentir asegurando mi perdón. Yo no creo en el perdón sin una redención. Y ese nunca sentiría remordimientos.

-Creí que lo sabías. Era bastante poco profesional por mi parte no haberme informado de su existencia, pero nadie es perfecto. -Por favor, te reitero mis disculpas. Mi hermano es algo arrogante, y desde que se le enseñó la profecía que habla de él se cree el rey del universo.

-Las profecías pueden ser más que falacias, advertí aunque fuentes fidelignas me informaron de que el oráculo tenía un don.

-Un gran oráculo la anunció hace más de un siglo, y desde entonces algún privilegiado más confirmó su veracidad.

-Si eso es cierto...Me encantaría leerla por mi misma. ¿Me muestras el camino? 



Ojos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora