Capítulo XIV: Tras la pista del Coyote parte III

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No me lo podía creer, tanto esfuerzo había sido en vano, la advertencia había sido clara si no llegaba a la hora, adiós oportunidad. Observé la caseta oscura y me senté a reposar el inmenso dolor en los pies que tenía gracias a la carrera contra reloj.

Un autobús con el número 13 se aproximaba por la carretera, por lo que los reflectores del vehículo iluminaron en pequeño local. Mi vista estaba perdida en la ahora iluminada carretera y de repente en un movimiento involuntario mi vista calló a un rincón del vanco donde estaba sentada.

Y allí en un extremo a la luz del reflector entre la oscuridad se podía distinguir algo pequeño de un color claro semejante al blanco. Me levanté esperanzada y me acerqué al objeto no identificado. Era una tarjeta a la cual sostenía una piedra, en ese instante vi los cielos abiertos, no todo estaba perdido.

Rápidamente tomé la tarjeta entre mis dedos y con voz temblorosa aún por el pánico leí.

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Felicidades, llegaste más rápido de lo que creí.

No pude evitar la ironía que sentí entonces, llegara a la hora que llegara iba a decir lo mismo.

Ahora daremos un pequeño paseo acompañado de un pequeño cuento que preparé especialmente para ti, pero cuidado, tu boleto trae el número 13, no lo dejes ir.

- ¿Número 13? -repetí-. Ese número es similar al de...

De repente me abalancé a la carretera y vi el bus alejarse no a tanta distancia y casualmente tenía el número 13 y no podía ser casualidad. No pude evitar el temor de perderlo y eché a correr tras él, no planeaba alcanzarlo, planeaba que me escuchara.

Me dolían mucho las piernas y se me dificultaba correr, por suerte el pantalón que escogí apoyaba a la causa, hice señas y todos los gritos que pude para que alguien se compadeciera pero parecía ser inútil hasta que por fin se detuvo. No tuve ni tiempo de tomar aire sólo corrí a alcanzar el vehículo.

- Por poco y te quedas - contestó el chofer de mala gana.

- Lo siento mucho -contesté subiendo los escalones casi sin energía-. No me había percatado del número que era.

- Juventud despistada de hoy en día -cerró la puerta-. No debí haber parado a ver que te ibas a hacer entonces.

- Bueno, ya le pedí perdón -respondí en un tono más insultante ya que su evidente grosería me estaba molestando.

- Ya siéntate, no sé como en la calle puede haber gente tan despistada -contestó el chofer de mal humor.

- Y yo no sé cómo ponen a un indeseable a conducir un transporte público -espeté para adentrarme al pasillo.

Iba caminando sin rumbo tratando de hayar un lugar donde estacionarme cuando una joven que permanecía sentada en los primeros asientos me detiene.

- Disculpa, ¿Tú eres Abigail? -pregunta  ella.

- Si, soy yo ¿Te conozco? -respondí extrañada por la situación.

- No, es sólo que alguien me pidió que te entregara esto -la chica me entrega una tirita de papel alargada como la que encontré en la cerca de los McGlagen.

- ¿También estas con él en todo esto no es cierto? -ataqué en un tono moderado.

- ¿De que hablas? -preguntó la chica con algo de confusión, pero obvio no le creí.

- De que te prestas para participar en jueguitos de este tipo -agito el papel para que lo vea.

- No sé de qué me hablas, eso me lo entregó un chico que subió al autobús hace unas horas, yo no sé nada.

The Night (Libro:1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora