Capítulo: XXIV El Hospital San Edmundo

38 6 10
                                    

Abrí los ojos con pesadez ya que tenía un foco de luz bastante brillabre encima de la cara, cuando estuve completamente consciente me di cuenta de que estaba en una pequeña habitación pintada de color blanco y que estaba sobre una fría y no tan cómoda camilla tendida con una manta del mismo color de las paredes.

Estaba pegada a la pared del lado derecho de la habitación y la única entrada estaba a mi derecha ya que la posición era atravesada, a mi lado izquierdo había una pared no tan lejana acompañada de una mesita pequeña y a mi otro lado una puerta un poco distante pero lo que me sorprendió fue reconocer a la mujer que permanecía en una silla al lado de mi cama de espaldas a la entrada.

- Mamá, ¿tú que haces aquí?.

- ¡Cariño, despertaste! -levantó la mirada del teléfono, estaba con los brazos apoyados en la esquina de la camilla entretenida viendo reels.

- ¿Dónde estamos? -pregunté inspeccionando las blancas paredes además de sonidos de ambulancias distantes y el murmullo de aquí para allá de gente en el pasillo, y una voz femenina que hablaba por un altavoz pero no presté atención a que decía.

- Estamos en el hospital mi flor, te desmayaste en la calle y tus amigas te trajeron y cuando me llamaron enloquecí, dijeron que estabas sangrando y que tuvieron que doparte para hacerte unos exámenes, mira -me indicó sosteniendo sus ropas-. Ni a la casa llegué, no sabes el susto que me diste -me acarició el cabello.

- Honestamente sólo recuerdo que fuimos a visitar a un amigo y cuando salimos de su casa me entraron unas horribles punzadas en el vientre y seguidamente comencé a sangrar y me desmayé -intenté recordar con claridad-. ¿Qué hora es?.

- Ocho y media -respondió encendido el celular echándole un ojo instantáneo para después apagarlo.

- ¿Tanto tiempo estuve inconciente?, no eran ni cerca de las cinco -memoricé-. Y por lo que veo hasta me cambiaron la ropa -agregué observando la bata de hospital color azul claro que traía puesta en lugar de mi vestuario de esta tarde.

- Sucede que los médicos te inyectaron un cedante y tuvieron que hacerte unos análisis, en un momento llegará el doctor y nos dará el parte -siguió acariciandome el cabello- Tu padre está ahí afuera y posiblemente esté más nervioso e impaciente que yo, ¿Cómo te sientes? -habló en tono dulce.

- Bien, sólo un poquito de dolor en el vientre, nada más -contesté y la verdad era una sensación bastante incómoda pero soportable.

- Toc, toc, ¿podemos pasar? -escuché decir a una voz familiar desde la entrada del cubículo y cuando dirigí la mirada hacia allí pude ver que en el umbral asomada por detrás detrás de la puerta estaba Maggie, ella entró automáticamente y detrás de ella Evelin. Traían puesta una ropa diferente a como las recuerdo, ahora Maggie traía un suéter de terciopelo rojo chillón pegadito al cuerpo el cuál tenía bastantes brillitos coloridos en la tela y una minifalda acampanada de color blanco acompañada de unos botines de tacón alto que combinaba con el suéter y la hacían lucir un poco más alta. Evelin por su parte traía un mono enterizo de mangas acortadas y piernas visibles, demasiado visibles de color blanco con pequeñas florecitas moradas en el diseño y unas sandalias bajas de sintas plateadas.

- Chicas, ustedes todavía aquí -les digo sorprendida mientras ambas pasan sonríendo al cubículo, Maggie iba delante con las manos entrelazadas hacia abajo y quien parecía caminar un pico extraño por culpa de los botines y Evelin detrás.

- No podíamos irnos sin saber cómo estabas -habló Evelin después de acercarse a la camilla, ella por la derecha junto a mamá y Maggie al otro extremo-. No sabes el susto que nos diste, cuando te vi en aquel estado comencé a gritar tan fuerte como pude y unas personas nos socorrieron y consiguieron una camioneta para traerte aquí al hospital -contó la rubia.

The Night (Libro:1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora