Capítulo XXV: La aventura de Maggie y Evelin

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Por suerte mi mente todavía me tenía un poco de consideración y al menos por esta noche no tuve pesadillas, la verdad que si tenía otra de esas desgarradoras fantasías sería el fin de mi cordura si todavía eso existe en mi. Me desperté con el sonido de mamá colocando una pequeña charola con el desayuno sobre la mesita al lado de mi cama, la colocó con cuidado y comenzó a endulzar la leche ahí mismo.

- Buenos días mamá -expresé con voz somnolienta.

- Buenos días -dijo solamente ahora preparándome el pan.

- ¿Sigues enojada todavía? -pregunté ahora un poco más atenta, ella dejó los utencilos en la superficie de la mesita a los lados del plato con los alimentos y luego me observó.

- No estaba molesta, estaba disgustada -respondió por fin.

- ¿Hay diferencia? -dudé.

- Las palabras pueden significar lo mismo pero cada una tiene su función  -expresó y después se sentó cerca de mi sobre la cama-. Mejor tu dime -comenzó-. ¿Cómo quieres que me sienta si descubro que mi única hija está tomando medicamentos a nuestras espaldas? -ejemplificó y la verdad la noto más cálida que anoche.

- Ya dije que lo sentía -le recordé aún acostada.

- El arrepentimiento no es nada comparado a lo que te habría pasado si seguías haciendo eso y de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, mi única hija; lo más grande que tengo en este mundo a punto cometer una tragedia consigo misma por unas pastillas que yo le di -se lamentó.

- No mamá no te culpes, fue una irresponsabilidad de mi parte -admití.

- Aún así. Soy consiente de que no lo hiciste a propósito y yo he sido una de las principales espectadoras de tus noches de imsomnio y pesar pero -me colocó una mano sobre la pierna y me observó-. ¿Te imaginas como estaríamos si en una de esas noches jamás vuelves a despertar? -no respondí, simplemente no respondí-. Abby yo perdí a mi hermano de la misma forma -me recordó-. No quiero que la historia se repita y te pase a ti.

Sus ojos se enrojecieron un poco e inmediatamente ella se levantó de la cama y me recordó que ahí estaba el desayuno con notable pesar en la voz y autoseguido se fue, la culpabilidad me invadió una vez más por completo, nunca creí que una pequeña píldora podría causar tanto mal y ahora abrí otra herida en la cicatriz del oscuro pasado de mamá del que no habla.

Me pasé toda la mañana en cama sin poder moverme a ningún lado, sólo podía ver la televisión y en otro memento de mi vida sería mi lugar seguro, sin gente ni padres, sólo yo pero últimamente las cosas que hacía antes ya no me llamaban tanto la atención. Unas horas más tarde a eso de las tres y media de la tarde escuché la voz de mamá desde abajo gritando que tenía visita, me acomodé un poco ya que tanto estar recostada me tenía el cuerpo adormecido y hacía tiempo que me estaba por comenzar a irritar.

Por la puerta de mi habitación entraron las chicas, traían la misma vestimenta de anoche con la única diferencia de que Maggie ya no traía esos altos botines rojos y debajo de la minifalda blanca acampanada traía unas leyins rojas cortas.

- ¿Cómo te sientes Abigail? -dijo la castaña primeramente.

- Si vuelvo a escuchar otra vez esa frase voy a empeorar -bufé de mal humor.

- Op, alguien ya esta enojada -cantureó Maggie acercándose hacia la cama y sentándose al pie mientras yo estoy apoyada contra el espaldar de la misma.

- ¿Muy repetitiva la pregunta? -añadió Evelin haciendo lo mismo que Maggie.

- Me lo preguntan tres veces la hora, tres, es una constante llamada tras otra de mis parientes, abuelos, incluso de la escuela, increíble pero cierto, cosa que nunca y para rematar miren -de encima de mi escritorio tomo una pequeña campanita y la hago sonar agitandola y al instante mamá desde abajo preguntó que se me ofrecía-. Lo ven, me siento momia en sarcófago.

The Night (Libro:1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora