25 (Final)

134 24 6
                                    


    El día era soleado y bastante hermoso. Una suave briza mecía ligeramente la hierba que crecía al lado de un camino pavimentado, sobre el cual, un hombre caminaba arrastrando los pies y con una melancólica mirada en el rostro. En su mano izquierda, había un humilde ramo de flores de varios colores y en su potente derecha, anteriormente considerada el terror de sus adversarios, descansaba enrollando en varias mantas y cobijas, un pequeño ser, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Ajeno al sol, al viento, a los árboles y a las tumbas entre las que su padre se desplazaba.

Con Chie-chan en brazos, Ramón caminó hasta la concurrida tumba de la idol, sobre la cual descansaban toneladas de flores y mercancía que dejaban los fans para honrar la memoria de la tan famosa Hatsune Miku, pero Ramón lo consideraba molesto. Con un par de maldiciones retiró los objetos y dejó su propio ramo sobre la lápida.

Una vez con la mano libre, el ex-boxeador descolgó una mochila en la que llevaba todo lo que su hija necesitaba. La dejó a un lado y se sentó frente a la tumba, quitándose su característico sobrero azul y acunando delicadamente a la niña entre sus fuertes brazos, descubriendo su rostro para mostrárselo a la difunta madre.

—Hola Miku. Quería venirte a avisar que ya me dejaron sacar a Chie-chan del hospital. Ella también estaba delicadita, pero es una niña fuerte y muy bonita... ¿Ya viste? Salió con su carita toda pecosa, igual que mi abuela Doña Nieves. Hasta parece una chilindrina de tan pecosa que está. ¿Conoces las chilindrinas? Son un tipo de pan de allá de México. Me hubiera gustado llevarte pa que conocieras, pero pues no nos dejaron...

Ramón se enjuagó con el dorso de su mano desocupada, una lágrima que comenzaba a correr por su mejilla y cubrió de nuevo a la niña. A esto le siguió un largo silencio, como si no se atreviera a revelarle a la tumba lo que estaba por hacer, pero tomó aire y prosiguió:

—Mira, creo que esta será la última vez que venga a verte en mucho tiempo. Gasté todo lo que habíamos juntado para llevarme a la niña a México conmigo. Sé que alomejor estaría mejor en este país, pero todo lo que me rodea duele. El departamento vacío, la casa destruida, aquella parada de autobuses, el metro, el ring... No creo soportar una vida así. Es por eso que nos vamos, pero no te preocupes, cuidaré muy bien de ella. No nos separaremos para nada del mundo. Yo ya colgué los guantes, así que tendré que trabajar de otras cosas para no dejar a la niña sin algo de comer, ya sabes que yo sé hacer de todo y pus... Espero volver algún día a tu lado y si no, pos nos encontramos en el otro...

Ramón sacó de la mochila un par de guantes y los dejó a un lado de las flores.

—Te los dejo para que ya no me tienten tampoco. Sé que el boxeo me apasiona demasiado, pero esa pasión fue la que me hizo alejarme de ti cuando más me necesitabas. Puse de excusa el dinero, pero lo que quería era la adrenalina, los golpes. Perdóname por dejarte de lado, perdóname por favor... Te prometo que no volveré a pelear, por nada en el mundo. No me alejaré de ella también... Pero bueno, nos iremos esta noche... Gracias por todo, nunca te olvidaré...

Cerró nuevamente la mochila y la colocó sobre su hombro, besó a su hija y miró la tumba largo rato, antes de ponerse de pie y comenzar a caminar de regreso. Algo dentro de él quería obligarlo a quedarse junto a la tumba, recostarse sobre ella y llorar largo rato, pero muy dentro de sí, Ramón no deseaba mostrar debilidad teniendo ahí a su hija. Apretó su puño libre y agachó la cabeza para no dejarse mirar atrás, pero una ráfaga de viento levantó algunas hojas frente a él, obligándolo a girar la cabeza. De repente su corazón se sintió más cálido y más fuerte, sonrió, se acomodó el sombrero y siguió su camino. ...........................................................................................................................

—Entonces después de eso, llegamos a la ciudad y le pedí al señor Barriga que dejara quedarme en la vecindad. Mi abuela me ayudó a criar a la chilindrina los primeros meses...

—¿Y así acaba todo? ¿Qué pasó con la amiga de su mujer o con el manager?—preguntó Jirafales al borde del asiento, luchando para hablar con el nudo que se le había hecho en la garganta.

—Me fui sin decirle a nadie, no estoy muy orgulloso de eso—Ramón soltó un largo suspiro—. Me pregunto cuanto tiempo estuvo Rin cantando después de eso, o si el manager sigue con sus grupos, a lo mejor con una nueva generación o algo así... Espero que ellos siguen visitando a Miku...

—¿Y piensa regresar algún día?

—Tal vez cuando la chilindrina esté más grandecita. Ella sabe que su mamá se le murió cuando ella era una bebé, pero no le he dicho nada más.

—Personalmente, pienso que ella debe escuchar esta historia lo antes posible...

—Pero, ¿qué tal y piensa que la muerte de Miku fue su culpa?

—¿Es acaso eso peor que no conocerla de nada? Su madre es una figura ajena en su mente. Según lo que me ha contado, era una mujer fuerte. La chilindrina debe saber eso...

Ramón pareció hundirse nuevamente en sus lúgubres pensamientos y Jirafales, entendiendo la situación, se puso de pie y caminó hasta la puerta.

—Me dio mucho gusto escuchar su historia, ha cambiado completamente la visión que tenía sobre usted. Hermosa y trágica a la vez, es digna de ser contada, pero eso ya es su decisión. Espero verlo otro día, ya que se encuentre mejor...

—Nada más no deje que los niños entren...

Jirafales soltó una risa y asintió antes de cerrar la puerta tras de sí. Ramón, por su parte, observó su valiosa foto, la besó y la apretó contra su pecho, cerrando fuertemente los ojos.

—Algún día nos veremos nuevamente...

Hatsune Miku x Don Ramón - Duele el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora