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     —¿Estados Unidos?

—Sí, me dijeron que cruzando la frontera se ganaba muchísimo más que aquí. Además, no está muy lejos, nosotros...

—Oye Román—Ramón expulsó el humo del cigarro—no estoy seguro de eso...

—¿Pero dices que quieres ahorrar para tu boleto, no? Podemos irnos, no sé, un mes y ya agarras tu vuelo.

—Yo creo que me conviene más ir a buscar trabajo hacia el DF. Además, no me falta mucho...

—¿El DF? Te queda más lejos la capital que los Unates...

—Pero por lo menos hablan español...

—Pero bien que aprendiste a hablar allá para entenderle a tu chinita jaja.

—Es diferente.

—Claro—Román tiró la colilla de su cigarro y lo pisó para terminarlo de apagar. Después trató de sacar otro de la cajetilla, pero se arrepintió y la guardó.

—Es más, mañana mismo me compro el boleto al DF. Si me gasto lo del boleto...

—¿Qué no se supone que estás ahorrando? Aparte de lo del boleto del camión, tienes que agarrar un departamento y no sé qué tanta cosa...

—Es verdad, aparte nuestra abuelita...—Ramón se quitó el sombrero que le había regalado Miku y lo observó. ¿De verdad valía la pena irse a la capital con la esperanza de juntar más dinero del que gastaba? ¿Podía dejar a su abuela sin un centavo?

Mientras pensaba, Román puso su mano en su hombro.

—Órale, vete. Ya yo cuido a nuestra abuela...

—Muchas gracias Román...

Al día siguiente, después de empacar apresuradamente y despedirse de su abuela, Ramón tomó un camión que lo llevó hacia México DF, la capital de su propio país. Solo necesitaba encontrar un buen trabajo y ponerse chambear como es debido.

Al llegar, se le hizo tan desconocida como el país nipón. Era verdad que la gente hablaba el mismo idioma, encontraba tacos y escuchaba la misma música, pero había edificios enormes y aquel metro anaranjado.

Cuando se subió a este, repleto de gente, recordó aquella vez en la que se subió a uno con Miku y le hizo gracia pensar que se subió antes a un metro en el extranjero que al que había en su propio país. Su destino era la estación de la Lagunilla, ya que había escuchado que ahí podía rentar un departamento barato, además de que esta se encontraba cerca del centro de la ciudad, lugar donde podía encontrar trabajos un poco mejor pagados.

Mientras exploraba la zona, encontró a un hombre con el auto averiado y pasó de largo, pero cuando regresó por la misma calle, media hora después, lo encontró en el mismo lugar, tratando de hacer arrancar su auto. Suspiró y decidió acercarse para ayudar. De todos modos no tenía nada que hacer.

—¿Oiga, le puedo ayudar en algo?

El hombre levantó la vista y observó la gran maleta que Ramon llevaba. Asintió y se hizo a un lado, mientras Ramon se acercaba a revisar el motor.

El hombre era bastante gordo, llevaba lentes y un traje marrón. Se acercó a la parte trasera del pequeño carro amarillo y sacó un trapo para limpiarse los dedos de la mano, negros de aceite.

—Oiga muchas gracias, ya ni sabía qué hacerle a esta condenada chatarra...

—Si no se preocupe señor...

— Barriga. Soy Zenón Barriga y Pesado.

—Mucha barriga, señor gusto.

—¿Perdón?

—Digo, digo, mucho gusto, señor Barriga. Yo soy Ramón Valdez...

—¿Bueno, Don Ramón, cree que tenga arreglo? Tengo una reunión y se me acaba el tiempo.

—Sí, yo creo que sí. Deme unos minutitos nomas...

El señor Barriga observó atentamente como Ramón trabajaba en recomponer su auto. Con el tiempo encima, el Señor Barriga se acomodó el traje algo nervioso. Paseó la mirada por toda la calle y para aminorar sus ansias, decidió empezar una plática.

—¿Usted anda de viaje, don Ramón?

—¿Qué?—Ramón levantó la vista del motor y siguiendo la del señor Barriga observó su maleta— Ah, no... acabo de llegar aca a la ciudad y pus ando buscando donde quedarme.

—Mire usted qué casualidad, yo arriendo departamentos. Tengo unos por aquí cerquita... ¿Viene buscando trabajo?

—Así es, andaba juntando para irme a ver a mi...novia. ¿Usted...está casado?

—Sí, recientemente contraje nupcias.

—¿Y se va a recuperar?

—Que me casé, vaya...

—Ah, pues muchas felicidades.

—Gracias, gracias...

Ramón se limpió las manos con su camisa y cerró el cofre. El señor Barriga encendió el coche, aliviado, y le pidió que se acercara a la ventana.

—Si no encuentra donde quedarse, le digo que yo tengo mis departamentos—y entregó una tarjeta con la dirección—Mero hoy me toca cobrar la renta. Si se pasa por ahí más o menos a las 3, con gusto le muestro el departamento, como agradecimiento por la ayuda...

Hatsune Miku x Don Ramón - Duele el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora