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    Con el diccionario en mano, Ramón caminaba en dirección al gimnasio. Llevaba más o menos un mes en el país nipón y ya sabía hablar de manera más fluida el japonés, a base de algunas conversaciones con Miku, la cual, también iba aprendiendo español de a poco.

Se suponía que el manager japonés lo llamaría para algunas peleas, mientras él se quedaba en el departamento prestado y se preocupaba únicamente de entrenar, pero esto no había sucedido. Su estancia en el extranjero se estaba haciendo un poco aburrida. Su rutina, era despertarse, entrenar y regresar a su departamento, agotado, no salía a comer, no podía ir a fumar con su primo, no podía hacer nada de lo que hacía en su natal Chihuahua y eso lo desesperaba.

Pero dentro de todo aquel aburrimiento, había una luz; Hatsune Miku.

Ramón se preguntaba qué era lo que aquella muchachita asiática le había visto, pero, después de la pelea, ella comenzó a llevarle comida y agua regularmente.

Cuando llegó al gimnasio, 3 carros lujosos estaban estacionados al frente y todos los nipones estaban saliendo con la cabeza gacha. Ramón no entendía qué sucedía, así que detuvo a uno de sus compañeros.

—¿Óyeme amigo, pues que están haciendo?—preguntó como pudo.

—El jefe trajo a sus amigos, nos pidió que nos fuéramos.

—¿Entonces hoy no podemos usar el gimnasio?

El japonés negó con la cabeza y continuó su camino.

—¡Me lleva el chanfle! ¿De qué sirve que me digan que entrene si cierran el condenado gimnasio?

Ramón estaba un poco enojado. ¿Qué haría sin entrenar? No conocía nada, no sabía qué lugares visitar, no se atrevía a tomar un taxi o algo parecido. Además, no podría ver a Miku y eso lo irritaba un poco más...

"A lo mejor me la encuentro corriendo..." pensó, mientras caminaba de regreso al departamento. Miku le había contado que salía a correr a ciertas horas, ya que esto le era muy útil para no cansarse tanto en sus coreografías o algo así, pero Ramón llegó al departamento y no la vio pasar.

Decepcionado, se cambió de ropa y se sentó en el suelo. Encendió el televisor y comenzó a cambiar de canales. En todo el tiempo que había estado en Japón, apenas había tocado el televisor, ya que solía dormirse antes de siquiera cambiarse de ropa.

La programación de la televisión japonesa era extraña. Había telenovelas y noticieros, caricaturas y extraños programas de retos bizarros. Ramón cambiaba de canal desganadamente, observando por unos segundos la programación y cambiando de nuevo, hasta que dio con un partido de fútbol.

—A este sí le entiendo. Eso sí, quién sabe quiénes sean, pero pus más vale esto que nada... Ojalá pasaran un partido de mi Necaxa...

Aunque los equipos le eran desconocidos, el partido se había puesto medianamente bueno, entreteniéndolo hasta cierto punto, pero más o menos antes de que anotaran un gol, el televisor se apagó de repente.

—¡Noo! ¡¡Mero ahorita se apaga este maldito aparato!!— se puso de pie y dio una patada en la gruesa pantalla del televisor, pero en medio de su ataque de ira, tocaron la puerta—¿QUÉ QUIER...!?

Al abrir la puerta furiosamente, se encontró con Miku, la cual lo miraba confundida.

—Hola Ramón-kun. ¿Todo bien?

—Oh, si claro... ¿Por qué lo dices? Jeje...—Ramón, rio nervioso mientras se rascaba la nuca.

—Pareces enojado...

Hatsune Miku x Don Ramón - Duele el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora