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    —Si serás bruto, flaco, ella te estaba agradeciendo...

—¿A sí?—Ramón enrojeció, sintiéndose un idiota.

—Sí, arigato viene siendo como un gracias o algo así—el mánager de Ramón sorbió el caldo de la sopa ruidosamente, mientras trataba de aguantar unas risas.

Cuando el mánager regañó a Ramón por no aparecerse a entrenar, este tuvo que contar todo lo que había vivido en la tormenta. Así que lo llevó a la tienda de ramen que se encontraba al lado del gimnasio y le pidió que lo contara con más detalle. Ramón, avergonzado, apenas y tocaba su comida, aunque sentía demasiada hambre debido al intenso ejercicio que había estado haciendo desde temprano, después de que lo mandaran a buscar.

—Enséñeme a hablar japonés...

—¿Para qué? Solo yo hablo y tú te callas. Yo soy el que habla con los otros managers y acomodo los papeles...

—Pero...—Ramón bajó la cabeza y una sonrisa burlona creció en el rostro regordete de su mánager.

—¿Apoco piensas que la vas a volver a ver? Jaja, ella está muy ocupada siendo Idol, fue solo coincidencia... Además, en un par de días tienes tu pelea y nos vamos, no pienses mucho en ello.

—Está bien...

Ramón resopló por la nariz como un toro y comenzó a comer con cierta furia. Su manager lo miró de reojo.

—Mira—dijo sacando un maltratadísimo libro de su portafolio—. Es un diccionario de español al japonés. Yo ya me voy a ir, así que haz, no sé, otras tres series con la cuerda y pídele a alguien un sparring antes de irte a descansar. ¿Me escuchaste?

—Fuerte y claro—refunfuñó.

—Bien. Ahora quita esa carota de perro amarrado y vete a entrenar, si pierdes, perderé mucho yo...

El hombre sorbió lo último que quedaba en el bol y dejó dinero sobre la barra, para pagar ambos platos. Ramón lo vio alejarse y suspiró, dejando el diccionario sobre la barra mientras seguía sorbiendo los fideos. El diccionario era viejo, le faltaban pedazos a las páginas y tenía anotaciones, números de teléfono y manchas de grasa. Leyó algunas palabras, las más "importantes" para él en ese momento, como términos de boxeo y el nombre de los aparatos. Después, cuando hubo terminado su ramen, se puso de pie y se giró en dirección al hombre que atendía el local.

—Arigato—dijo balbuceando, a la vez que se inclinaba como lo había hecho la chica. El hombre del ramen inclinó ligeramente la cabeza y siguió sirviendo el plato de un cliente que iba llegando.

Ramón entró de nuevo en el gimnasio y se sentó un poco, esperando que la comida bajase para seguir haciendo ejercicio, como le habían ordenado. Abrió de nuevo el diccionario y buscó palabras más simples, mientras veía de reojo al resto de chicos que entrenaban en el lugar. Nadie parecía prestarle atención, simplemente se mantenían en sus lugares con la vista fija en sus metas. Ramón era un extraño, un extranjero, que era bueno boxeando, pero no tenía ni la fama para que aquellos japoneses siquiera lo admiraran. Estos sabían que los mexicanos son fieros en el boxeo, pero Ramón estaba flaco y no imponía mucho, aunque después de la pelea del primer día, no muchos hubieran querido retarlo.

Después de un rato, la puerta volvió a abrirse y Ramón quedó atónito.

Primero entró el chico con el que había peleado en su primer día, tronando sus dedos y dejando en el suelo una gran bolsa. Detrás de este, entró Hatsune, parecía que estaban platicando. Ninguno de los dos parecía haberlo notado y Ramón se quedó tan quieto como si le hubiera dado la garrotera.

Hatsune Miku x Don Ramón - Duele el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora