Sofía Cano tiene muchos amigos, y su lema de vida es nunca mezclar sentimientos con amistad, pero eso cambia por completo cuando Pedri le dice de ser amigos con derechos.
Los sentimientos empiezan a aparecer y ninguno sabe cómo afrontarlos.
¿El am...
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Estuve todo el día con la ansiedad a flor de piel, de repente parecía que tuviera piojos en la cabeza por la cantidad de veces que me rascaba, muy exagerada si me preguntan, pero son las reacciones de mi cuerpo ante una situación.
Situación que hace días tiene nombre y apellido, Pepinillo González, y es por él que también me quedé sin uñas en las manos. De todas maneras, hacía días que tendría que haber ido a la manicura, el crecimiento se puede ver de acá a la China.
Llegó ayer de su gira por América, y yo no pude ir a verlo esta mañana, y fue la primera vez que odie mi horario de trabajo.
Apenas llegué a mi casa, me bañé y revisé los pelitos de mis piernas porque si bien me hice la definitiva hace tiempo en todo el cuerpo, cada tanto salen unos cuantos y hay que sacarlos. Y no es que piense en tener algo sexual con Pedri, pero... Uno nunca sabe dónde va a poner su mano ¿no?
—Mamá ya viene ¿sí? va a hablar con un amigo y vuelve. —le digo a Apolo tomando su carita entre mis manos— Te amo. —le beso la cabeza.
Me meto el teléfono en el bolsillo del pantalón, agarro las llaves y salgo de mi casa.
En el camino como siempre voy haciendo mi concierto privado sin importarme que las personas me vean al no tener los vidrios polarizados.
No le avisé a Pedri que iba para su casa, en realidad hice todo en automático, y ahora que estacioné afuera mi cabeza hizo un clic, y me estoy replanteando el bajar del auto.
Bueno, a ver, él llegó ayer y si bien hablamos un poco por mensajes, ninguno dio indicios de vernos, y ahora el pensamiento de que él no quiera verme o no esté en su casa, o... Esté ocupado con otra persona...No, debería confiar en Pedri ¿verdad?
—Dios, que complicada sos Sofía. —me golpeé la frente en el volante.
Suspiro y antes de arrepentirme por completo salgo del auto. Camino hasta la puerta y toco el timbre mientras me muerdo las uñas.
—Diga. —se escucha por el parlante del timbre que no sé cómo se llama.
—¿Fer? Soy Sofía. —contesto.
—Va.
El portón se abre y entro por el pasillo, estoy casi llegando a la puerta cuando esta es abierta y la figura de Fernando aparece.
—Hola. —me saluda.
—Hey, hola Fer. —me acerco a dejar un beso en sus mejillas.
—¿Vienes por Pedri? —alza una ceja— Seguro que sí, no creo que vengas por mí.
Suelto una risita nerviosa, y por instinto llevo un mechón de mi pelo detrás de la oreja.
