Parte 6: Los peligros del camino

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El aire fresco de la mañana llenaba los pulmones de Erik mientras él, Ailara y Thalion dejaban atrás la bulliciosa ciudad de Valoria. El camino hacia las Montañas de Fuego era largo y peligroso, pero Erik sentía una determinación renovada gracias a sus nuevos compañeros.

Ailara, con su conocimiento de los antiguos artefactos y su habilidad mágica, lideraba el grupo, trazando rutas seguras y compartiendo historias sobre los lugares que atravesaban. Thalion, con su aguda visión y oído, mantenía una vigilancia constante, siempre alerta ante cualquier posible amenaza.

El primer obstáculo que encontraron fue el Bosque de los Susurros, un lugar donde los árboles eran tan altos que apenas dejaban pasar la luz del sol, y donde los sonidos del bosque parecían susurrar secretos antiguos. Mientras avanzaban por los senderos sinuosos, Erik no podía evitar sentir que estaban siendo observados.

—Ten cuidado donde pisas —advirtió Thalion en voz baja—. Este bosque está lleno de trampas naturales y criaturas que no dudarán en atacarnos.

Ailara asintió, sus ojos brillando con una luz verde mientras lanzaba un hechizo de protección alrededor del grupo.

—Este lugar es antiguo y poderoso. Debemos respetar su naturaleza y estar atentos a cualquier señal de peligro. —añadió, su voz apenas un susurro.

Mientras avanzaban, el bosque se volvía cada vez más denso. De repente, un movimiento rápido entre los árboles hizo que Thalion alzara su arco y disparara una flecha en un abrir y cerrar de ojos. Un grito agudo resonó, y una criatura cayó al suelo, retorciéndose antes de quedar inmóvil.

—Era una sombra de la noche. —dijo Thalion, examinando la criatura—. Estas bestias acechan en los lugares oscuros, cazando a los incautos.

El grupo continuó su camino, más alerta que antes. Tras varias horas de marcha, llegaron a un claro donde decidieron acampar. Ailara preparó un fuego y Thalion se encargó de la vigilancia, mientras Erik se sentaba junto a las llamas, reflexionando sobre los eventos recientes.

—¿Qué te trajo realmente a esta misión? —preguntó Ailara, sentándose a su lado—. Hay algo en tus ojos que dice que no es solo el talismán lo que buscas.

Erik suspiró, sabiendo que no podía ocultar la verdad a sus compañeros.

—Mi familia fue asesinada por aquellos que buscan el poder del talismán. —confesó—. No solo quiero proteger este artefacto, también busco justicia... y quizás venganza.

Ailara lo miró con compasión, colocando una mano en su hombro.

—Tu causa es noble, Erik. Y mientras mantengas tu corazón puro, encontrarás la fuerza para seguir adelante. —dijo con una sonrisa.

Al día siguiente, el grupo abandonó el Bosque de los Susurros y comenzó su ascenso hacia las Montañas de Fuego. El terreno se volvía más escarpado y desafiante con cada paso. Rocas afiladas y senderos estrechos ponían a prueba su resistencia y determinación.

A mitad de camino, se encontraron con una pequeña aldea escondida en un valle, llamada Eldoria. Los aldeanos, de aspecto sencillo pero amigable, los recibieron con hospitalidad, ofreciéndoles comida y refugio.

En la aldea, conocieron a un nuevo aliado: Mira, una joven curandera con un don especial para la sanación. Con su cabello trenzado y ojos llenos de esperanza, Mira irradiaba una energía positiva que reconfortaba a todos a su alrededor.

—He oído hablar de vuestra misión. —dijo Mira, mientras aplicaba ungüentos a una herida de Erik—. Me gustaría acompañaros. Mis habilidades pueden ser de utilidad en vuestro viaje.

Ailara y Thalion intercambiaron miradas y asintieron, reconociendo el valor de tener a una curandera en su grupo.

—Estaríamos encantados de tenerte con nosotros, Mira. —respondió Ailara—. Este viaje es peligroso, pero juntos somos más fuertes.

Con un nuevo miembro en su equipo, el grupo dejó Eldoria con renovado vigor. Las Montañas de Fuego se alzaban imponentes ante ellos, sus picos cubiertos de niebla y sus laderas llenas de misterios y peligros.

Mientras ascendían, Erik no podía evitar sentir una mezcla de temor y emoción. Sabía que los desafíos que les aguardaban serían mayores que cualquier cosa que hubieran enfrentado hasta ahora. Pero también sabía que con sus nuevos amigos a su lado, tenía una oportunidad real de cumplir su misión y quizás, encontrar la paz que tanto anhelaba.

El Encuentro con Gruk

Al tercer día de ascenso, se encontraron en un estrecho paso de montaña. El viento aullaba a su alrededor, y las nubes oscuras se arremolinaban sobre ellos, como si presagiaran el peligro que se avecinaba.

—Este lugar tiene una mala vibra. —murmuró Thalion, su mano descansando sobre la empuñadura de su espada.

De repente, un rugido atronador resonó en el aire, haciendo que las rocas temblaran. Del borde de un precipicio cercano, una figura enorme apareció. Era un ogro, pero no uno cualquiera. Este ogro era más grande que cualquier otro que Erik hubiera visto, con una piel grisácea y gruesa como la roca. Sus ojos brillaban con una furia primitiva, y en su pecho, cicatrices formaban patrones de antiguas batallas.

—Ese es Gruk, el ogro de las montañas. —susurró Ailara, su rostro pálido—. Se dice que fue maldecido por un antiguo hechicero y que su corazón está ligado a estas montañas. Nadie ha sobrevivido a su encuentro.

Gruk avanzó, su enorme maza arrastrándose por el suelo y levantando chispas. El suelo tembló bajo sus pasos, y un aire de terror llenó el ambiente.

—¡Prepárense! —gritó Thalion, desenvainando su espada y posicionándose entre Gruk y el resto del grupo.

El combate comenzó con una furia desatada. Thalion se movía con agilidad, lanzando golpes rápidos y precisos, pero la piel de Gruk era dura como el granito, y sus ataques apenas parecían rasgarla. Ailara lanzó hechizos de fuego y hielo, tratando de debilitar al ogro, pero Gruk avanzaba implacable, resistiendo sus magias.

Erik se quedó atrás, observando el talismán que llevaba colgado al cuello. Sabía que contenía un poder que aún no comprendía del todo, pero ahora era el momento de utilizarlo.

Gruk lanzó un golpe con su maza, que Thalion apenas logró esquivar, pero el impacto creó una onda de choque que arrojó a Mira contra una roca. La joven curandera gritó de dolor, y Erik sintió un fuego interno arder con más fuerza.

—¡Basta! —gritó Erik, levantando el talismán. Una luz brillante emanó del artefacto, envolviéndolo en una energía dorada.

Gruk se detuvo, sus ojos fijos en el talismán. Un rugido de ira y miedo escapó de sus labios mientras avanzaba hacia Erik.

—Este es el fin, Gruk. —dijo Erik, su voz firme.

El talismán comenzó a brillar aún más intensamente, y una onda de energía salió disparada hacia Gruk. La luz dorada envolvió al ogro, penetrando su piel rocosa y alcanzando su corazón maldito.

Gruk soltó un último rugido de agonía antes de desplomarse, su cuerpo convirtiéndose en piedra y desmoronándose en mil pedazos. El silencio llenó el paso de montaña, roto solo por los jadeos de los compañeros de Erik.

Mira, herida pero viva, sonrió débilmente.

—Lo logramos... —murmuró, antes de desmayarse.

Ailara corrió hacia ella, comenzando a sanar sus heridas con delicados hechizos. Thalion miró a Erik con respeto.

—Has demostrado ser un verdadero líder y mago hoy. —dijo Thalion—. Con el talismán a tu lado, tenemos una oportunidad real de enfrentar cualquier cosa que nos espere.

Erik asintió, sintiendo el peso del talismán en su pecho. Sabía que este era solo el comienzo, pero también sabía que, con sus amigos a su lado, podían superar cualquier desafío. Juntos, continuaron su ascenso hacia las Montañas de Fuego, preparados para lo que el destino les deparara.

El Último MagoWhere stories live. Discover now