Parte 18: Las puertas del destino

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La luz dorada del talismán se desvanecía lentamente, dejando el campo de batalla en un silencio tenso y cargado de expectativa. Los cuerpos de los caídos yacían esparcidos, y los supervivientes, exhaustos pero determinados, se preparaban para el siguiente enfrentamiento. La Fortaleza de Aldor se mantenía firme, un símbolo de resistencia y esperanza.

Ailara, Mira, Lirion y Erik se reagruparon cerca de las murallas, conscientes de que la batalla estaba lejos de terminar. Mientras el sol comenzaba a ponerse, proyectando largas sombras sobre el campo de batalla, los rumores de las próximas acciones del enemigo se extendían entre los guerreros.

—Shirk ha caído, pero sus fuerzas siguen avanzando —dijo Lirion, limpiando el sudor de su frente—. Debemos prepararnos para el próximo ataque.

—Necesitamos un plan —respondió Erik, mirando hacia el horizonte—. No podemos seguir luchando a ciegas.

Fue entonces cuando una figura alta y esbelta apareció ante ellos. Era Althea, una anciana elfa con un aire de sabiduría y misterio. Sus ojos centelleaban con un conocimiento profundo y antiguo.

—Hay un camino que no habéis considerado —dijo Althea, su voz suave pero llena de autoridad—. Las Puertas del Destino, un antiguo portal que puede llevaros a la fuente del poder de nuestros enemigos.

—¿Las Puertas del Destino? —preguntó Ailara, intrigada—. He oído hablar de ellas en las leyendas, pero creí que eran solo mitos.

—No lo son —respondió Althea—. Están ocultas en las Montañas de Ebon, más allá del Valle de las Sombras. Si lográis encontrarlas y cruzarlas, podréis desentrañar el misterio que da poder a los Cazatalismanes y destruirlo desde su raíz.

—¿Y cómo sabemos que no es una trampa? —preguntó Mira, siempre cautelosa.

—Es un riesgo que debemos correr —dijo Erik, su determinación clara—. No podemos permitirnos dejar piedra sin remover.

Althea asintió, apreciando la valentía de los jóvenes guerreros.

—Partiré con vosotros —dijo—. Mi conocimiento de los antiguos caminos os será útil. Pero debéis saber que el viaje será peligroso, y no todos podríamos regresar.

Sin más dilación, Erik, Ailara, Mira, Lirion y Althea se prepararon para su nueva misión. Dejaron a cargo de la defensa de la fortaleza a los líderes aliados y partieron hacia las Montañas de Ebon, sabiendo que cada minuto contaba.

El viaje fue arduo y lleno de peligros. Atravesaron bosques oscuros y traicioneros, donde los árboles parecían murmurar secretos antiguos y las sombras ocultaban amenazas invisibles. Cruzaron ríos embravecidos y escalaron acantilados escarpados, su resistencia puesta a prueba en cada paso.

Finalmente, después de días de viaje, llegaron a las Montañas de Ebon. Las cumbres se alzaban imponentes, sus picos envueltos en niebla y misterio. Althea los guió por senderos ocultos, sus conocimientos ancestrales revelando pasadizos que de otro modo habrían pasado desapercibidos.

—Aquí estamos —dijo Althea finalmente, deteniéndose frente a una enorme puerta de piedra cubierta de runas antiguas—. Las Puertas del Destino.

Las puertas emitían una leve vibración, como si respondieran a su presencia. Erik avanzó, sosteniendo el talismán, y las runas comenzaron a brillar con una luz intensa.

—El talismán es la llave —murmuró Althea—. Debes usarlo para abrir las puertas.

Con un profundo suspiro, Erik levantó el talismán y lo colocó en una hendidura en la puerta. La luz se intensificó, y con un sonido profundo y resonante, las puertas comenzaron a abrirse, revelando un portal de energía brillante y fluctuante.

—No sabemos lo que encontraremos al otro lado —dijo Lirion, mirando el portal con una mezcla de temor y expectativa.

—Pero sabemos por qué estamos aquí —respondió Ailara, tomando la mano de Erik—. Por Eldara. Por todos aquellos que hemos perdido.

—Y por todo lo que aún podemos salvar —añadió Mira, con una determinación férrea en sus ojos.

Con un último vistazo hacia atrás, el grupo cruzó el portal, dejando atrás el mundo conocido y adentrándose en lo desconocido. Las Puertas del Destino se cerraron tras ellos con un sonido final y definitivo, sellando su entrada en una nueva etapa de su épica aventura.

Al otro lado, se encontraron en un vasto paisaje de desolación y sombra, un reino de oscuridad que parecía extenderse infinitamente. En el horizonte, una fortaleza oscura se alzaba, irradiando una energía malévola.

—Ahí es donde debemos ir —dijo Althea, señalando la fortaleza—. Es la fuente del poder de nuestros enemigos. Debemos destruirla.

Sin más palabras, el grupo avanzó, conscientes de que la batalla final se acercaba y que el destino de Eldara dependía de su éxito. En este extraño y aterrador mundo, cada paso los acercaba más a la confrontación definitiva con las fuerzas del mal.

El Último MagoWhere stories live. Discover now