Parte 26: Batalla por Eldara

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La noticia de la inminente batalla se extendió rápidamente por Eldara. En la Fortaleza de Aldor, las preparaciones alcanzaban su clímax. Soldados, elfos, enanos y gholos redimidos se armaban y organizaban, listos para enfrentar la oscuridad que se cernía sobre ellos. El aire estaba cargado de tensión y determinación; el rugido de los preparativos resonaba como un preludio a la tormenta que se avecinaba.

En el amanecer del día de la batalla, una niebla espesa cubría los campos alrededor de la fortaleza. Desde lo alto de las murallas, Erik observaba el horizonte, su mirada fija en las sombras que se movían en la distancia. A su lado, Ailara afilaba su espada, mientras Mira revisaba sus dagas con precisión meticulosa. Lirion y Althea, por su parte, murmuraban hechizos de protección y fortaleza.

—Está cerca —dijo Erik, rompiendo el silencio—. La primera ola de ataque está a punto de llegar.

—Estamos listos —respondió Ailara, su voz firme—. No cederemos.

El sonido de cuernos de guerra resonó en la distancia, un llamado siniestro que anunciaba la llegada del enemigo. Desde las sombras, surgieron los ejércitos de los cazatalismanes, liderados por figuras oscuras y ominosas. A la vanguardia, Shirk, el espectro sobre su caballo envuelto en llamas, se destacaba como una figura de terror.

—¡A las armas! —gritó Lord Karak desde el frente de las líneas humanas—. ¡Defendamos Eldara!

Las puertas de la fortaleza se abrieron y las tropas avanzaron. Los elfos desplegaron sus arcos y lanzaron una lluvia de flechas precisas, mientras los enanos, con su acero reluciente, cargaban con una fuerza implacable. Los gholos redimidos se lanzaron al combate con una furia renovada, determinados a redimir sus acciones pasadas.

El choque de espadas, el crujido de escudos y los gritos de guerra llenaron el aire. Erik se movía con la agilidad de un guerrero experimentado, su espada danzando en el campo de batalla. Ailara luchaba a su lado, su destreza y valentía inspirando a quienes la rodeaban. Mira se deslizaba entre los enemigos, sus dagas encontrando siempre su objetivo. Lirion y Althea, desde la retaguardia, lanzaban hechizos devastadores que iluminaban el campo con explosiones de energía arcana.

El campo de batalla se convirtió en un caos de lucha frenética. Shirk, con su presencia espectral, sembraba terror y destrucción a su paso. Con un movimiento de su mano, invocó a criaturas de la oscuridad, monstruos grotescos que se unieron a la batalla, aumentando la confusión y el horror.

—¡No podemos permitir que nos dividan! —gritó Erik, cortando a través de las filas enemigas—. ¡Mantened las líneas!

El dragón de ojos verdes, una visión de majestad y poder, descendió del cielo, su rugido estremeciendo la tierra. Con un aliento ardiente, barrió con filas enteras de enemigos, su presencia cambiando el rumbo de la batalla. Sin embargo, los cazatalismanes, determinados y despiadados, no retrocedían.

En medio de la batalla, Erik se encontró cara a cara con Shirk. El espectro levantó su espada envuelta en llamas, sus ojos brillando con una malevolencia infinita.

—Tu tiempo ha terminado, Erik de Aldor —dijo Shirk, su voz resonando como un eco de muerte.

—Eso está por verse —respondió Erik, levantando su espada para el enfrentamiento.

El duelo entre Erik y Shirk fue feroz, cada golpe resonando con una fuerza que sacudía el campo de batalla. Mientras tanto, sus compañeros continuaban luchando con todo lo que tenían, sus esperanzas y vidas colgando de un hilo.

En un momento crítico, cuando todo parecía perdido, Althea, con una determinación feroz, lanzó un hechizo que había aprendido del libro de hechizos. Un rayo de luz pura atravesó el campo, impactando a Shirk y debilitando su forma espectral.

—¡Ahora, Erik! —gritó Althea.

Con un grito de batalla, Erik aprovechó la oportunidad y atravesó a Shirk con su espada. El espectro emitió un alarido de agonía antes de desvanecerse en el aire, su forma disipándose como humo.

Sin embargo, justo cuando las fuerzas de Eldara creían tener un momento de respiro, un sonido agudo y penetrante rompió el aire. Desde las sombras del cielo, emergieron los skraus, seres alados de gran ferocidad. Con alas membranosas y cuerpos musculosos cubiertos de escamas negras, los skraus descendieron sobre el campo de batalla, sus garras y colmillos destellando con mortalidad.

—¡Cuidado! —gritó Ailara, señalando al cielo—. ¡Nos atacan desde arriba!

Los elfos, con su aguda vista, fueron los primeros en reaccionar, disparando flechas hacia las criaturas aladas. Sin embargo, los skraus eran rápidos y ágiles, esquivando muchas de las flechas con facilidad. Descendieron en picado, arrancando a los soldados del suelo y llevándolos al aire, solo para dejarlos caer desde alturas mortales.

El dragón de ojos verdes, viendo la nueva amenaza, lanzó un rugido y se lanzó al cielo para enfrentar a los skraus. En un despliegue de fuerza y agilidad, el dragón se enfrentó a las criaturas aladas, sus mandíbulas y garras chocando en un combate aéreo épico.

Erik, mirando la batalla aérea, sabía que no podían depender solo del dragón para detener a los skraus.

—¡Althea, Lirion! —gritó—. ¡Usen sus hechizos para derribarlos!

Los dos magos asintieron, concentrándose para lanzar hechizos de fuego y relámpagos hacia las criaturas voladoras. Las explosiones de magia impactaron en varios skraus, derribándolos al suelo donde los guerreros de Eldara los remataban rápidamente.

Ailara y Mira, por su parte, coordinaban a los soldados para formar grupos defensivos, protegiéndose mutuamente de los ataques aéreos y terrestres. La batalla se intensificaba, la llegada de los skraus añadiendo una capa de complejidad y peligro.

A pesar de la nueva amenaza, las fuerzas de Eldara se mantenían firmes. La determinación y la valentía de cada guerrero, combinado con la cooperación entre las razas, les daba la fuerza para resistir. El primer asalto había sido brutal y había revelado nuevas facetas del enemigo, pero también había mostrado la resistencia y el espíritu indomable de Eldara.

El primer asalto había terminado, pero la guerra por Eldara apenas comenzaba. Con cada victoria y cada sacrificio, se acercaban más a la confrontación final. Las sombras de la guerra se cernían sobre ellos, y el destino de Eldara pendía de un hilo.

El Último MagoWhere stories live. Discover now