Parte 17: Emboscada

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La primera luz del día apenas había tocado las murallas de la Fortaleza de Aldor cuando la guerra estalló. Las fuerzas de Eldara, lideradas por Erik, Ailara, Mira y Lirion, se desplegaron en formación, preparadas para enfrentar la oleada de oscuridad que avanzaba desde el Valle de las Sombras.

El sonido de tambores de guerra y el rugido de criaturas mágicas resonaban en el aire, creando una cacofonía de batalla que hacía vibrar el suelo. Los aliados habían tomado sus posiciones estratégicas: los elfos, ágiles y certeros, estaban en los árboles, los enanos con sus robustas armaduras y martillos en las primeras filas, y los humanos junto a los faunos formaban una segunda línea defensiva.

Pero no fue hasta que el sol estaba completamente en el cielo que la verdadera amenaza se reveló.

Desde la densa neblina del Valle de las Sombras, surgieron los ejércitos oscuros liderados por los gholos y no-muertos. Las criaturas avanzaban de manera desordenada pero implacable, sus ojos vacíos y sus cuerpos podridos una imagen de pesadilla viviente.

—¡Aquí vienen! —gritó Erik

—¡Mantened las posiciones! —ordenó Lirion, conjurando una barrera mágica para proteger a sus aliados del primer embate.

El choque inicial fue brutal. Las espadas chocaban contra los escudos, los hechizos estallaban en destellos de luz y sombra, y los gritos de batalla resonaban en el aire. La batalla se extendía a lo largo de las murallas y más allá, cada bando luchando con ferocidad y determinación.

Sin embargo, en medio de este caos, algo siniestro se desataba. Desde las profundidades de la neblina, Shirk apareció, montado en su caballo envuelto en llamas. Su presencia era una mancha de oscuridad absoluta, sus ojos ardían con un fuego espectral que prometía destrucción.

—¡Cuidado! —gritó Ailara, señalando hacia el espectro.

Shirk levantó una mano envuelta en sombras, y al instante, la neblina se intensificó, cubriendo el campo de batalla en una oscuridad casi tangible. El miedo se apoderó de las filas de los aliados, quienes comenzaron a retroceder ante la visión de Shirk.

—¡No os dejéis intimidar! —rugió Erik, tratando de mantener el orden—. ¡Es solo un espectro!

Pero Shirk no era solo un espectro. Con un gesto, envió oleadas de energía oscura que derribaron a varios guerreros, sus cuerpos convulsionando antes de quedar inmóviles.

—¡Erik! —gritó Mira, lanzándose hacia adelante con sus dagas en alto.

La valiente elfa atacó al espectro, sus armas destellando con luz mágica, pero cada golpe que daba parecía atravesar el cuerpo de Shirk sin causarle daño alguno. Con una risa gélida, Shirk levantó a Mira del suelo con una fuerza invisible y la lanzó contra un árbol.

—¡Mira! —Ailara corrió hacia su amiga caída, sus ojos llenos de preocupación.

—Es inútil, no podemos herirlo —dijo Lirion, conjurando hechizos protectores para mantener a raya la oscuridad que avanzaba.

—Entonces debemos encontrar otra forma —respondió Erik, su mente trabajando frenéticamente.

El Dragón de Ojos Verdes, viendo la desesperación en el campo de batalla, lanzó un rugido ensordecedor y se lanzó hacia Shirk, sus mandíbulas abiertas y listos para atacar. Pero incluso el poder del dragón parecía no afectar al espectro, quien lo evadió con una facilidad desalentadora.

—Vuestra resistencia es inútil —declaró Shirk, su voz resonando como un eco helado—. La oscuridad devorará todo.

En ese momento, Ailara recordó las palabras del dragón sobre el talismán y su poder. Con un destello de comprensión, se giró hacia Erik.

—El talismán, Erik. ¡Debemos usar el talismán!

Erik asintió, comprendiendo al instante. Sacó el talismán de su bolsa y lo levantó hacia el cielo. Un resplandor intenso emanó del objeto, bañando el campo de batalla con una luz dorada que dispersó momentáneamente la neblina oscura.

Shirk, por primera vez, pareció vacilar, sus ojos espectrales parpadearon con una mezcla de ira y sorpresa.

—¡No! —gritó el espectro, lanzándose hacia Erik.

Pero era demasiado tarde. Con un grito de determinación, Erik canalizó toda su energía en el talismán. Una explosión de luz surgió del objeto, envolviendo a Shirk y su montura en un resplandor cegador.

El espectro chilló de dolor y furia, su forma empezando a desintegrarse bajo el poder del talismán. En un último esfuerzo desesperado, Shirk lanzó una maldición antes de ser completamente aniquilado.

La neblina se disipó y el campo de batalla quedó en silencio. Los guerreros, atónitos y exhaustos, miraron a su alrededor con incredulidad. La figura oscura de Shirk ya no estaba, y la amenaza inmediata parecía haber desaparecido.

—Lo conseguimos —susurró Ailara, ayudando a Mira a ponerse de pie.

—Por ahora —respondió Erik, guardando el talismán—. Pero esta batalla aún no ha terminado. Debemos seguir adelante, unidos, hasta el final.

Y así, con la esperanza renovada y la determinación más fuerte que nunca, los héroes se prepararon para la siguiente etapa de su épico enfrentamiento. La batalla por Eldara continuaría, y con ella, la lucha por la luz y la justicia en un mundo sumido en sombras.

El Último MagoWhere stories live. Discover now