Parte 19: Revelaciones

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Al adentrarse en el paisaje de desolación y sombra, el grupo avanzaba con cautela, sabiendo que cada paso los acercaba más a la confrontación final. El ambiente era opresivo, cargado de una energía oscura que parecía absorber la luz y la esperanza. Sin embargo, la determinación en los corazones de nuestros héroes no se apagaba.

El Dragón de Ojos Verdes volaba sobre ellos, sus alas creando corrientes de aire que arrastraban las sombras. De repente, el dragón se detuvo en pleno vuelo y descendió bruscamente, aterrizando con un rugido que hizo temblar la tierra. Sus ojos, normalmente llenos de sabiduría y serenidad, ahora brillaban con una mezcla de alarma y urgencia.

—Algo va mal —dijo Lirion, sintiendo la perturbación mágica en el aire.

—El dragón intenta decirnos algo —añadió Ailara, acercándose a la majestuosa criatura.

El Dragón de Ojos Verdes bajó la cabeza y, con un susurro profundo y resonante, comenzó a hablar en la antigua lengua de los dragones. Althea, comprendiendo el idioma, tradujo sus palabras para los demás.

—Dice que ha sentido una perturbación en el flujo de la magia. Algo oscuro y antiguo ha despertado —explicó Althea—. Y hay más. Hay un secreto sobre Shirk que debemos descubrir antes de poder enfrentarlo de nuevo.

—¿Un secreto? —preguntó Erik, frunciendo el ceño—. ¿Qué tipo de secreto?

—Shirk no es simplemente un espectro —continuó Althea—. Antes de su caída, era un poderoso mago, uno de los primeros en estudiar las artes oscuras. Sus ojos, ardientes y llenos de odio, no son solo símbolos de su corrupción. Son la clave de su poder. Y ese poder se origina en Murabán.

Mira asintió, entendiendo la gravedad de la situación.

—Debemos volver a Murabán. Allí encontraremos la pista que necesitamos para derrotar a Shirk definitivamente.

—Pero eso nos retrasará —objetó Lirion—. Y nuestros enemigos no se quedarán quietos.

—No tenemos otra opción —dijo Erik con firmeza—. Si queremos tener alguna esperanza de éxito, debemos descubrir el secreto de Shirk y neutralizar su poder.

El grupo asintió en silencio, comprendiendo la necesidad de la misión. Althea abrió un portal de regreso a Murabán, sabiendo que el tiempo era esencial. Erik, decidido a cumplir su papel, fue el primero en cruzar el umbral.

De vuelta en Murabán, la prisión oscura y sombría parecía aún más intimidante que antes. Erik sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras avanzaba por los pasillos laberínticos, recordando su encarcelamiento anterior. Pero esta vez, no estaba solo. Althea, Ailara, Mira y Lirion lo acompañaban, sus presencias ofreciendo consuelo y fuerza.

—La pista está aquí, en alguna parte —dijo Althea, mirando alrededor con atención—. Busquemos en los registros antiguos.

Después de horas de búsqueda en los archivos polvorientos y oscuros de la prisión, encontraron un manuscrito oculto en una sala secreta. Althea lo desenterró con cuidado y comenzó a leer en voz alta:

—"Shirk, el mago oscuro, selló su poder en un relicario oculto en la cámara más profunda de Murabán. Este relicario contiene su esencia y, mientras permanezca intacto, su poder será eterno."

—Debemos encontrar ese relicario —dijo Erik, su voz llena de determinación—. Y destruirlo.

Guiados por las palabras del manuscrito, el grupo se adentró en las profundidades de Murabán, sorteando trampas y enfrentándose a guardianes espectrales. Finalmente, llegaron a una cámara oscura y fría, donde un relicario negro descansaba sobre un pedestal de obsidiana.

—Ahí está —murmuró Mira, avanzando con cautela.

Erik levantó su espada, listo para destruir el relicario, pero una fuerza invisible lo detuvo. Shirk apareció ante ellos, su figura espectral llena de furia y desesperación.

—¡No os atreváis! —gritó Shirk, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa—. Si destruís el relicario, me destruiréis a mí, pero también liberaréis una fuerza que no podréis controlar.

—No tenemos otra opción —respondió Erik con resolución—. Tu tiempo ha llegado a su fin, Shirk.

Con un grito de desafío, Erik dejó caer su espada sobre el relicario. Una explosión de luz y oscuridad envolvió la cámara, sacudiendo los cimientos de Murabán. Shirk gritó en agonía mientras su esencia se desvanecía, dejando solo un eco de su presencia.

Cuando la luz se disipó, el relicario estaba destruido y Shirk había desaparecido. Pero la prisión también comenzaba a derrumbarse.

—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Lirion, ayudando a los demás a encontrar la salida.

A duras penas, el grupo logró escapar de Murabán, emergiendo al aire libre justo cuando la estructura colapsaba tras ellos.

—Lo logramos —dijo Ailara, respirando con dificultad—. Pero la batalla aún no ha terminado.

—No, pero hemos dado un gran paso —respondió Erik, mirando el horizonte—. Ahora sabemos cómo derrotar a nuestros enemigos. Y con este conocimiento, volveremos a enfrentarnos a ellos y prevaleceremos.

Con renovada determinación, el grupo se preparó para regresar al campo de batalla, sabiendo que la confrontación final se acercaba y que el destino de Eldara dependía de su valor y sacrificio.

El Último MagoWhere stories live. Discover now