ℂ𝕒𝕡𝕚̄𝕥𝕦𝕝𝕠 9

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En el transcurso del viaje hacia la casa del moreno, sólo se escuchaban las indicaciones de este hacia dónde quedaba su casa. Aunque no estuvieran hablando ambos se sentían muy cómodos con el silencio que mantenían. No sentían necesidad de hablar, sólo se dejaban llevar por lo bien que ambos se sentían gracias al aroma del otro.
Era un ambiente silencioso y cómodo para los dos, definitivamente.

Al llegar, Viktor estacionó en frente de la casa del menor con tranquilidad y miró a este. Horacio había estado todo el transcurso tranquilo mientras cada vez se acurrucaba más en la chaqueta que Viktor le había puesto antes de subir al coche. Cosa que el alfa claramente notó, provocando una tonta sonrisa en sus labios.

Horacio al notar que ya estaban en su hogar, comenzó a juguetear con sus manos. Realmente no quería que ahora que empezaba a conocer mejor a Volkov y que este le de tanta comodidad y seguridad con su mera presencia se fuera tan pronto. Y Viktor tampoco quería eso.

—Horacio, yo-—

—¿Quieres pasar?— Preguntó el moreno rápidamente, nervioso y con sus mejillas rojas. Miró fijamente a Volkov, apartando su mirada al instante. —D-Digo, l-la noche es jóven y... Puedo- P-Puedo invitarte un café con galletas.— Dijo rascando su cabeza con una mano y con la otra acariciando su pancita. —S-Si es que q-quieres, claro.— Soltó entre risitas nerviosas.

Volkov, quien miraba con una tierna sonrisa a Horacio por el nerviosismo que este tenía ante su propuesta, por lo que se acercó para desprender con cuidado el cinturón del omega, mirándolo con una sonrisa suave.

—Me encantaría, Horacio. Tampoco quería terminar la noche tan temprano y menos si... Estoy en compañía contigo.— Dijo con suavidad, provocando un revoloteo en el estómago del contrario, quien tartamudeó un poco y asintió con una sonrisita, sin palabras por la gran cercanía que habían tenido en esos segundos cuando el mayor se acercó a desabrochar su cinturón.

Ambos bajaron del coche y entraron a la sala del menor, quien comenzó a prepar las tazas de café, entre charlas con el alfa.

Viktor se quedó mirando un cuadro que colgaba en la pared del omega. Era algo extraño.

—Es genial ¿No? Se lo gané a un tío en una apuesta.— Dijo este orgulloso, haciendo reír al ruso.

—Sí... "genial"...— Rió suavemente, mirándolo. —Y... ¿Tu cachorro tendrá su habitación o compartirá contigo?— Preguntó tranquilamente, dándole un sorbo a la taza de café, sorprendiéndose por el exquisito sabor que este tenía. —Wow... Está delicioso.—

Horacio sonrió amablemente, alzando sus hombros. —¿Por qué crees que soy dueño de una cafetería?— Volkov asintió con una risita. —Tengo un cuarto al lado del mío... Ese será el de mi bebé. Pero planeo hacer que duerma en mi habitación en sus primeros meses.— Sonrió, bebiendo de su café.

—Mmm... Podrías pintar la habitación del bebé. No sé, siempre imaginé que una habitación para un bebé sería más linda si es pintada a mano.— Sonrió el alfa. —Si decides hacerlo, podría ayudarte a decorar la habitación de tu cachorro.— Sonrió suavemente, admirando el rostro sereno del omega.

Ambos se veían tan relajados con la compañía del otro, sin nadie más que ellos dos.

—Sería una linda habitación. Me gusta la idea.— Sonrió Horacio. —¿Y tú? ¿Qué haces de tu vida cuando no eres el "Doctor Volkov"?— Preguntó con curiosidad, bebiendo de su café tranquilamente.

Volkov pensó un poco. —No mucho, la verdad. No soy una persona muy social ni divertida. En mis tiempos libres suelo leer, o estudiar más sobre mi carrera. A veces salgo con Greco a tomar algo por ahí.— Comentó con tranquilidad. —En realidad soy una persona muy aburrida y nada interesante.— Rió suavemente.

"𝔸𝕞𝕠𝕣 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕝𝕒𝕥𝕚𝕕𝕠" || Volkacio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora