ℂ𝕒𝕡𝕚̄𝕥𝕦𝕝𝕠 7

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Horacio no sabía por qué se había paralizado de esa forma al ver al alfa guapo de cabellos grises, alto, pálido como la luna y de ojos celeste grisáceo frente a él. Ni siquiera había oído lo que el alfa de la puerta le dijo, pues él y su omega se concentraron totalmente en él.
Cuando se dió cuenta que estaba con sus labios semi-abiertos, sus mejillas ligeramente sonrojadas y podría que jurar que hasta llegó a aguantar la respiración; reaccionó, sacudiendo ligeramente su cabeza y acercándose a el ruso.

Este estaba casi en la misma situación que Horacio; pero peor.

Había decidido vestirse "bien" e ir a esa reunión que Greco tanto le había insistido, después de todo, si algo no le agradaba podría irse tranquilamente. Además, estaba seguro que eso pasaría. Pues no conocía a ninguno de los amigos de Iris y de Greco sólo tenía contacto con Ivanov, por lo que era algo más que seguro que él luego de unos minutos de llegar, tomaras sus cosas y vuelva a casa.

Por lo que al llegar y bajar con su camiseta verde oscuro con tirantes negros y pantalones del mismo color que este; sintió un ligero escalofrío en su espalda.

Había visto a uno llegaba antes que él y tocaba el timbre, por lo que esperó varios pasos detrás de él para pasar.
Sin embargo, todos sus planes con esa noche habían cambiado cuando escuchó esa voz tan melodiosa y ese dulce aroma que su alfa tanto estaba anhelando estos últimos días. Este mismo saltaba de la felicidad por ver a su destinado; a su lindo y pequeño omeguita.

Las mejillas de Volkov tomaron un suave color rosado casi imperceptible por la poca luz que había afuera, sintió su garganta temblar y su corazón acelerarse de sólo mirar los ojos heterocromáticos de su paciente.

«Mierda.» Pensó. El plan de "evitarlo y verlo únicamente en las citas médicas" se había ido a tomar por culo.

—¡D-Digo! Es una sorpresa verlo aquí, de verdad que no me esperaba que conocieras a Iris o a su esposo.— Dijo el omega tranquilo mientras no podía parar de sonreír.

—Hola, Ho-Horacio. Yo... S-Soy muy unido con e-el comisario Rodríguez.— Habló con una voz más gruesa que la suya. Espera ¿Qué? ¿Había hecho su voz así para intentar impresionar al francés? —D-De Greco, m-mejor dicho. A-Además, es con él con el que fui el otro día a su cafetería ¿No lo recuerda?—

Aunque el ruso se sintiera tan nervioso con la simple presencia del menor, podía sentir tranquilidad y comodidad al hablar con él, como si lo conociera de toda su vida.

«Claro que no lo recuerdo, ese día ni siquiera ví a tu acompañante por estar viéndote a ti, alfa de mierda.» Pensó Horacio ante las palabras del contrario, descartando esa opción de respuesta.

—Ese que ese día tuve muchos clientes, seguramente lo haya olvidado.— Rió suavemente. —¡Que bueno que esté aquí! Así nos podemos conocer mejor ¿Sabes? Sería de locos que tengamos una buena relación doctor- paciente y hasta podríamos ser amigos en un futuro.—

Sonrió ampliamente el moreno, aunque sintió a su Omega algo insatisfecho por haberle sugerido amistad y no algo más.

Volkov suspiró. Esto no iba a terminar nada bien, él no podía tener algún tipo de relación con sus pacientes, estaba totalmente prohibido.
Sin embargo, contrario a sus pensamientos, asintió con una sonrisa, pues no podía mentir y decir que la idea de hablar y ver más al menor le fascinaba y emocionaba en demasía.

—Esa idea me fascina, Horacio. ¿Cómo está su cachorro? Veo que... Su barriga ha crecido muy rápido.— Dijo algo confundido, no era normal ese crecimiento tan repentino. —Debería coger una cita para mañana para que le haga unos exámenes. Los primeros meses del embarazo son vitales y necesito llevar un control constante de tu cachorro.— dijo posando con suavidad su mano en la barriguita de Horacio, sonrojándose al instante y quitándola al darse cuenta de su atrevimiento. —¡L-Lo siento! debí pedirle permiso. N-No creo que a su pareja le guste que toquen a su omega.—

"𝔸𝕞𝕠𝕣 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕝𝕒𝕥𝕚𝕕𝕠" || Volkacio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora