ℂ𝕒𝕡𝕚̄𝕥𝕦𝕝𝕠 14

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Luego de aquella primera cita, hubieron más con el paso de tres meses. Donde la barriga de Horacio fue creciendo saludablemente con mucho cuidado y amor por parte del omega. Pues, también ayudó mucho que el estado de ánimo de este había estado en todo momento animado gracias a un alfa de cabellos grises.

Desde su primera cita, hubieron muy pocos besos (y todos los que hubieron fueron cortos y nada intensificados), garres de manos, pequeñas caricias y miradas cargadas de amor por parte de ambos. Pues, el omega de Horacio seguía sosteniendo que tenían que ir lento y Viktor claramente respetó la decisión de su destinado, después de todo, esperaría toda la vida por él.
Durante todos estos días que llevaban siendo, por así decirlo, un "casi algo" se veían bastante seguido, se daban pequeños regalos de vez en cuando y se ayudaban en lo que el otro necesitaba.

Horacio no podría estar más cómodo y feliz al lado de Viktor, su Omega lloriqueaba por estar con él cada que pasa un día sin ver al alfa. La compañía de Viktor es simplemente una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida. Viktor lo escucha, lo acompaña, lo apoya, lo entiende y lo más importante; lo ama.

Dejando de lado eso, ahora en el presente son las 3:17 de la mañana y Horacio está dando vueltas en la cama mientras suelta pequeños gruñidos. Se despertó hace media hora por haber sentido unas increíbles ganas de comer fresas con chocolate y también de unas gomitas.
El moreno no era mucho de cumplir sus caprichos, ya que su doctorcito le dijo que no siempre debe cumplirse los antojos porque no es tan saludable.

Pero esta vez sentía que moriría si no comía esas fresas con chocolate o al menos unas gomitas.

Suspiró, sentándose en la cama y encendiendo el velador junto a esta. Miró su (ya marcadita) barriga, acariciándola. —Por favor niños, es tarde y mamá no puede salir a comprar a esta hora.— Lloriqueaba. —Es demasiado tarde para estos antojos caprichosos que ustedes tienen.— Regañó.

Se levantó con cuidado a tomar un vaso de agua, quizás eso lo ayudaría a calmar ese gran antojo.

5 minutos después, Horacio seguía en la cama mientras miraba el techo, no podía dormir, no sin comer lo que su omega y sus cachorros querían.

Sin embargo, sintió una extraña sensación en él. Una sensación que lo hizo levantarse de la cama y caminar hacia la entrada de su hogar. Cuando estuvo en frente de la puerta a punto de abrirla dudó un poco, pues, en realidad no sabía qué estaba haciendo, pero lo hizo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y confusión, sus mejillas tomaron un suave color carmesí y su aroma se desprendió dulce automáticamente.

—¿V-Viktor? ¿Q-Qué haces aquí a esta hora?— Preguntó confundido y también con algo de preocupación ¿Le habría pasado algo grave?

Viktor le miraba con sus mejillas rojas, con sus brazos tras su espalda y con una sonrisita que Horacio ya conocía bien; estaba nervioso. —B-Bueno, y-yo estaba acostado y... Sentí algo extraño y-— Suspiró, no sabría explicarse, por lo que le mostró a Horacio una bolsa de compras. —T-Te traje esto.— Le tendió la bolsa.

Horacio, confundido, tomó la bolsa en manos, abriéndola para ver lo que contenía. —¿Cómo...?— Sus mejillas se sonrojaron aún más al ver que había una caja con frutillas, un pote de chocolate y un paquete de gomitas en el interior de la bolsa.

—D-De repente sentí que podrías llegar a tener hambre y... B-Bueno...— Rió nervioso, rascando su nuca. —¿E-Está bien?— Preguntó algo temeroso de que Horacio ni siquiera le guste su "sorpresa".

—Yo... N-No lo puedo creer.— Comenzó a reír, abrazando con cariño al alfa. —Muchas gracias, Viktor... Te juro que justamente esto es lo que quería, de verdad, no puedo creerlo.— Rió el omega, desprendiendo su dulce aroma.

"𝔸𝕞𝕠𝕣 𝕖𝕟 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕝𝕒𝕥𝕚𝕕𝕠" || Volkacio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora