CAPÍTULO #12

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Esta es una adaptación de la historia de Lynne Graham llamada "Dinastía Griega".

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Fue tan grande el silencio que siguió a la pregunta de Camila que, si una pluma se hubiera posado sobre el suelo en ese momento, habría sonado tan fuerte como una roca. Estupefacta, Lauren abrió la boca para responder y, al momento, la cerró de nuevo tras descubrir que , Camila tenía la mirada absorta en sus labios. Lauren examinó cada uno de sus gestos, incapaz de creer lo que estaba oyendo. No podía haber dicho lo que ella acababa de escuchar. Y si de verdad había dicho eso, sin duda Lauren debía de haberlo interpretado mal. Consciente de que sus legendarias habilidades de negociación le habían traicionado esa vez, Camila intentó recuperar su ventaja.

-Piensa en ello -dijo Camila-.

-Hace ocho años no éramos más que unas adolescentes. Así que hicimos lo que teníamos que hacer y luego cada una continuó por su lado. Ni siquiera intentamos vivir juntas. Pero ahora somos adultas y hemos aprendido más de la vida.

Lauren sintió como si un cohete fuera a salir disparado de su interior. Cerró firmemente sus ojos. ¿Qué demonios le pasaba a Camila? Ocho años después de haber roto su corazón en mil pedazos con su habitual indiferencia, Camila estaba intentando dar una oportunidad a su matrimonio como si tratara de salir a comprar un par de zapatos nuevos. A Lauren le entraron ganas de gritar, pero jamás se rebajaría a hacerlo antes de tener la oportunidad de reprocharle a Camila su increíble osadía. ¿Cómo atrevía a ofrecerle ahora lo que más había ansiado hacía ocho años? Lauren pensó en las cosas que guardaba en el interior del baúl de madera que se encontraba en un rincón justo detrás de Camila.

El corazón de Lauren empezó a galopar y a punto estuvo de pararse al notar cómo regresaban las viejas angustias. Ella no era lo suficientemente alta ni atractiva ni delgada para un hombre que hacía que se girasen por la calle tanto las cabezas de las mujeres como las de los hombres.

-No, gracias -contestó Lauren como si acabara de rechazar una bebida. Camila no podía dar crédito a la manera con la que Lauren la estaba rechazando. Estaba sacándolo de quicio, pensó Camila lleno de ansiedad. En lo más profundo de sí mismo, siempre había guardado la esperanza de que algún día sentaría la cabeza con Lauren. Algún día. Nunca había dudado de ello. Nunca había sentido siquiera la necesidad de pensar en ello. Sabía que Lauren le esperaría. Que esperaría, con la paciencia que caracterizaba a una mujer inteligente como ella, a que ella estuviera por fin preparado para comprometerse.

-Piensa en lo que estás diciendo -dijo Camila con apremio-.

-Se trata de ti, de mí y del hecho de que ya estamos casados.

-Sólo sobre el papel...

-Pero podríamos hacer que fuera real... -dijo Camila lentamente, con su profunda entonación griega. Sólo Dios sabía cuánto se había esforzado siempre Lauren por resistirse al intenso carisma de Camila. Hubo un tiempo en el que una ocasional sonrisa de Camila, o incluso un matiz de ternura en sus ojos, había bastado para hacer que el corazón de Lauren se desbocara. Pero ese tiempo había pasado, se dijo Lauren sin compasión.

-No quiero hacerlo real.

Camila tocó a Lauren con sus firmes manos y ella se dejó estrechar entre sus brazos. Bajo el pecho de Lauren latía con fuerza su corazón. Algo en su interior le pedía que diese un paso atrás, que se echara a reír y que se retirara con estilo. Sin embargo, había un problema: no quería. Una pequeña voz emergió del subconsciente para decirle que tenía perfecto derecho a dejarse llevar por la curiosidad y averiguar qué era lo que sentía al tenerle cerca, pecho contra pecho.

-Puede que yo no sea lo que se dice una romántica... pero, en otros aspectos, soy bastante buena -ronroneó Camila.

-Eres demasiado modesta -Lauren estaba tan tensa, tan embargada por la expectación, que apenas podía respirar. Oprimida por una intensa confusión, era incapaz de pensar. Se sumergió en el tacto de los largos y broncíneos dedos de Camila, que le recorrían las mejillas para zambullirse después en la cabellera. Le levantó ligeramente el rostro para poder estudiarla mejor con sus impresionantes ojos dorados.

-La humildad no gana batallas -Camila bajó su arrogante mirada-.

-Si huyes esta vez, iré tras de ti...

Se formó un nudo en el estómago de Lauren. Apretó los muslos y las cimas de sus pechos se desbordaron en una oleada de sensaciones; las rosadas cumbres, prisioneras de un placentero hormigueo. Un cálido color inundó sus mejillas. La boca de Camila invadió sus labios. Tuvo una sensación de intimidad desconocida hasta entonces para ella. Le agarró por la solapa de la chaqueta para permanecer erguida. Bum-bum-bum, marcaba el ritmo su corazón. La lengua de Camila asaltó la tierna plenitud de sus labios y aguijoneó a Lauren con una sensación tan placentera que la hizo temblar. Quería más. El cuerpo de Lauren era como un muelle demasiado apretado. Quería ahogarse en el dulce y depravado placer que Camila le ofrecía y olvidarse de su orgullo de una vez por todas. Pero, al estrecharla él con sus fornidos brazos, se golpeó el talón contra un baúl de madera que había en un rincón y una fría vergüenza hizo presa de ella. De repente, fue dolorosamente consciente de su apetito carnal y de su debilidad. Lauren escapó de su abrazo y se tambaleó contra la pared tratando de calmarse. Intentaba ignorar la demoledora sensación de pérdida que experimentaba.

-¿Te ocurre algo? -respirando profundamente, Camila resistió un ansia salvaje que le pedía reclamar el cuerpo de Lauren como si fuera un hombre de las cavernas. Lauren se sentía avergonzada. Le resultaba imposible mirarla. «Lo me ocurre está en el baúl del rincón», pensó amargamente. Se preguntó si Camila se había dado cuenta del terremoto que estaba ocurriendo en su interior.

-No debí haber dejado que ocurriera... -dijo Lauren.

-¿Por qué no?

-Porque quiero el divorcio.

-¿Por qué? -preguntó Camila, ágil como una pantera a punto para saltar sobre su presa-.

-¿Hay algún otro hombre en tu vida?

La pregunta de Camila le sorprendió tanto que casi la hizo estallar en carcajadas. La cabeza le daba vueltas: el deseo de Camila de hacer real su matrimonio había pillado a Lauren por sorpresa. El beso, aunque breve, había supuesto una sobrecarga para su sistema nervioso.

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