Dinastía (Camren)

CAPITULO #30

Esta es una adaptación de la historia de Lynne Graham llamada "Dinastía Griega".

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-Viéndolo otra vez, recuperé mi sentido del humor, thespinis mou. Puse demasiado empeño en mantener en secreto nuestra reconciliación. No debería haberme importado que Fernando también quisiera que nos reconciliáramos -dijo Camila.

-Fernando fue siempre un obstáculo entre nosotros.

-No... sí, cuando éramos jóvenes quizá. Pero ya no tiene por qué serlo. Degustaría pensar que soy una persona madura ahora -la boca de Camila se contrajo por un momento-. 

-Aunque me sentí bastante estúpido e inmaduro cuando anoche intenté hacer una visita por sorpresa a mi mujer y me empezaron a perseguir un puñado de perros asesinos. 

Lauren abrió de par en par sus verde esmeralda ojos al recordar el alboroto en la villa Jauregui la noche anterior.

-¿Eras tú el intruso de anoche?

-Era yo -le confirmó Camila.

Lauren se acercó a ella y lo tomó de la mano.

-¿Por qué no dijiste quién eras?

-Entonces no habría sido una sorpresa.

-Tenía tantas ganas de que vinieras... -dijo Lauren con voz titubeante-. 

-Si hubiera sabido que estabas allí, tan cerca de mí...

-Tenía una reunión muy importante por la mañana... luego, había hecho planes para ir a verte y entrar en la villa Jauregui de forma más convencional.

-Si hubiera sabido que... no era necesario que viniese a tu oficina...

-No sabes cómo me alegra saber ahora que tú también estás dispuesta a luchar por mí, pethi mou -dijo Camila, acercándose a ella con la seriedad marcada en su rostro de perfil clásico.

-¿Te alegras?

-Hay algo que debería haberte dicho hace tiempo. Algo que nunca he dicho a una mujer: te amo. 

Lauren se quedó boquiabierta.

-¿Lo dices en serio?

-Más que nada en el mundo. Durante unos. instantes, ayer, dejé que mi orgullo tomase el control y me comporté como una estúpida. Pero nunca he dejado de amarte... y no creo que nunca deje de hacerlo. 

Al mirarla, Lauren casi no podía respirar. Intentaba desesperadamente encontrar en su rostro una prueba de lo que estaba diciendo con palabras. Y allí estaba la prueba, en sus bellos ojos: toda la profundidad de la emoción, el afecto y la sinceridad ardiendo en el fondo de sus pupilas. A su vez, Camila vio en su esposa la pasión que estaba acostumbrado a despertar en ella, pero esa vez, la pasión iba a acompañada de una profunda confianza en él y un afecto sin disimulo.

-Vámonos de aquí -le dijo Camila, agarrándola de la mano. El tráfico de la ciudad era horrendo, pero no les importó demasiado, ya que todo el camino de vuelta lo pasaron besándose.

-¿En qué momento te enamoraste de mí? -le preguntó Lauren, aprovechando un momento en que tuvo que separarse de él para tomar aire.

-No lo sé... sinceramente, no lo sé -contestó Camila, mientras satisfacía su constante necesidad de contacto físico llevándose a la boca la mano de Lauren y lamiendo sus dedos uno por uno-. 

-Primero éramos amigas. Pero siempre estuvo entre nosotros esa barrera que nos impidió saber qué fue lo que salió mal en la noche de bodas y que hizo que lo nuestro fuera estrictamente platónico...

-A mí también me habría gustado poder hablar contigo entonces... pero estaba tan herida y avergonzada... Realmente llegué a creer que te emborrachaste porque detestabas haberte casado conmigo.

-No lo detestaba en absoluto. De hecho, en el altar me tuve que contener para no ponerme a pensar cómo te iba a quitar ese traje -le confesó Camila, haciendo que los ojos verdes de su esposa se abrieran de par en par por la sorpresa

- A veces, eres tan inocente... -y Camila rió. La confesión que Camila acababa de hacerle hizo que Lauren se olvidase para siempre de los viejos dolores y la inseguridad que habían acechado sus recuerdos de antaño. Siempre recordaría la manera con que la mirada de Camila había recorrido el bajo escote de su vestido de boda y le complació enormemente saber que, incluso en aquel entonces, su cuerpo ya provocaba el deseo de su esposa.

-Tan inocente, y a la vez tan sexy -dijo Camila, tocándola en el ascensor durante la subida a su apartamento-. 

-Estoy siempre desesperada por ti...

A Camila se le encendieron las mejillas cuando las puertas del ascensor se abrieron para dejar entrar a otro pasajero. Al llegar a su piso, Camila abrió la puerta del apartamento casi a patadas, la cerró de un portazo y dio un beso a su esposa.

-Necesitamos un sitio donde podamos tener más privacidad -le dijo Camila de camino al dormitorio.

-La villa de mi abuelo, no. No fue un lugar en donde fuera feliz. Creo que deberíamos venderla y buscar otro sitio en Grecia donde podamos vivir cuando vengamos. 

Entre besos y palabras llegaron a la cama. Quitándose la ropa con frenesí, hicieron el amor de un modo verdaderamente explosivo, renovando el lazo físico que había entre en ambos, llenos de satisfacción y gozo. Después de ello, Camila tomó la cara de su esposa en sus manos.

-Te amo -le dijo- 

-Te amo tanto. Cuando pensé anoche que te había perdido, me sentí enferma... no pude dormir. Has llegado a significar tanto para mí.

-Yo también te amo... no puedo creer que ésta sea la primera vez que te lo digo.

-Sí, es cierto. Nunca me lo habías dicho antes. Nuestro matrimonio empezó mal, ¿verdad?

-No pienses en el pasado -murmuró Lauren-. 

-No estabas listo entonces para esa clase de compromiso.

-Pero ahora sí lo estoy. Cuando me pediste el divorcio, bueno... eso fue una especie de llamada de aviso. Me volví loca; no sabía qué era lo que me pasaba, pero de repente me di cuenta de que necesitaba hacer algo para no perderte. Pero estabas tan decidida... y luego, la idea del banco de esperma me dejó conmocionada...

Lauren hizo que sus posesivos dedos recorrieran el apolíneo torso de su esposa y, después, le dedicó una sonrisa llena de picardía.

-Debo admitir que tú has sido mucho más divertido que un banco de esperma.

-Se está volviendo usted muy atrevida, señora Cabello -la censuró Camila mientras le daba un tierno beso-. 

-Me encantan las mujeres atrevidas...

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