capítulo onze

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Noite de Halloween em Medellín

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31/10/24
El avión aterrizó en Medellín al amanecer. Después de pasar por inmigración y recoger nuestras maletas, nos dirigimos al hotel donde nos alojaríamos durante los próximos días. Al llegar, el vestíbulo estaba decorado con calabazas, telarañas y fantasmas, recordándonos que era Halloween.

—¿Amor tenés planes para hoy? —preguntó Richard mientras dejábamos las maletas en nuestra habitación.

—No sé bebé, ¿Usted quiere hacer algo? —respondí, sonriendo.

—Pues estaba pensando en ir a una fiesta de disfraces esta noche. Dicen que Medallo se pone muy chimba en Halloween —sugirió él.

—Me encanta la idea amor. Pero primero, necesito un café bien cargado y algo de desayuno —le dije, sintiendo cómo mi estómago rugía.

Bajamos al comedor del hotel y encontramos a varios de nuestros compañeros desayunando.

—Buenos días, ¿cómo amanecieron los pollitos? —saludó James, sonriendo.

—Bien, titinos para parcharnos en Medallo —respondió Richard.

Después de desayunar, decidimos explorar la ciudad. Caminamos por el Pueblito Paisa, visitamos el Museo de Antioquia y disfrutamos de un almuerzo típico en un restaurante local. El día pasó rápido y pronto era hora de prepararnos para la fiesta.

Volvimos al hotel y comenzamos a disfrazarnos. Richard había traído un disfraz de Batman y yo, uno de conejito. Mientras me maquillaba, Richard me miraba con una sonrisa.

—Mamacita mía, mi amor ome —dijo, acercándose para darme un beso.

—Hombre mío, usted también está muy lindo —respondí, arreglándole la camiseta.

Nos encontramos con el resto del equipo en el vestíbulo y nos dirigimos a la fiesta. La música y las luces llenaban el ambiente de energía. Todos estaban disfrazados y la noche prometía ser inolvidable.

—A bailar puesss—gritó Santiago, llevándonos a la pista de baile.

Bailamos y reímos hasta que nuestras piernas no pudieron más. En un momento, Richard y yo nos alejamos un poco del grupo y nos encontramos en un rincón más tranquilo.

—Amor me siento demasiado feliz al estar con usted, mi princesa hermosa —dijo Richard, mirándome a los ojos.

—Esta noche es mágica —respondí, sintiendo una conexión especial.

Nos besamos suavemente, dejando que el ritmo de la música nos envolviera. De repente, alguien nos interrumpió.

—Disculpen, ¿puedo tomar una foto de ustedes dos? —preguntó un fotógrafo del evento.

—Claro —respondimos, posando juntos.

La noche continuó y el tiempo voló. En medio de la fiesta, me separé un momento de Richard para ir al baño. Al regresar, me encontré con un chico que comenzó a hablarme.

—Hola linda, ¿Te puedo invitar una copa? —dijo con una sonrisa encantadora.

—Gracias, pero ya tengo con quién estar —respondí, tratando de ser amable.

—Ay hágale mi reina, solo es una copa. No hay daño en eso —insistió, acercándose un poco más.

Justo en ese momento, Richard apareció y vio la escena. Sus ojos se oscurecieron y su mandíbula se tensó.

—¿Que pasa acá? —preguntó Richard, su voz cargada de celos.

— Amor. Solo estaba regresando del baño —respondí, notando la tensión en su rostro.

—  A usted quien lo llamó, parcero no sea metido — dijo el chico que tenía al lado.

— Mire grandísimo triple hijo de puta, abrase de aca antes que se me de la regalada gana de acabarlo a puños.— Dijo Richard enojado.

—Venga amor, no se ponga así, volvamos con el grupo —dije tratando de calmar la situación, a lo que el me rodea con su brazo y lanza una mirada de advertencia al chico.

Regresamos a donde estaban nuestros amigos, pero la atmósfera entre nosotros había cambiado. Richard estaba visiblemente molesto.

—No tenías que ponerte así amor —le dije en un susurro mientras nos sentábamos.

—¿Ponerme así? Ese triple doble setenta hijo de puta malparido estaba coqueteando con mi mujer. O es que a usted le gustó el man —respondió él, su voz apenas contenida.

—Haceme el favor y le bajas a tu grosería  Richard. No tenés que preocuparte por esas bobadas, ya pasó  —le aseguré, tomando su mano.

—Perdoname amor, lo sé, pero no puedo evitarlo —dijo, suspirando y apretando mi mano.

La noche continuó, pero la tensión entre nosotros era palpable. Sin embargo, al final de la fiesta, cuando nos dirigíamos de vuelta al hotel, Richard me abrazó con fuerza y susurró en mi oído:

—Lo siento mi vida. No quiero que esto nos chimbee la noche.

—Dale mi cielo, solo vamos a disfrutar el tiempo juntos —respondí, besándolo suavemente.

Cuando llegamos a la habitación, nos cambiamos y nos acostamos a dormir arrunchados, esperando que el nuevo día trajera consigo un nuevo comienzo.

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@sarahrodriguez

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Richard Rios - Um amor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora