Capítulo quatorze

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Uma noite de salsa

03/11/23

El partido terminó con una victoria, y los chicos celebraron con entusiasmo. Planeaban quedarse en la casa de Daniel Muñoz, y Richard estaba con ellos, tomando aguardiente. Algunos cantantes habían venido al camerino para animar la celebración. Yo estaba con Samuel, quien ya estaba muriendo de sueño.

Me acerqué a Richard, quien me cogió de la mano y me pegó a su cuerpo, agarrándome de la cintura. Empezamos a bailar salsa al ritmo de "Una mirada bastó". Richard me miraba con una mirada hermosa y sincera, juntando nuestras frentes y acercando nuestros labios, cantando la canción mientras movíamos nuestros cuerpos al compás de la música. Seguimos bailando más canciones: "Deseándote", "La magia de tus besos", "Igual que ayer", "Caricias prohibidas", "Siempre seré", "Anhelo", "Nada sin ti", "Casi un hechizo", "Tú eres" y "Algo que se quede".

—Amor, estoy demasiado cansada, vamos a casita, mi cielo, porfa —dije, un poquito agotada.

—Como usted quiera, mi reina. Déjeme despedirme de los muchachos —respondió Richard, dándome un beso en los labios antes de ir a despedirse.

—James, ¿me llevo a Samuel? —le pregunté a mi hermano.

—Sí, gorda, llévalo a casa, allá está la nana, cuidese, se porta juiciosa —dijo James, despidiéndose.

Cargué a Samuel, que ya estaba dormido.

—Amor, ¿usted cómo va a cargar a ese muchacho tan grande? Venga, yo lo cargo —dijo Richard, quitándome a Samuel de las manos.

—Hagan el favor y utilicen condón, que todavía no queremos ver a Sarah preñada y a Richard comprando pañales —dijo Daniel Muñoz, haciendo reír a todo el equipo.

—Tan baboso, de por sí ya les tenemos una sorpresita —dije, tocando mi vientre en broma.

Richard abrió la boca, sorprendido.

—¿Cómo así, amor? ¿Cuándo? —preguntó.

—Ay, amorrr, es mentiraaaa —dije riendo.

—Cansona, en estos días te hago dos muchachos. Vámonos —dijo, saliendo. Le pusimos la silla a Samuel para que fuera dormido.

Richard se subió al carro y yo me fui de copiloto. Encendió el carro, puso su mano encima de la mía, tomándola y besándola.

—Te amo —dijo Richard.

—Te amo más, amor —no terminé la frase, ya que un agente de tránsito nos paró.

—Juepucha vida —dijo Richard, golpeando el volante—. Qué huevonada, parce.

Abrió la ventana y el agente se acercó.

—Buenas noches, jóvenes. ¿Me permiten los papeles del carro?

Richard se los pasó y el agente revisó todo.

—Muy bien, pueden irse —dijo el agente, pero otro agente se acercó y preguntó:

—¿Les hizo la prueba de alcohol? Venga, se las hacemos. No demoramos mucho y ustedes se ven que son muchachos de bien —dijo, trayendo el alcoholímetro.

—Le vamos a poner esta ranura en su boca, por la cual usted pasa el aliento que exhala. Por favor, sople entre 3 a 5 segundos —dijo el agente. Richard lo hizo y tocó su cara de frustración.

—Está un poco alto. Señorita, venga, usted también —dijo el agente, dándome las mismas instrucciones. Hice lo mismo.

—Bien, usted está bien. Les puedo dar dos opciones: o la señorita maneja y se les hace una multa que pueden pagar mañana, o nos llevamos el carro directamente.

—Yo manejo, amor —dije, parándome de mi lugar y sentándome en el asiento de piloto.

—Que tengan una buena noche y cuidado —dijo el oficial.

—Ahg, qué huevonada con esto —dijo Richard, frustrado.

—Ay, amor, ya no pasa nada —dije, calmando la situación. Justo entonces, Samuel se despertó llorando.

—¿Qué pasó, amor? Ya casi llegamos a casita con la nana —dije, calmándolo. Samuel se abrazó a mí y no pasó mucho antes de que se quedara dormido nuevamente.

—A veces me dan unas ganas de preñarla, hacerle dos niños — dijo Richard mirándome.

—Estas loquito amor— dije riendo

Llegamos a casa y le pasé a Samuel a la nana. Nos volvimos a subir al carro para ir al departamento de Richard. Cuando llegamos, nos metimos a bañar. Richard me prestó un bóxer suyo y una camiseta, ya que no había traído nada de ropa. Nos acostamos en la cama y, al darle la espalda, Richard me pegó a su cuerpo, metiendo su mano dentro de la camiseta y masajeando mis tetas.

—¿Y el señor qué está haciendo con las manos ahí adentro? —dije riendo y sintiendo sus manos frías.

—Amor, tengo frío —dijo haciendo pucheros.

Hablamos un rato más y, finalmente, caímos rendidos, abrazados y contentos de estar juntos.

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Perdón, ayer no tenía mente para hacer capítulo. Prometo recompensar esto, mañana les subo otro capítulo igual. ¿Qué opinan de este capítulo? ¿Qué sugieren y qué hace falta? Aquellos que me quieran escribir para decirme cualquier cosa, me pueden escribir en mi Instagram @daylesama, solo avísenme y estaré pendiente.

Richard Rios - Um amor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora