Capítulo 2.

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Inhalaba y exhalaba humo. Miraba como trabajaban mis chicas, llenas de tristeza, de preocupación, de terror, de timidez, pero era algo que no me incumbía a mí.

Elena y Mario salieron por la puerta que le había indicado a ella. Elena tenía sus ojos rojos e hinchados, tal vez había llorado, si, era lo más seguro, no está acostumbrada a esto, tan solo hoy es su primer día aquí, y creo que eso es algo normal en una chica de su edad, temer por los hombres que la violaran diariamente. Mientras que Mario se veía con algo de felicidad en su rostro, caminaba mientras se subía la cremallera, al parecer salió victorioso de aquella pequeña aventura, aunque lo comprendo por estar feliz, le quito la virginidad a Elena, pero tampoco es algo por el cual estar orgulloso.

Elena lo seguía detrás, con la cabeza baja, mientras se secaba algunas pocas lágrimas que aún le bajaban por su mejilla. Mario se detuvo frente a mí, mientras que Elena siguió avanzando, pero la detuve.

—Elena—la llame, ella volteo a verme, se dirigió hacia mí y se sentó en el sofá de cuero negro—. No te vayas aun, tendrás otro cliente—me dirigí hacia ella y me senté a su lado. Ella me miro y hablo.

— ¿Otro?—pude ver como sus ojos se aguadaban, y yo asentí.

—Sí, otro—. Mi teléfono sonó y conteste— ¿si, quién habla?—en la otra línea se podía escuchar a mi asistente, decía que el próximo cliente ya estaba en la habitación, así que le agradecí por avisarme y colgué.—Bien Elena, tu próximo cliente te espera en la misma habitación, no quiero quejas, ¿de acuerdo?—se levantó sin nada más que decir y se dirigió a la habitación.—Mario, ¿cómo te la pasaste con mi nueva chica?—pregunte mientras encendía otro cigarrillo.

—Digamos que bien, solo hay algo que me molesto—. Se sentó a la par de mí. Le ofrecí un cigarrillo y él lo tomo. —Solo que es un poco sensible, tú me entiendes ¿no?—encendió su cigarrillo y miro su reloj.

—Entiendo, se paciente, tan solo hoy es su primer día, se acostumbrara, ya lo veras—le dije.

—Sí, lo sé, solo quiero que le digas que deje de ser así en muy poco tiempo, créeme, sino, perderás clientela—de nuevo miro su reloj—. Está bien, me tengo que ir, mañana vengo por otra ronda más—. Me guiño un ojo. Y se retiró.

Y, aún seguía con mi cigarrillo en mis manos, inhalando de nuevo, exhalando otra vez, me quede mirando de nuevo a esas chicas con miedo y pereza, pero en realidad no me importaba; miraba al vacío, decidí retirarme de allí y lo hice.

Explicaba, explicaba y explicaba. Me mantenía sentado en una silla de cuero, mientras que nuestro jefe-el creador de todos los prostíbulos-, nos decía que debíamos de hacer para que la clientela subiera más, por supuesto que no le prestaba atención, ya que sabía que era lo que teníamos que hacer, secuestrar a más chicas jóvenes y con muy buenos cuerpos.

La junta había terminado finalmente, eran varios hombres los que promocionaban este tipo de cosas, claro, habían pasado mucho tiempo en esto y, yo tan solo llevaba 3 años sometido en estas cosas, pero tres años me han bastado para poder entender todo esto, en realidad se me hizo muy fácil entenderlo, ya que mi padre era un profesional en esto. Ernesto me llamo antes de que saliera de la sala de juntas, me dirigí hacia él.

—Oliver, siéntate por favor—asentí e hice lo que me pidió.—Todos tus compañeros saben que tú eres el mejor en esto, ¿no?—yo asentí.—Bien, te quería pedir un favor, como ya lo dije en la junta, tenemos que conseguir más mercancía, más chicas, pero déjame decirte que ahora las que consiguen están un poco malas en cuanto a la calidad, solo quiero que consigas chicas más jóvenes, con más busto y más trasero, te lo pido a ti porque tú eres el único que las puedo conseguir de esa manera, de la forma en que las quiero yo, entonces, ¿aceptas?—. Bebió un poco de su whisky.

—No te preocupes, cuantas conmigo—le estreche la mano y me retire de la sala de juntas.

Me adentre en el ascensor, el cual me llevaría al estacionamiento, o hasta el piso de abajo, llegue a él y salí del ascensor. Abrí la puerta de mi auto y me adentre en este, lo encendí y acelere.

Me encontraba en mi oficina, de nuevo encendí otro cigarrillo e inhale de él, veía como era la clientela en estos días, Ernesto tenía razón, había bajado demasiado, era cierto, tenía que buscar más chicas jóvenes y con buen cuerpo, y las necesitaba ahora.

Llame a mi asistente y le pedí que mandara a algunos hombres a secuestrar más chicas, le explique cómo las quería, él dijo un por supuesto y colgó. Había otro punto que tenía en mi mente, pero no recordaba cual era.

Claro, Elena, le tenía que explicar algunas cosas sobre esto y, decirle que no fuera tan sensible y frágil, pero ya pronto se tendrá que acostumbrar a esto. Me levante de mi pequeña silla y la llame. Ella entro con la cabeza cabizbaja y no me dirigió palabra alguna, se sentó frente a mí, como la primera vez que la llame, se acomodó su pequeña falda que le quedaba por arriba de las rodillas, sus ojos estaban rojos e hinchados como la primera vez que tuvo relaciones, pero, ¿por qué había llorado? Me limite a no prestarle atención y proseguí.

—Bien Elena, tenemos que hablar—me acerque más a ella y esta asintió.

— ¿Sobre qué?—me miro. Después solo miro hacia sus rodillas.

—Sobre lo que paso hoy con Mario, ¿no te diste cuenta?, lo molestaste, sabes lo que es eso, perderé más clientela por tu culpa, ¿sabes?, estoy siendo paciente para no gritarte, así que por favor, no seas tan sensible y frágil, solo hazlo como si lo estuvieras disfrutando, eso les encanta a los clientes, eso hace que los clientes quieran venir más a aquí y, tal vez traigan a algunos amigos, eso ayudaría más a esta empresa, así que no quiero ninguna queja más de que lloras y pides compasión. Niña, aquí nadie tiene piedad por nadie. ¿Entendido?—ella asintió y salió de mi oficina.

Mi teléfono sonó y conteste, era mi asistente de nuevo, decía que las nuevas chicas ya estaban aquí, que los hombres estaban esperando allá afuera, salí de mi oficina y me dirigí hacia afuera, pude ver a algunos hombres con algunas chicas, las cuales tenían una franela en su rostro, para no poder ver, tenía un pequeño pedazo de papel en su boca, para que no pudieran gritar, en realidad las chicas eran más jóvenes y con un muy buen cuerpo, también tenían amarradas las manos con un pedazo de franela, para que no pudieran hacer ningún daño físico a ninguno de nosotros, les pedí que pasaran y así lo hicieron.

Los lleve hasta donde estaban las demás chicas y, les pedí que las dejaran allí, les quitaron la franela del rostro, el pequeño pedazo de papel de la boca y el pequeño pedazo de franela que llevaban en las manos, veía como las nuevas chicas empezaban a sollozar y sus ojos se cristalizaban, pedían compasión, pedían que las liberáramos, pero eso era imposible, ellas se quedarían aquí por siempre.

Sentí una mirada en mí, y me fije que era Elena la que lo hacía, me miraba con algo de molestia y enojo en su rostro, esta chica era muy rara, pensé. Pero aun así, ella me seguía mirando y, sus lágrimas caían por sus mejillas, podía sentir su dolor, podía sentir su odio y resentimiento hacia mi persona, podía sentir que era lo único a lo cual ella odiaba en este el mundo, podía sentir que quería asesinarme en este instante, podía sentir que absorbía toda mi energía, podía sentir su gran odio hacia mí.

Me adentre de nuevo en mi oficina, me senté en la pequeña silla de cuero y volví a revisar las gráficas de la clientela, veía que bajaban más y más, toda la clientela se estaba desapareciendo del mapa, acaso, ¿ya nadie quería venir aquí?

No quería echar todo esto al carajo, quería que mi padre se sintiera orgulloso de mi, tenía que terminar todo lo que él empezó, así que volví a revisar las gráficas y, tenía que diseñar un nuevo plan para poder subir la clientela de nuevo, si quería que la empresa subiera de nuevo, tenía que arriesgar todo, pero creo que eso será pan comido, todo lo que tenía que hacer era diseñar un nuevo plan para esto y eso hice.

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¡Hola!

¿Cómo han estado? 

Este es el segundo capítulo de "Oscuro deseo", espero les agrade. 

Besos y abrazos :D 

Los quiere...

María. 

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