suitor

veintisiete

Cuando los padres tienen hijos, lo más importante es priorizar su educación y ser un buen ejemplo. Tener más de un hijo a veces se vuelve complicado, más cuando no hay suficientes posibilidades para todos, a veces, si había dinero para comprar un dulce, se tenían que comprar tres dulces iguales, para sus tres hijos. Un hogar donde compartir, ahorrar, minimizar era primordial, un hogar donde si uno no tenía, el resto tampoco, un hogar donde había que velar por las más vulnerables, sus hermanas. A él jamás le gustó compartir, jamás le gustó ahorrar, jamás le gustó minimizar sus gastos e ilusiones simplemente porque a su madre le dió la gana parir una vez más después de él. Sabía que con su insoportable hermana mayor era suficiente.

El día había sido bueno, en el colegio habían hecho un pequeño convivio para festejar el cumpleaños de uno de sus compañeros, donde hubo comida, dulces, bebidas, esa vez comió de absolutamente todo lo que pudo, estaba buenísimo, y sobre todo, era gratis. Recuerda haber regresado demasiado contento a casa, llevaba dulces del convivio para poder comer en casa a la hora que quisiera y lo mejor de todo, se aseguraría de esconderlos perfectamente para no compartir con sus hermanas.

Saludó a su madre al llegar a casa, se quitó los zapatos de la escuela y los reemplazo por unas pantunflas para estar en casa. Subió corriendo a su habitación y se encerró en ella, sus hermanas no tardaban en llegar del colegio también. Debido a que compartía su habitación con ellas, tenía que encontrar un escondite seguro para esconder sus dulces y tomar uno cada que él quisiera, no compartiría ni siquiera uno solo con ellas, ni con sus padres. Se los habían dado a él, eran suyos, él decidía que hacer con ellos. Finalmente optó por abrir una mochila pequeña, que era un accesorio de uno de sus viejos peluches, los dulces cabían perfectamente en ese escondite, nadie imaginaria que en ese peluche estaría escondido un gran tesoro.

Sonrió victorioso al cumplir su objetivo, dejó el peluche sobre su colchón y bajo por las escaleras de la litera que compartía con su hermana mayor. Esperaría a que todas estuvieran dormidas para poder comer sus dulces en paz. Justo cuando iba saliendo de su habitación, se encontró con ellas, llegando a casa.

—Jihyo dijo que festejaron el cumpleaños de Jisung en tu salón, ¿te dieron algo para traer a casa?— rápidamente su hermana menor le abordó con esa pregunta. Iban al mismo colegio, sus amigas eran hermanas de sus compañeros de clase, era imposible ocultar el secreto del pequeño convivio que habían tenido. Hueningkai rodó los ojos. —no, me comí todo y no les traje nada. Igual, no es mi obligación. Dile a tus amigas que hagan su fiesta en el salón.— respondió firmemente y la evadió totalmente, le ayudaría a su madre a poner la mesa para la comida. No tenía tiempo de lidiar con esas preguntas absurdas. La menor bufó, sabía que no era verdad lo que su hermano le había dicho, cuando su amiga presumió que a su hermano le habían dado dulces para llevar, era obvio que al suyo igual.

Tenía que averiguarlo.

Hueningkai se lavó las manos y ayudo a su madre a poner la mesa, su padre no tardaría en llegar del trabajo y todos tenían que estar ahí para comer juntos. En lo que sus hermanas se cambiaban de ropa y ordenaban sus cosas del colegio, él ayudaría.

—¿seguro que no te dieron nada para tus hermanas?, ¿qué te ha dicho tu padre sobre mentir y ser egoísta?— mientras acomodaba los platos, su madre le pregunto un tanto molesta. Ella siempre defendía a capa y espada a sus hermanas, todo lo que ellas carecieran, era culpa de él. Se mostró un tanto nervioso por la pregunta, su madre le daba muchísimo miedo. —no mami, ni siquiera me pusiste lunch.. tenía mucha hambre y comí todo lo que dieron en el salón, te prometo que no traje nada, y si fuera así.. ya les habría compartido a ellas..

—más que te vale.— dijo en un tono molesto mientras seguía sirviendo la comida y veía como su hijo se meneaba de una forma un tanto extrañada, evidentemente se le veía inquieto.