veintiséis

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Aquel smoking azul rey significaba tanto para él. Una oleada de angustia le llegó a su pecho en cuanto lo saco de su clóset, tenía una funda que lo protegía del polvo y ácaros, lo miró con tanta ilusión justo como la primera vez que lo utilizó. Estaba por amanecer y solamente faltaba que él se alistará, ¿para qué?, simplemente para esperar el amanecer junto a su amado.

Sacudió un poco la prenda después de sacarla de su funda, estaba impecable y tan hermoso como aquella vez, aún olía a él. A su colonia de notas dulces, pastel y lavanda impregnada en toda la tela, esa colonia que jamás volvió a usar después de enterarse que uno de los amantes de Hueningkai la usaba. Siempre halagó su olor. Quizá porque le recordaba a ese otro hombre. Suspiró y sonrió al recordar el día de su boda, el día más feliz de su vida. Su ceremonia junto a la playa en el atardecer, sus amigos y familia presentes ahí, celebrando su día. Celebrando el amor.

No ha podido quitarse de la mente lo guapo que se veía su prometido en ese traje grisáceo. Su peinado tan perfectamente hecho que le hacía resaltar su precioso rostro. Esperándolo en el altar con una amplia sonrisa, el gesto más puro que admiró de Hueningkai desde que lo conoció. El beso que se dieron al finalizar la ceremonia, aceptando su matrimonio, su camino, su amor, su futuro. Esa noche convivieron con todos sus invitados a la orilla de la playa, bebieron, comieron, bailaron durante horas, todo fue simplemente perfecto. La boda con la que siempre soñó. Fuegos artificiales para despedirlos, pues esa misma noche partieron un viaje hacia California donde sería su luna de miel. Donde se entregaría a Hueningkai, entregaría su cuerpo y alma para estar toda la vida juntos.

Mientras recordaba, se puso el traje y se miró al espejo. Esperaba recrear su misma imagen de hace algunos años, cuando se casó. Sabía que era imposible, sus ojos ya no tenían el mismo brillo, su piel no estaba demacrada como ahora y lo peor de todo, su esposo estaba con vida. Suspiró y puso un poco de maquillaje en su rostro, quizá para levantar un poco el brillo de su rostro. Peinó su cabello hacia atrás y lo fijo con laca, usó una colonia distinta, de notas tropicales. Se puso los zapatos de vestir perfectamente boleados, pues no había usado ese tipo de calzado desde hace ya varios años. Y finalmente quedó listo. Se miró al espejo y sonrió, maldijo para sus adentros, ya no había quien le dijera lo lindo que se veía.

Tal vez tuvo que arreglarse más para que Hueningkai no se fuera de su lado. Tal vez un poco de maquillaje y ropa bonita arreglaría todo.

Se dirigió a la sala donde se encontró con el cuerpo de su amado acostado en el sofá donde horas antes le había quitado los últimos suspiros. Antes de arreglarse él mismo, lo hizo con su difunto esposo, como pudo, logró ponerle el smoking grisáceo, le arregló el cabello y simplemente le dejo recostado en el sofá, boca arriba y con las manos apoyadas en su pecho. Soobin sonrió al verlo, incluso en ese estado se veía tan precioso. Se incó ante él y se acostó sobre su pecho, donde se quedó pensativo un rato.

—estoy triste, sé que no me oyes, ni dirás absolutamente nada. Pero, ¿sabes?, no siento que haya una diferencia, esto se siente igual que cuando estabas vivo. Lo siento, estoy arrepentido, tal vez esto tenía otra solución y te juro que siento un vacío enorme aquí dentro, me siento tan horrible. Pero estoy más tranquilo.. tengo la certeza de que no irás a ningún otro lado, tengo la certeza de que no volverás a herirme, tengo la certeza de que moriste en mis brazos, siendo mío. Tal como lo juramos, vestidos justo como ahora, en la playa, ¿lo recuerdas?, sigues viéndote igual de guapo que aquella vez. Espero que yo también me vea lindo, recuerdo que esa vez me tomaste tantas fotografías y me subiste en todas tus redes sociales presumiendo que ibas a casarte y que tenías el prometido más lindo de todo el mundo. Esa publicación desapareció de la faz de la tierra unos meses después. Sin embargo, gracias. Viví tantas cosas a tu lado de las que no me arrepiento. Gracias por haber sido tú el hombre que me dió absolutamente todo, por un tiempo, largo, corto, suficiente o no, gracias. Me enseñaste lo que es el amor, claro, al principio de todo. Ahora descansas en paz y yo.. no sé que vaya a pasar conmigo, tal vez, vaya a la cárcel, tal vez me internen en una clínica psiquiátrica, tal vez también acabe con mi propia vida y podamos estar juntos de nuevo. ¿Lo estaremos siempre, verdad?— dijo con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, suspirando de vez en cuando tratando de regular su respiración. Escondido en el pecho de su amado, su lugar seguro durante tanto tiempo, tenía que aprovechar cada segundo en él. Para que cuando faltará, su imaginación pudiera darle la mejor réplica y no extrañarle tanto, en el lugar que fuera. Abrazo con todas sus fuerzas el cuerpo frío de Hueningkai y depósito un beso en la mejilla de este, guardando sus ganas de llorar en su garganta.

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